Parte 11

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YiBo quería abrazarle muy fuerte, estaba empezando a sentirse mal.

-Siempre he sido igual. Me refugié en mi madre primero, en mi amiga y vecina después, cuando más de uno quiso partirme la cara por mis impertinencias, ella era una experta en peleas a puñetazos. También en mi ex novio, como me sentía un miserable y un inútil, él era el mejor para que lo tuviera siempre presente y, cuando me levantaba la mano, hasta pensaba que me lo merecía. Y, por último, en nuestros amigos, pero sobre todo, en ti.

-Zhan, basta, ¡cállate!, estás diciendo disparates, nadie se merece que lo maltraten así y tú menos que nadie.

-Te lo ruego, déjame hablar. Han cambiado mucho las cosas en pocos días. Mantengo larguísimas conversaciones con mi madre que me han abierto los ojos. Ella siempre me ha defendido, me ha apoyado en todo porque soy su hijo pero, en realidad, detrás de eso no había nada más, no hice nada para ganarme esos halagos excepto estudiar como un bellaco. YiBo, soy yo el que tenía que haber corrido detrás de ti muchas veces para abrazarte y apretarte contra mi pecho, el que debía preguntarte, mimarte y consolarte porque eres una gran persona y un gran hombre, con fuertes valores principios y convicciones, leal, generoso y el mejor amigo de tus amigos. Lo he recibido todo de ti y, como siempre ha sido, a cambio de nada, no te he dado nada.

-Zhan, ¿por qué me estás diciendo esto?, ¿dónde quieres ir a parar? Sabes que , a tu manera, has tratado de demostrarme tu gratitud y yo lo he entendido y lo acepto, no lo quiero de otra forma.

-¡Pero yo sí!, no me basta. Tengo que encontrarme a mí mismo, no me gusta como soy, en lo que me he convertido. Tengo que aprender a sacar mis propias castañas del fuego, tengo que sufrir solo, pelear solo, llorar solo, igual que hacen los más fuertes, la gente a la que admiro y salir a flote. Caer, levantarme, volver a caer y volverme a levantar, sabiendo quién soy y cómo puedo hacerlo. He confundido las cosas completamente porque, en vez de sacudirme el polvo y apoyarme en mis propias manos para alzarme del suelo, me quedé sentado y esperé a que me levantasen otros. No puedo seguir así, no quiero esto.

-¿Y qué piensas hacer para conseguirlo?

-La enfermedad de mi madre me ha enseñado muchas cosas, ella no le tiene ningún miedo a morir y somos más sinceros que nunca el uno con la otra. Cuando ya no queda nada que perder, no te imaginas cómo se agudizan los sentidos y uno acaba viendo más allá de las apariencias, donde yo me quedaba estancado, metido en mi propio y pequeño mundo, con unos brazos que me esperaban a la salida para recogerme. ¡Vaya mierda! También mis brazos tienen que ser capaces de recoger a quien me necesite y tengo que ser lo suficientemente hombre como para defenderlo y protegerlo, de igual a igual. 

-Creo que te he entendido por fin.

-¡Menos mal!, aunque sé que estas bromeando, no eres tan tonto como tratas de aparentar ahora mismo. También se que tienes una propuesta de Oxford para ir a estudiar allí durante dos años, me lo dijo hace días nuestro amigo el abogado y te pido que la aceptes de inmediato. Lo estas alargando por mi y no te perdonaré que pierdas esta oportunidad. Si lo haces, te aseguro que desapareceré de tu vida para siempre, te lo digo muy en serio.

-Está bien, lo haré mañana mismo, ¿estás contento?

-Tú solo vete, no te creeré hasta que te acompañe yo mismo al aeropuerto y pienso hacerlo, no te librarás de mis lagrimeos de despedida.

-Pero, ¿seguro que estarás bien?

-Por supuesto, tengo a mi padre, a mi amiga, a nuestros amigos y, sobre todo, a mi madre. No te imaginas la fuerza que tiene para consolarnos, te lo he dicho antes, acepta su destino y no lo hace con resignación, sino con rebeldía y es la primera en convencernos para seguir adelante, incluso le ha dejado instrucciones muy específicas a mi padre para el cuidado del jardín, no está dispuesta a permitir que se lo estropee.

YiBo sonrió mirándole a los ojos. Se moría por abrazarle, besar su boca, hacerle el amor durante horas, días, semanas... toda la vida.

-Anoche, estuvimos hablando sobre lo feliz que había sido en esta vida, lo mucho que nos había querido a mí y a mi padre y que esperaba que yo tuviese lo mismo. Le aseguré que lo había encontrado, le dije su nombre y me felicitó, está completamente de acuerdo conmigo en que no puede haber mejor persona.

YiBo abrió mucho los ojos.

-¿Y no me lo vas a decir a mi?

-¡Por supuesto que no!, es nuestro secreto, mío y de mi madre. Ya te enterarás cuando llegue el momento.

Se les había pasado la tarde casi sin darse cuenta y Zhan tenía que regresar pero antes, le indicó a YiBo que se sentase a su lado, le dio un beso en la mejilla y le tomó de las manos, estaban prácticamente solos en el bar.

-Antes de separarnos, tienes que hacerme una promesa, te lo pido por favor, es muy importante para mí.

YiBo levantó una ceja, no estaba muy seguro de lo que iba a decirle, no sabía muy bien por qué pero intuía que, si accedía a ello, eso les iba a cambiar la vida. Le miró a los ojos dispuesto a negarse pero, la súplica que había en ellos era muy real, su cara anhelante... no pudo hacerlo.

UNO DOS TRES... PERDÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora