Día 2: Robado.

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One-shot.
Basado en el headcanon donde Reigen sufrió maltrato en su infancia.
No parejas.

~•~•~

Todos han llegado a pasar por cosas malas, es parte natural de la vida, no todo es color de rosa. Reigen no había tenido una niñez ni juventud muy agradable, esos recuerdos trataba de enterrarlos cosa que era imposible, tuvo que aprender a lidiar con ellos y aceptar que ese fue su pasado, solo su estudiante, Mob, sabía de eso porque es el único con el que se sentía bien para decírselo, eso y que el adolescente lo terminó descubriendo por haber estado en el lugar equivocado al tiempo equivocado.

Había sido un día de trabajo sin muchos clientes llegando al negocio, aburrido y lento, Mob concentrado en sus tareas y Reigen tecleaba algo en su laptop, el silencio no era molesto, ya se había acostumbrado a este gracias a su alumno, de poco en poco empezó a disfrutar los momentos callados del día, eran reconfortantes. El día anterior había sido el cumpleaños número 13 de Shigeo por lo que no había ido a la oficina, el adulto admitía que había extrañado su presencia y demasiado, pero solo a sí mismo, no lo diría en voz alta. De repente el teléfono comienza a sonar, creyendo que sería un cliente contesta a la llamada utilizando su tono de voz de negociador, todo bien hasta que termina su presentación porque reconoce inmediatamente la voz que está al otro lado. Era un viejo recuerdo que creyó haber dejado atrás hace un tiempo, tal parece este logró encontrarlo. Su padre jamás fue una buena persona, le hizo mucho daño a él y a su madre, odiaba como con el simple sonido de su voz el miedo revivía y se sentía como el Arataka que apenas aprendía a sobrellevar su situación de aquel entonces.

Aprieta un poco el teléfono y pretende escuchar las palabras del hombre, se siente congelado, no puede hacer algo, está asustado y quiere huir. Solo quiere desaparecer y olvidar todo, fumar un cigarro quizás y quedarse despierto hasta tarde viendo programas aburridos en la televisión para perderse en las horas de la madrugada. Pero ese era su presente, un regreso de un fantasma que creía haber eliminado de su vida, lástima que este no pudiera ser exorcizado.

—Lo siento, número equivocado.—es lo único que logra articular después de largos segundos callado sin haber prestado atención a lo que el otro había dicho. Cuelga descaradamente con una sonrisa fingida y prosigue su trabajo en su laptop.—Odio cuando pasa eso.

—¿Maestro?

—¿Qué pasa Mob?—no puede verlo, siente que si lo hace lo leerá completamente y sabrá que algo anda mal y no quiere romperse frente a su alumno.

—¿Se encuentra bien?

—Por supuesto.

—¿Entonces por qué llora?

Oh. No mentía, tenía lágrimas en sus ojos. ¿Por qué no las había notado? Lleva sus dedos a su cara y siente la humedad, no logra entenderse, se tiene desprecio por no sobrellevar la situación con madurez como el adulto que es, en lugar de eso se encuentra en medio de una crisis que está fuera de su control. Es patético, una tontería el ponerse tan mal por algo que según él ya había superado. Niega mientras limpia las lágrimas con la manga de su saco, no sabe cómo excusarse sin sonar demasiado débil.

—¿Maestro Reigen?—insiste Mob ahora de pie frente a él, se nota a leguas que no sabe cómo actuar.

—Tranquilo, estaré bien.—asegura, pero sabe que es una vil mentira.

—Si quiere hablarlo lo escucharé.

—Es gracioso—sonríe con tristeza—Se supone que soy yo el que debe darte apoyo a ti, no que tú cargues conmigo.

Termina tomando valentía y le cuenta su historia, no había otra salida, debía ser sincero y hablar por al menos una vez en su vida de esto que tanto lo había marcado. Explica del maltrato emocional que sufrió gracias a su padre y como en un punto dado pasó a ser físico también, mencionó como no podían detenerlo por temor y también cuando fue valiente y se levantó para defender a su madre. Era algo de lo que se sentía sumamente orgulloso a pesar de que cada que trataba de pararlo terminaba recibiendo un castigo peor. Antes de continuar agrega que el maltrato físico no era tan malo, pero a final de cuentos seguía siendo violencia y no debía hacer menos el problema. Su historia termina con su padre abandonando la casa, aunque a partir de ese punto por un tiempo tuvieron dificultades las cosas para él y su madre eran mucho mejores.

De nuevo Mob no está seguro de cómo se supone que debería actuar, esto es algo nuevo con lo que lidiar. Dudoso procede a abrazar al adulto con fuerza para al menos tratar de asegurarle que ahora todo estaba bien. Palabras no fueron necesarias, Reigen y Mob sabían entenderse y ese abrazo fue suficiente para hacer sentir mejor al mayor, ambos se quedaron así unos minutos en silencio, la situación volvió a parecerle graciosa a Reigen ya que él era el adulto y era quien estaba recibiendo ayuda emocional de un alumno de secundaria. Se siente tan pequeño en esos momentos y quiere llorar aún más, pero no lo hace. Le duele la cabeza de tanto pensar y recordar, solo quiere que todo termine, volver a su vida en la que fingía que su pasado no había ocurrido y vivía con calma. Esa maldita llamada… Su voz seguía en su cabeza resonando una y otra vez causándole un escalofrío, comparado con la imagen de su padre él era diminuto e indefenso. Se odia tanto porque le sigue dando el gusto de que sus palabras le hieran, asco se tiene también y sabe que ha sido humillado.

Idiota. Sí, era un idiota demasiado débil. Tal vez su padre tenía razón después de todo. Recuerda las zonas de su cuerpo que siempre tenía adoloridas por su culpa, y como si de magia se tratara podía sentir el dolor palpitante exactamente como en esos días, era de nuevo aquel niño al que le habían robado la oportunidad de tener una infancia plena y feliz.

Lo último que le quedaba era aferrarse al apoyo que su estudiante le daba en esos momentos.

October Memories/Angstober 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora