Capítulo XII: Conversaciones clandestinas

3.3K 429 72
                                    

Abrí los ojos de golpe al mismo tiempo que me sentaba con un movimiento brusco

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Abrí los ojos de golpe al mismo tiempo que me sentaba con un movimiento brusco. Había despertado de otra pesadilla. Siempre era lo mismo, el demonio de ojos verdes, persiguiéndome por alguna parte del pueblo hasta que, de manera misteriosa, terminaba metida en el bosque, en dirección a la cabaña. Él se burlaba de mí, parecía amar verme sufrir.

A veces me hablaba, me susurraban en medio de mi escape lo mucho que le divertía ese juego, esa cacería infinita. Me decía que esa era su parte favorita del ritual, acechar al menor de los gemelos, jugar con su mente hasta que, un día, se entregaban a su voluntad, suplicándole que los matara.

También mencionaba el enorme parecido que tenía con mi madre y los rasgos que compartía con mi padre. Otra cosa que él amaba hacer era torturarme con ese tema, la ausencia total de una figura paterna en mi vida. Él metía en mis sueños a un hombre que decía ser mi padre y que, luego de ganarse mi confianza, me entregaba al demonio. Pero esos solo eran las pesadillas más simples, las que me daba como un pequeño respiro por casi lograr escapar de sus garras omniscientes.

El celular en la mesita de luz vibró con la llegada de un mensaje. Me estiré en medio de un bostezo y leí lo que Alex me había mandado, sin desbloquear la pantalla. «Mi padre no está, creo que no volvió de la casa de tu tía» decía el texto. Fruncí el ceño, yo había visto claramente como Norman salía de mi casa y se iba en su auto. «Se fue hace horas» le respondí. «Sí y llegó a mi casa y luego se fue, me confundí cuando escribí el mensaje y puse un "no" que no iba» respondió al instante. Bloqueé la pantalla y sostuve el teléfono en la mano. No escuchaba nada extraño en la casa.

Solo para estar segura, me levanté de la cama, con la intención de hacer el menor ruido posible, y me aproximé a la puerta entreabierta. Salí de mi cuarto , esquivé a Max, que estaba dormido en frente de la entrada, y me arrimé por las escaleras. Casi al instante, me llegó el casi imperceptible murmullo de una conversación.

Suspiré, Alex volvía a tener razón; ya se estaba convirtiendo en una rutina insoportable.

Bajé cuatro escalones y me aseguré de que mi tía y el padre de Alex no estuvieran en un lugar donde pudieran verme. Al comprobar que no era así, terminé de descender la escalera con sumo cuidado y con pisadas tan suaves que ni yo llegaba a escuchar.

Estaban en el comedor. Me arrimé al arco que daba a esa parte de la casa y me acomodé con la espalda apoyada en la pared. De esa forma, si ellos se acercaban, iba a tener el tiempo necesario para salir corriendo hacia el cuarto de lavado sin que me notaran.

—Me preocupa Elma, Norman, ella nunca fue muy fuerte y con todo lo que está pasando, temo que ella sola se entregue a él —le comentó mi tía.

Su comentario me ofendió en muchos sentidos, también me dolió. Era cierto que había pasado por un periodo difícil de mi vida, donde veía todo negro, que casi no hablaba y dormía muy poco. Sin embargo, dentro de mi desesperación había sabido pedir ayuda, ya sin poder soportar ni un día más sintiéndome de esa manera. Con el tiempo y ayuda de una psicóloga, había mejorado.

Noche de tormenta (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora