Parte 4

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Cuando acabó de hablar estaba llorando, gruesas lágrimas resbalaban por sus mejillas y fue a refugiarse en YiBo, que le mantuvo abrazado hasta que consiguió calmarse. Esa noche, nadie de los allí presentes regresó a sus apartamentos, se quedaron juntos, charlando, tenían que buscar soluciones urgentes para sacar a Zhan de esa relación tan turbulenta y perniciosa. A él, lo que en realidad le preocupaba eran las amenazas de suicidio de su pareja. Cada vez que Zhan le mencionaba el tema de la separación porque ninguno de los dos era feliz, el otro le rogaba y le suplicaba para que no lo dejase, le aseguraba que no podría vivir sin él y que acabaría autolesionándose. Una noche, volvió muy tarde al apartamento que compartían porque había estado preparando una exposición de fotografías para recaudar fondos para una Ong encargada de un refugio de animales y le encontró sumergido en la bañera, con un cuchillo en la mano. Le hizo toda una escena de celos, le acusó de haber estado con un amante, de haberle engañado con su amigo YiBo, de tener a otros en espera porque con él no era feliz y no sé cuantos disparates más. Esa vez Zhan no le aguantaba, estaba cansado, sabía que era otra de sus estratagemas para retenerle pero, cuando quiso sacarle de la bañera para que hablasen calmadamente, el otro acercó el cuchillo a una de sus muñecas y se la cortó. Aquello asustó muchísimo a Zhan que veía la sangre salir a borbotones manchando el suelo del baño. Cogió una toalla y le envolvió la herida fuertemente, después, salió corriendo hasta el final del pasillo para llamar a dos estudiantes de último curso de medicina que vivían al fondo, éstos consiguieron detener la hemorragia y le dieron unos puntos. Luego, le recomendaron que fuese al hospital para que le pusieran un tratamiento con el fin de evitar posibles infecciones posteriores y, también, que debía informar al departamento de siquiatría sobre este inusual comportamiento. Xiao Zhan estaba preocupadísimo, se sentía solo, no sabía a quién llamar ni a quién acudir y lo único que se le ocurrió fue hacerle la promesa de que no le iba a dejar ni volvería a sacar el tema de la separación de ambos pero, a cambio, tenían que ir al hospital ahora mismo. El otro accedió, incluso pasó la consulta del siquiatra y éste le dio un horario de visitas para que acudiese periódicamente a terapia. Semanas más tarde Zhan se enteró de que no había ido ni una sola vez.

Aquello era desesperante, un auténtico chantaje emocional al que ninguno de los amigos sabía cómo hacerle frente sin que Zhan saliera perjudicado de una forma u otra, por lo que acordaron seguir hablando de ello más adelante, cuando sus mentes estuvieran más despejadas y los ánimos menos exaltados. Decidieron dormir las pocas horas que restaban antes del amanecer porque todos tenían clases matutinas y Zhan lo hizo en el suelo, sobre la alfombra, tapado con una manta junto a YiBo, con la cabeza apoyada en su pecho y uno de sus brazos rodeándole el cuello. Ese cuerpo cálido y desvalido sobre él, esos suspiros entrecortados que salían del pecho de Zhan que, de vez en cuando, dejaba escapar alguna lágrima entre sueños inquietos, el aroma de su pelo, la deliciosa curva de los labios del amigo, le confirmaron a YiBo esa noche que nunca amaría a nadie como lo amaba a él y que, pasara lo que pasara, le sacaría de esta, aunque tuviera que remover cielo y tierra para conseguirlo.

Al día siguiente, YiBo se dirigió a una agencia de detectives de confianza recomendada por su propio padre y pidió que siguieran día y noche al novio, pasándole los informes a él directamente sobre cada uno de sus pasos. Una semana después, YiBo invitó a Zhan a un café en una determinada zona lejos del campus. Era un local agradable y nuevo, con muchas parejas jóvenes en animada charla. Zhan estaba disfrutando de esta pequeña escapadita lejos de sus problemas y de los lugares habituales de reunión... y porque estaba con YiBo, los dos solos. Le gustaba mucho su compañía, siempre tenían algo de qué hablar, sabía que le cuidaba discretamente, se preocupaba por él todo el tiempo pero nunca le forzaba a nada, es más, procuraba que se distrajera en todo momento, le hacía pequeños regalos tontos porque a él eso era lo que de verdad le hacía feliz y no le abrumaba con preguntas incómodas que ni siquiera sabría cómo responder. En esa etapa de su vida no se sentía capaz de tomar ninguna decisión sobre su relación amorosa, se había centrado en la carrera y, la convivencia con su novio tras las amenazas recibidas por parte de sus amigos de las que él se enteró años después, se había vuelto más llevadera, por lo menos no le levantaba la mano y el maltrato pasó a ser sicológico. Lo podía superar, o eso creía. pero se sobrevaloró. No hubo fortaleza interior ni firmes convicciones sobre sí mismo y su potencial inculcadas por su madre. Sólo le mantenía la esperanza en un futuro mucho más prometedor y brillante de lo que ahora le pudiese parecer por las desagradables circunstancias en las que se había visto involucrado sin proponérselo. Lo que más le dolería era que cualquiera de sus amigos tuviese que sufrir por su causa, eso si que no lo iba a tolerar. Miró a YiBo, le sonrió ampliamente tomándole de la mano y, sin más, le dio las gracias. A él le dio un vuelco el corazón por lo que estaba a punto de hacer pero, lo había meditado durante días, lo consultó con los amigos, hablaron largo y tendido sobre el tema, llegando a la conclusión de que, de una vez por todas, Zhan tenía que ver la realidad con sus propios ojos.

UNO DOS TRES... PERDÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora