Capítulo IV: La ropa de la cabaña

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No estaba segura de si el camino que estábamos tomando era el correcto

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No estaba segura de si el camino que estábamos tomando era el correcto. En la pesadilla todo había sido demasiado confuso. Pero algo sí tenía claro y era que se trataba del mismo bosque. Aún recordaba con precisión los olores del sueño y coincidían con los del lugar, por absurdo que sonara.

—Ela, creo que ya nos perdimos —musitó Alex.

Lo miré sobre mi hombro. Sus ojos estaban achinados por el sol y su piel morena resplandecía con pequeñas gotas de sudor por culpa del intenso calor de fines de verano. Tanto él como Dora portaban rostros demacrados, con un ligero toque de incredulidad. No confiaban en que lo que les había dicho del sueño fuera verdad.

—No creo que sea buena idea guiarnos por algo que pasó en una pesadilla, Ela, nadie más que la policía y los que reportaron el cadáver saben dónde queda la cabaña —se quejó Pandora por cuarta vez.

—Pero nadie más que la policía encontró el cuerpo —contradijo Alex.

—¿A qué te refieres? —indagó Dora.

Eso era lo mismo que quería preguntarle yo.

—¿No lo saben? La policía fue quien encontró el cuerpo, estaban revisando el área, escuché a mi papá cuando hablaba de eso con mi mamá, ya saben cómo es él, conoce a todos en el pueblo...

—La policía me dijo que unos jóvenes reportaron el cadáver —corté su divagación.

No comprendía nada.

—Te mintieron, por eso no hay sospechosos, la policía encontró el cadáver, no había ni una sola huella en el lugar, solo las de Ada —defendió Alex.

Nos detuvimos en un pequeño claro. Dora y yo nos giramos en su dirección y él se removió incómodo.

—Tu tía lo sabe, eso también se lo escuché decir a mi papá —agregó. Su rostro enseguida se tintó de arrepentimiento.

—¿Qué más sabes, Alex? —Mi tono de voz fue duro. Odiaba que me ocultaran cosas tan importantes.

—Eso era todo lo que sabía, Ela, lo juro.

Lo miré a los ojos y él me sostuvo la mirada, lo que me confirmó que decía la verdad. Alex jamás había logrado mentirle a alguien y mirarlo a los ojos al mismo tiempo, siempre corría la vista y aguantaba la respiración.

—Te creo.

—Pero yo no —replicó Dora y se aproximó más a él, con la postura más intimidante que poseía.

Iba a decirle que lo dejara tranquilo, sin embargo, algo que resplandecía en el suelo me distrajo. Me agaché para revisar de qué se trataba y me encontré con un dije con forma de letra «A». Lo reconocía, era de Ada, se lo había regalado Dora el año que se conocieron. No sabía que ella lo había llevado a la fiesta.

Observé el entornó y noté un tronco caído a un metro de donde se encontraba el colgante. Caminé hacia allí y me posicioné detrás del árbol muerto. Entrecerré los ojos e intenté rememorar la imagen exacta de la pesadilla.

Noche de tormenta (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora