Parte 10

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Faltaba solo una semana para la finalización del año académico. Ya no había clases, se ultimaban los actos de entrega de títulos y diplomas y también los festivales de puertas abiertas. Los estudiantes de último año recogían sus pertenencias para dejar paso a los nuevos ocupantes. El campus era un hervidero de coches cargando y descargando cosas. Zhan y sus amigos también tuvieron que hacerlo. Fueron momentos muy tristes en los que no les daba tiempo a pensar demasiado en ello porque siempre tenían algo en qué ocuparse: revisión de trabajos de última hora, comprobación de notas, ensayos de ceremonias, alquileres de togas y birretes, preparación de locales para invitados con largas mesas donde se servirían aperitivos y bebidas... pero, por la noches, procuraban estar juntos para cenar, charlar y hacerse toda clase de promesas para reencontrarse de vez en cuando. Intercambiaron direcciones familiares y números de teléfono y, el fin de semana siguiente, harían un corto viaje turístico en el que todos propondrían algún lugar de su gusto, el ganador se elegiría con el juego de "piedra, papel y tijeras".

Zhan aprovechó para disculparse con ellos de nuevo por su comportamiento de los últimos meses. Estaban al corriente porque se lo había contado YiBo, no tenía que preocuparse, lo comprendían y estaban dispuestos a ayudarle en lo que fuese. Él estaba conmovido y agradecido, había tenido mucha suerte al encontrar a unos compañeros tan buenos, para él, no los había mejores y si que estaba dispuesto a no perder el contacto con ninguno, de verdad.

La ceremonia de entrega de títulos fue brillante. Zhan obtuvo además la nominación de segundo mejor alumno de su promoción y le entregaron una medalla conmemorativa. Solo asistió su padre ante la insistencia de la madre que no pudo levantarse de la cama. YiBo hizo un montón de fotografías del acto y todos los videos que pudo para que se los enseñaran después. Le envió al hospital un enorme ramo de rosas blancas. A partir de entonces, cada tres días mandaba uno sin notas ni dedicatorias; no hacía falta, Zhan sabía muy bien que eran de él, como también sabía que a ella le encantaba recibirlas.

Llegó el día del viaje, ganó la región de Yangshuo, a las montañas de la luna, uno de los principales destinos turísticos del país y también de los más hermosos. Lo había elegido YiBo que, aunque eran unas seis horas de trayecto en tren o en coche, había comprado billetes de avión para todos , quería que aprovechasen su estancia allí el mayor tiempo posible. No pudieron disfrutarlo más, se apuntaron a casi todas las excursiones, viajaron en barco por los grandes ríos entre paisajes increíbles, escalaron montañas y se fotografiaron desde todos los ángulos y en todos los rincones que les gustaban. Fueron unos días inolvidables que se les hicieron demasiado cortos. Se prometieron volver de nuevo en algún período vacacional más adelante. 

La separación fue dolorosa y todos trataban de disimularlo lo mejor posible, sobre todo Zhan, debido a sus especiales circunstancias con la enfermedad de la madre. Se llenaron de abrazos en el aeropuerto hasta que llegó hora de la despedida definitiva. YiBo se quedó al lado de Zhan que andaba muy pensativo y silencioso. No le forzó a hablar, le acompañó a la estación de trenes y esperó hasta que saliera, no sin antes advertirle para que le llamara cuando lo necesitase y este asintió. Unos días después, YiBo recibió un mensaje de Zhan, quería que se encontraran en el restaurante de un céntrico hotel de la capital para comer juntos. Fue muy puntual, aunque tuvo que reconocer que, esa cita, le tenía realmente preocupado pero, estaba tan feliz de verle de nuevo que intentó espantar todos los malos augurios que se le pasaron por la cabeza en esos momentos. Zhan ya estaba allí, se saludaron y pasaron a ocupar la mesa que éste había reservado previamente. La comida resultó agradable, los platos elegidos muy ricos y sofisticados, de cocina francesa, charlaron un poco de todo y, al acabar, fueron al bar del hotel para tomar unas copas. Se sentaron en el rincón más apartado del local y Zhan sacó una cajita de su bolsillo para entregársela.

-¿Es un regalo para mí?, preguntó YiBo.

Zhan asintió con la cabeza.

-No tenías que haberte molestado...

-Vamos, ábrela.

Dentro, había un reloj en cuya esfera estaba grabada la silueta de una rosa blanca.

-Es precioso, ¡me encanta!

-Lo he diseñado yo mismo, no hay otro igual, es único.

YiBo se apresuró a quitarse el que llevaba y se lo puso sin dejar de admirarlo en su muñeca.

-Lo siento, no tengo nada para ti, no pensaba que estábamos celebrando algo especial...

-Sé que has ido al hospital a ver a mi madre cuando yo no estaba, le interrumpió Zhan. No has dejado de mandarle rosas blancas porque sabías que son las que más le gustan, te lo dijo mi padre. Has enviado a los mejores especialistas en cáncer terminal que encontraste para que se ocuparan de su caso personalmente y , no sé qué más habrás hecho porque no me lo vas a decir, te conozco.

-Pero...

-Eres el mejor amigo que nadie pudo soñar jamás y yo he tenido la suerte de encontrarte. No te merezco, no soy digno de ti, créeme.

-¡No digas eso, por favor! Si no fuera porque tú eres así tal vez yo no me hubiera comportado de esa forma y... ¡no quiero que cambies!

-Debo hacerlo, mi querido YiBo y lo primero que tengo que conseguir es ganarme mi propio respeto. Me he comportado como una auténtica princesita llorona, tenía razón mi amiga después de todo. No superé los malos tratos de mi ex novio, simplemente los escondí tras la cortina de humo del alcohol, las fiestas y los servicios comunitarios mientras por dentro estaba desgarrado, roto, con la autoestima por los suelos. He sido un hipócrita, un mezquino y un cobarde. No me enfrenté realmente a mis problemas, lo hicisteis vosotros por mí, mis amigos del alma. 

UNO DOS TRES... PERDÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora