15. Lugar feliz.

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» Actualidad.

Sana conoció a Mina justo el día en el que el gran amor de la menor se había casado; un momento duro, sí, en donde Mina buscó un escape fácil de sus propios sentimientos intentando reemplazar el dolor con la adrenalina. Para la pelinaranja no fue difícil darse cuenta del comportamiento autodestructivo de Mina y a medida que los días iban pasando intentó convertirse en una buena influencia.

Lastimosamente todo su esfuerzo se vino abajo un día después de que Im Nayeon volviera a la vida de Mina.

Esa noche recibió a la menor después de un mal viaje con sustancias ilegales, cuando abrió la puerta y miró la condición en la que se encontraba su corazón latió con fuerza y dolor. La quería mucho como para soportar que se hiciera daño de esa forma.

— Perdón por ser una carga para ti. — El silencio de la madrugada fue roto por Mina que no había podido dormir. Sabía que Sana también se encontraba despierta ya que en ningún momento había dejado de acariciar su cabello con suavidad. — Soy un desastre, lo sé.

— No eres una carga, Mina. — Dijo con sinceridad deteniendo sus acciones por un segundo. — Un desastre, tal vez. — Rió. — Me preocupas. Habíamos tenido un gran avance la última semana.

Mina resopló y se giró para quedar frente a frente con Sana. El colchón de la mayor era espacioso y cómodo, los dos meses en los que perdió contacto con Nayeon esa habitación se había convertido en su mayor refugio, sin embargo, una vez la volvió a ver todo su autocontrol se fue a la basura. Parecía avanzar un paso y retroceder dos.

— Perdón. — Volvió a decir. — No sabes cuánto deseo regresar en el tiempo y no haberme acercado a ella, debí quedarme en Japón... — Su voz se quebró y se avergonzó de mostrar una imagen tan lamentable a Sana. — Dios, no mereces nada de mis mierdas y aquí estás.

La expresión de la mayor se suavizó. — Y aquí estoy. — Repitió. — Tranquila. — Se acercó al cuerpo de Mina y dejó que esta, lentamente, se refugiara en sus brazos. — No te dejaré sola. Sin embargo, tienes razón al decir que no merezco tus... "mierdas". Pero tú tampoco las mereces. —Soltando un suspiro acercó su rostro para pegar su frente con la de Mina. — Es irónico que seas tú misma quien las ocasione.

— No sé qué hacer, si supiera cómo lidiar con lo que siento yo-

— Pide ayuda.— Interrumpió.

— Por eso estoy aquí.

La mayor negó. — Sabes a lo que me refiero. Aunque mi ayuda siempre la tendrás, no se comparará a la que un profesional puede darte. — Sana se esperaba una mala reacción por parte de Mina, después de todo, las veces que mencionó a una ayuda externa la menor tomaba una postura defensiva y todo terminaba en una gran pelea. Esa vez fue la excepción, sin embargo, el silencio de Mina lo dijo todo: no lo haría.

Pasando las horas ambas no pudieron evitar quedarse dormidas y cerca de las siete el teléfono de Mina empezó a sonar de forma persistente.

Con pereza la menor dejó de abrazar el cuerpo de Sana y se giró para tomar el aparato sobre la mesita de noche.

— ¿Qué? — Contestó con la voz ronca y de mala gana sin mirar la persona que llamaba.

Mina, ¿dónde estás? Mamá está a punto de ir a denuncir tu desaparición. — La voz de su hermano sonaba un tanto cansada.

— Dormí con Sana, olvidé avisarles. — Respondió en voz baja intentando no despertarla, su mano libre frotó sus ojos. — ¿Qué haces tan temprano en casa?

Vine con Nayeon a recoger algunas cosas de mi habitación.

— Ah. — Mina guardó silencio e internamente calculó todo el tiempo que podrían quedarse allí, no deseaba cruzarse con ninguno de los dos. — Bueno, nos vemos. — Dijo finalmente.

↳ Dopamina┇ MinaYeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora