Epílogo: Las próximas en la lista

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La risa brotó de su garganta y retumbó en cada rincón del bosque

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La risa brotó de su garganta y retumbó en cada rincón del bosque. El chico se detuvo asustado. Se giró sobre sus pies y lo buscó, desesperado. El temor impregnaba cada centímetro de su rostro. Un relámpago iluminó el cielo y lo sobresaltó. No pudo aguantar más, siguió con su corrida sin importarle que se estaba adentrando cada vez más en el bosque. Escuchó sus pasos, el ruido era suave, casi musical. Estaba cerca, demasiado.

—Por favor, por favor... —rogó a la nada.

Sus ojos oscuros estaban impregnados de lágrimas.

La risa del demonio surgió una vez más, a pocos pasos de él.

—Miles —lo llamó el ser de ojos verdes.

El chico se negó a mirarlo. Le aterrorizaba descubrir su rostro.

—¡No! —gritó y siguió corriendo.

Su pierna le dolía, demasiado. En una de sus muchas caídas se había torcido la rodilla y por mucha adrenalina que corriera por su cuerpo, el dolor era cada vez más insoportable. Él estaba seguro de que no podría aguantar mucho más tiempo.

La risa retumbó justo en frente de él y una enorme sombra se proyectó a unos metros. Miles se paralizó. Él no comprendía lo que estaba pasando, no tenía idea de a qué se estaba enfrentando, no obstante, pronto comprendió que se trataba de algo sobrenatural.

—¡No! —volvió a gritar cuando el demonio susurró su nombre.

El juego había cambiado.

—¡Basta! —chilló el chico y echó a correr sin dirección.

El demonio siguió atormentándolo, guiándolo por un camino que estaba marcado.

El chico tropezó y desde el suelo pudo percibir la luz. No muy lejos de él había una cabaña. Se levantó esperanzado y corrió hacia allí.

—¡Ayuda! ¡Por favor, ayuda! —gritó a medida que avanzaba.

Y se detuvo, la casa se veía abandonada. Se encontraba demasiado corroída por el paso del tiempo como para que alguien habitara en su interior.

—Miles —insistió el demonio.

El chico negó con su cabeza, no iba a entrar.

Intentó correr lejos de allí, de la trampa que le había tendido el ser, mas no pudo. Sintió como su estómago era atravesado por una aguda puntada de dolor. Bajó sus ojos y descubrió que su remera comenzaba a mancharse de un color oscuro. Gritó tanto por la agonía del corte como por el pánico y se dejó caer al suelo. Los cortes en sus muslos no tardaron en aparecer.

—Por favor —suplicó al ver los ojos verdes del demonio resplandeciendo a lo lejos.

Sintió algo caer a su lado. Con las pocas fuerzas que tenía, se giró para descubrir que se trataba de un pequeño portarretrato que contenía una fotografía. Sollozó. En ella podía apreciar la imagen de su hermano gemelo y de él.

—Por favor —insistió, eso era lo único que podía hacer, suplicar por clemencia.

—Espero que comprendas el mensaje, Carter —susurró el demonio al inclinarse sobre el cuerpo del chico.

Segundos después, Carter despertó a varios kilómetros del bosque, en el pueblo de Cilcon. Su corazón martilleaba con fuerza y su cuerpo estaba bañado en sudor. Y las imágenes de la pesadilla no escapaban de su mente.

Luego de colocar el cuerpo en el sótano de la cabaña, el demonio salió del bosque

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Luego de colocar el cuerpo en el sótano de la cabaña, el demonio salió del bosque. Caminó oculto entre las sombras del pueblo hasta que llegó al lugar que deseaba. Sentía su energía pululando por el lugar. Frente a él se erguía una casa de dos plantas que conocía muy bien. En su interior, estaban las únicas dos sobrevivientes a sus rituales, y las víctimas perfectas para su próximo ritual. Sonrió. Sabía que Elma dormía plácidamente en su cama, creyendo que su ridículo plan había funcionado, que su amiguito había conseguido acabar con él. Pero no era así, si el chico no se hubiera abalanzado sobre él, el ritual habría fracasado. Gracias a la sangre de Elma que había adquirido de la remera del chico había sobrevivido. Había completado el ritual segundos antes del plazo límite, pero también había quedado débil. Tuvo que pasar todo un año recargando energías para poder sobrevivir.

Y ahora estaba devuelta, con la imagen del castaño, del niño estúpido que lo había enfrentado para salvarla a ella, a Elma. Rio con gracia y suspiró. Tal vez Elma y Ludovica se habían salvado, pero la última le había proporcionado la fuente perfecta de energía, la que le iba a permitir no depender de un ritual nunca más. Podía sentirlo en ellas, en Mika yen Luz, podía sentir su poder correr por sus venas. Él no había requerido mucho para saberlo, sus rostros, sus ojos, sus personalidades, eran idénticas a él. Y era perfecto, porque luego de volverlas parte de su ritual, de absorber su energía vital, él se volvería invencible, ya ningún otro niño impetuoso podría amenazar su existencia nunca más.

Noche de tormenta (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora