Capítulo XXII: Muertos

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A la mañana siguiente, las clases se suspendieron

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A la mañana siguiente, las clases se suspendieron. Habían encontrado los cuerpos de Dora y de Jason en la cabaña. Según la información que reveló la policía, ellos llevaban muertos desde la mañana del día anterior. Habían sido asesinados, los cortes en sus cuerpos eran similares a los de los rituales, con la única diferencia de que estos había sido producto de un cuchillo. Los padres de Dora estaban devastados cuando fuimos a verlos. Nosotros nos sentíamos tan culpables. Lo que nos llamó la atención es que no supimos nada de los padres de Jason. Alex y yo sabíamos qué él era mayor de edad y que había repetido dos años, por eso iba al mismo curso que nosotros. No obstante, desconocíamos que había venido solo al pueblo.

—Tenías razón —suspiró Alex. No importaba lo mal que ellos dos le habían caído, él tampoco había deseado que el demonio los asesinara.

—Desgraciadamente —me lamenté. No podía parar de pensar que él los había asesinado por mi culpa.

—Quiero que dejes de torturarte, Ela, no fue tu culpa —me pidió Norman. Era lo mismo que Alex llevaba diciéndome todo el día.

—Si yo no hubiera comenzado a tomar esas pastillas, él no habría recurrido a asesinarlos para llamar mi atención —repliqué y me levanté de la silla para encaminarme hacia las escaleras.

Norman se quedó en el comedor y Alex me siguió hasta su cuarto. Nos sentamos en nuestras camas y permanecimos en silencio.

—Si está tan desesperado por llamar tu atención, es porque falta poco para la próxima noche de tormenta. Se le debe estar acabando el tiempo —comentó Alex.

No dije nada.

—Me voy a fijar en el pronóstico, tal vez aparezca algo —avisó al mismo tiempo que sacaba su celular del bolsillo trasero de su pantalón—. Ela —me llamó luego de unos segundos.

Lo miré con cansancio. No me sentía muy bien. Mi mente no paraba de repetirme que la muerte de Dora y de Jason era mi culpa.

—Mañana por la noche va a ser la próxima tormenta —susurró con sus ojos muy abiertos por el asombro y espanto.

Él no era el único a quien se le estaba acabando el tiempo.

—¡No te quedes así! ¡Tenemos que hacer algo, no podemos permitir que él te asesine! —exclamó levantándose de su cama para acercarse a la mía. Sus ojos verdes brillaban con determinación.

—Alex, no creo que podamos hacer mucho...

—No digas eso, hasta ayer, estabas muy decidida a asesinarlo, no puedes cambiar de opinión ahora —masculló y me tomó por los hombros para que no me acostara—. No voy a dejar que te rindas, eso sería dejarlo ganar.

Pero él ya había ganado. Lo había hecho desde hace mucho tiempo y yo había tardado mucho en notarlo. Había matado a mi madre, luego a mi padre, a mi única hermana y ahora a una de mis amigas y a otro chico inocente. Él había ganado, no había mucho más que pudiéramos hacer.

Noche de tormenta (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora