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GAVIN, JACK Y EL PERRITO FALDERO del segundo mencionado, de nombre Volkov, estaban detrás del espejo de dos vías mirándome entrar a la sala de interrogatorios con un par de documentos en mano

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GAVIN, JACK Y EL PERRITO FALDERO del segundo mencionado, de nombre Volkov, estaban detrás del espejo de dos vías mirándome entrar a la sala de interrogatorios con un par de documentos en mano.

El hombre que había golpeado en la planta baja de aquel edificio estaba frente a mí. Cabello negro con ojos rasgados, su nariz era recta y su perfil afilado, extrañamente atractivo para alguien metido en la mafia.

Tomé asiento frente a él y empecé a analizar sus rasgos.

Se encontraba sereno, no veía ningún gesto de diversión en él.

Dirigí mi mirada hacia sus manos, las cuales se encontraban sobre la mesa con quemaduras de cigarrillo en ellas y heridas profundas junto con cicatrices.

—¿Por qué tus manos están maltratadas?— Esperé en silencio a que respondiera, pero él jamás me dirigió la mirada.— Eres Park Ho-Dae, eres de Corea del Sur. Llegaste aquí hace cinco años con tus dos hijos: Park Cho-Doh y Park Don-Sun.— Cuando hice la mención de sus hijos, noté que su mandíbula estaba tensa al igual que su postura.— Cho murió a la edad de cuatro años siendo...

Ho-Dae intentó levantarse bruscamente de su silla pero no lo logró, ya que sus manos se encontraban con esposas a la mesa metálica.

—¡No involucres a mis hijos en esto!— Gritó enfurecido con su ceño fruncido.

No dije nada para tranquilizarlo, sabía que a él no le favorecería en lo absoluto no calmarse.

El surcoreano pareció darse cuenta de su reacción e intentó mantenerse calmado, pero su respiración pesada y su ceño fruncido hacía ver que seguía hostil.

—¿Qué papel tomabas con Los Verdes?— Cuestioné y como la primera pregunta que hice, no contestó.— ¿Quienes eran las demás personas que trabajaban contigo?— De nuevo, no contestó.— Creo que no comprendes la situación; ellos te mandarán a perpetua si no hablas y no habrá oportunidad de ver a tu hijo.— Hablé con firmeza y frialdad.

—¡No!— Exclamó levantando su mirada con preocupación.— Por favor, no hagas que me prohiban ver a mi hijo.

—Entonces, confiesa.— Pido con voz pacífica y sin alzarla.

—Yo...— Su voz se escuchaba rota y quebradiza, débil.— No puedo.— Murmuró agachando de nuevo su mirada.

Azoté mi mano contra la mesa haciendo que se sobresaltara.

—Ejecutada por El Sistema.— Me empecé a levantar de la silla aun teniendo mi mirada en él.— Dos balas en su pequeña cabeza y otra en el estómago, querían asegurar su muerte, ¿eh?— Sus manos se encontraban apretadas y sus ojos estaban cerrados con fuerza.— ¿Por qué Cho fue ejecutada por ellos? ¿Tenías algo que ver en ello? ¿Les debías dinero?— Me coloqué justo en un lado suyo y me agaché un poco.— Dejaron su pequeño cuerpo en el mismo lugar que la asesinaron.

𝐇𝐄𝐀𝐓𝐇𝐄𝐑; JACK CONWAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora