Capitulo 3.

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La mañana siguiente fue un poco extraña para Harry, demasiado extraña a decir verdad, habían varios factores que podían estar influyendo para que sea así, sin embargo el anteriormente niño de oro sabía la razón exacta.

Lo primero que sus ojos habían captado al despertar eran las decoraciones en verde y plata que estaban por literalmente toda la habitación, y eso solo le hizo recordarse las tantas diferencias que habían entre su otra vida y esta.

No, Harry ya no era aquel ingenuo Gryffindor que no conocía nada de la magia por vivir con su familia muggle, aquel que se dejaba guiar por supersticiones e ideas tontas. Ahora era un Slytherin que nació y creció en una familia sangre pura, conociendo el amor y todo sobre la magia desde que prácticamente aprendió a hablar. Un niño que sabía como era la vida aunque aún no la "vivía" realmente.

Así que siguiendo la rutina que había adoptado desde pequeño se esmeró en que su imagen estuviera impecable, como todo slytherin hacía, se encargó de dar una buena impresión completa, claro, exceptuando su desastroso cabello que prácticamente tenía vida propia, nunca había podido manejarlo, ni en esta vida ni en la otra.

Una vez se aseguró de que todo estuviera en su lugar se encaminó hacia la puerta, dispuesto a buscar a sus amigos en la sala común donde suponía que debían estar, algo qué tal vez habría logrado de no ser por el cuerpo que se abalanzó sobre él apenas abrió la puerta, regresándole hacia dentro de la habitación en un movimiento limpio.

—¡Pequeño Harry! —exclamó el hasta ese momento desconocido mientras apretaba más su abrazo sobre el.

—¡Altair! —se aferró fuertemente al chico una vez reconoció la voz. Altair era alto, su cabello era castaño oscuro y siempre estaba perfectamente peinado, ojos oscuros y piel blanca aterciopelada, un chico de ensueño sin duda y Harry nunca se cansaría de repetirlo—. También te extrañe, pero ya te he dicho que no me digas "pequeño", no es mi culpa que midas dos metros —se quejó en voz alta antes de separarse del más alto.

Pero no recibió una respuesta alguna, ni una sonrisa como lo había estado esperando, la mirada de Altair estaba clavada tras el, una mirada que nunca había sido dirigida hacia él. Harry se giró lentamente en un estado confundido y entonces medio entendió la situación, Regulus había despertado y se encontraba sosteniendo la mirada de su amigo con la misma frialdad que esta reflejaba.
Ninguno dejándose doblegar por el otro y sabía que eso no podría terminar bien.

—Ouh... Lo siento Black, no quisimos despertarte —se excuso al comprender que tal vez ese era el motivo del enojo del menor de los Black, al parecer se habían excedido un poco con los gritos.

Tomó la mano de Altair en un movimiento rápido y tiró de él hasta sacarlo de la habitación, cerrando la puerta a sus espaldas y guiándolos a ambos hacia la sala común, lo que menos quería era que aquel malentendido terminara en unos hechizos.

Y Merlin sabía que su amigo era capaz de hechizar al contrario.

Una vez en la sala común Harry miró el lugar con atención, habían algunos chicos y chicas de diferentes años charlando animadamente y luego de un par de segundos logró visualizar a sus dos nuevos amigos, quienes se encontraban en un sofá discutiendo algo de forma animada. Harry se situó frente a ellos con una pequeña sonrisa antes de sonreírles a modo de saludo a lo que los otros dos respondieron de la misma forma.

—Ambos querían ir a buscarte, pero los persuadí de ir yo mismo —comentó Altair mientras ambos chicos se levantaban para comenzar a caminar hacia el gran comedor, a donde varios Slytherin ya se dirigían también.

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