Capítulo XX: La utilidad de los cuerpos

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Mi tía salió de la casa con una pila de fotografías en su mano

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Mi tía salió de la casa con una pila de fotografías en su mano. En silencio, me las tendió y las tomé sin saber muy bien qué hacer con todas ellas o por qué me las entregaba. Lo comprendí en cuanto mis ojos se posaron sobre la primera imagen. Era mi padre, se veía muy parecido a su versión de las pesadillas, con la única diferencia de que en esa foto sí se veía feliz. Nos estaba cargando a Ada y a mí al mismo tiempo que reposaba su cabeza en el hombro de mi mamá. Parecíamos una familia de verdad.

Tuve que morder mi labio para que no comenzara a temblar. Las emociones se acumularon en mi pecho. No sabía cómo reaccionar. Apenas unas horas atrás había descubierto que él no nos había abandonado, que quiso quedarse con nosotras. Todavía no era capaz de procesar todos esos años de rencor que comenzaban a transformarse en una pesada tristeza.

—Sé que no quieres hablarme ahora, Elma, pero esas son todas las fotos que tengo de tu padre, todas las que mi padre no destruyó. —Se detuvo un momento, sin poder mirarme a los ojos—. Todavía hay mucho que no sabes, pero yo no soy la única familia que te queda, la madre de Caleb vive en Puerto Rico, ella quería quedarse con la custodia de tu hermana y la tuya, pero Norman me ayudó a conseguirla y ella se fue porque no podía soportar el dolor de haber perdido a su hijo y a su esposo, tampoco el no tener a sus únicas nietas... —Dejó salir un suspiro llenó de arrepentimiento—. Tu padre las amaba, estaba dispuesto a dar todo de sí para que ustedes no tuvieran que pasar por todo esto, y sé que él estaría muy orgulloso de lo fuerte que estás siendo. Y, solo para que lo sepas, eras su favorita, él fue quien te puso el apodo de Ela.

Retrocedió un paso y se detuvo. Me miró una vez más y asintió conforme con algo.

—Norman ya sabe que ustedes leyeron los diarios, dijo que a partir de hoy te vas a quedar en su casa, para poder cuidarte mejor, yo estoy de acuerdo. También accedió a conseguirte los somníferos.

Terminó de hablar y me dejó sola en la entrada de la casa. Deslicé mi espalda contra el marco de la puerta y quedé sentada en el piso. Revisé cada foto y más de una provocó que las lágrimas se escaparan de mis ojos. Sentía una fuerte nostalgia. En esas imágenes estaba plasmada la familia que jamás volvería a estar a mi lado. Ya no tenía padres, tampoco una hermana. No tenía a nadie.

 No tenía a nadie

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Noche de tormenta (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora