viii.

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MIS DEDOS ENGUANTADOS GOLPEABAN CON suavidad el volante mientras esperaba pacientemente a que dieran la señal para comenzar la captura de los delincuentes

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MIS DEDOS ENGUANTADOS GOLPEABAN CON suavidad el volante mientras esperaba pacientemente a que dieran la señal para comenzar la captura de los delincuentes. Principalmente, quería salvar a la niña de las manos de esos raros hombres.

— ¿Me copias, Heather?— La voz perteneciente de Jack en la radio que estaba en un lado mío interrumpió mis pensamientos.

Tomé la radio con mi mano derecha para acercarlo a mí.

— 10-4, súper.

Hubo unos segundos en silencio hasta que habló.

— No la cagues y sigue mis órdenes.

Solté una pequeña risa mientras le daba una mirada al auto de Jack, el cual se encontraba en un lado mío junto con Volkov.

— Intentaré no hacerlo, cambio y fuera.— Coloqué la radio en el asiento del copiloto.

Pasaron unos momentos hasta que por fin Los Verdes salieron de la joyería, subiéndose rápidamente en el auto blanco y en la moto.

El auto blanco había arrancado junto a la motocicleta con rapidez.

— Uno.— Hazlo por la niña.— Dos.— El auto de Jack y el mío arrancaron al mismo tiempo mientras que las motos de Leonidas y los demás policías se habían separado para alcanzar a Los Verdes.

Había pisado el acelerador con fuerza y mis ojos solamente se centraban en el auto en donde se encontraba la pequeña, la moto de ellos no importaba mucho ya que estaba trucada. La adrenalina y el impulso hacían que solamente pensara en la niña, sus ojos temerosos atormentaban mi mente.

Mis manos apretaban con fuerza el volante y justo me había dado cuenta que Jack ahora se encontraba detrás mío.

Las sirenas de los autos de la CNP sonaban con fuerza, el auto blanco en donde venía la pandilla estaba casi cerca mío.

No se dirigían a la playa como la mayoría de pandillas y lo sabía perfectamente porque estábamos en la maldita carretera de Los Santos, muy cerca de los edificios.
Si mi intuición no fallaba, sabía muy bien a donde se dirigían.

Había perdido por completo de vista al auto de Jack y las motos, solamente quedábamos la pandilla y yo.

Los Verdes se estacionaron libremente fuera de un edificio, sus fusiles estaban en mano y se adentraron con rapidez al edificio.

Un edificio que se calculaba perfectamente como para que un helicóptero los recogiera.

Antes de haber arrancado de la joyería Vangelico, me había colocado un cinturón que la mayoría de veces llevaba en el maletero cuando en Detroit tenía algún caso o misión.

Los cuatro cuchillos arrojadizos negros estaban acomodados en orden en un lado de mi cinturón, mientras que en otro se encontraba mi Colt Phyton, mi revólver que Gavin me había regalado en mi cumpleaños y el revólver que pararon de fabricar

Me bajé rápidamente de mi auto pero con agilidad me agaché ya que dos de ellos empezaron a disparar hacia mí dirección.

— Maldita sea.— Murmuré con enojo cubriéndome de los disparos mientras cargaba con rapidez mi revólver. Tomé uno de mis cuchillos y con rapidez me asomé para lanzarle el cuchillo con certeza al que se encontraba en el lado derecho, justamente en el lugar en donde se encontraba el corazón.

— ¡Hija de puta!— Exclamó con furia el otro, el cual se acercó hacia mi escondite siendo guiado por la ira.

Era lamentable que para ser uno de su rango, no sabía que no debía llevarse por los sentimientos en momentos como estos.

Con rapidez salí de mi escondite con mi revólver en mano y disparé hacia su rodilla, provocando que se agachara ante el dolor haciendo que me acercara rápidamente al hombre y golpearlo en el estómago.

Aventé el fusil lejos de él para así adentrarme al edificio y seguir a los que restaban.

Anteriormente mis pies dolerían pero eso era cuando fui solamente una alumna, lo que ahora soy es ser más que una agente.
Corría con rapidez y esquivaba a las personas que se topaban en mi camino, sabía perfectamente que Jack no tardaría en llegar ya que escuchaba la sirena de las patrullas muy cerca.

Había llegado por fin a la azotea y con fuerza empujé la puerta de metal, haciendo que Los Verdes me vieran con sorpresa mientras se acercaban más a la orilla de la azotea.
Los apunté amenazando con disparar mientras los miraba.

— Suelta el arma o dispararemos a la niña.— Al decir eso, solté el arma a unos cuantos metros detrás mío.— Es increíble que sigas queriendo trabajar con los cerdos siendo alguien superior que trabaja como una simple agente de policía.

— Es algo que no te interesa, anormal de mierda.— Espeté mirándoles con serenidad.

Moco se acercó a mí con lentitud.

— Tendrías tantas oportunidades si te adentras a este mundo, Heather.— Cuando estuvo enfrente mío, colocó su mano derecha en mi mejilla acariciando de ésta.— Tendrías a todos a tus pies, eres poderosa solamente que no te das cuenta de lo que realmente eres.

— ¿Por qué no mejor te alejas de ella, capullo?— La voz antipática de Jack se escuchó a mis espaldas haciendo que Moco desviara su atención al recién llegado.

Aprovechando la distracción, lo empujé con fuerza con una patada y rodé en el piso para alcanzar mi revólver, no dudé ningún segundo en disparar en el pecho al que se encontraba cerca de la niña mientras que Jack había disparado en el estómago al otro.

Conway intentó acercarse a mí pero lo evité dirigiéndome directamente hacia la pequeña, la cual se encontraba agachada.

— Querida, ¿te encuentras...— No pude terminar mi frase pregunta ya que la mencionada me había apuntado rápidamente con una 9mm.

— ¡Mataste a mi papá!— Exclamó con lágrimas en el borde de sus ojos.— ¡Lo mataste! ¡Lo mataste!— Ambas de sus manos estaban temblorosas, estaba escuchando como su voz se quebraba cada vez más.— Él solamente...— Y no pudo terminar su frase ya que rápidamente Greco se había acercado y le había quitado el arma.— ¡No, no, suéltame!— El de barba la abrazaba con fuerza para que no lograra escapar.

No podía creer realmente lo que estaba viviendo.
Había presenciado por completo como la hija de un delincuente veía morir a su padre, con sus propios ojos y con una temprana edad. Sus ojos avellanas denotaban la ira y el odio que sentía hacia mí, sus lágrimas no dejaban de descender hacia sus mejillas.

— Heather, vámonos.— Jack me tomó del brazo con delicadeza acercándose hacia él.— Volkov, encárgate del resto.

— 10-4, Conway.

Mi mirada se encontraba ahora perdida por los pensamientos que me estaban atormentando en esos momentos, el brazo de Jack me rodeaba los hombros de cierta forma para "consolarme" o alguna mierda de esas, pero lo que jamás borraría en mi vida eran esos ojos de la niña, la cual me había visto asesinar a su padre con mi propia arma.

— Tranquila, estarás bien.— No, no lo estaré.— Vamos a la comisaría.

Ojos desolados y llenos de ira.
Ojos tristes y llenos de odio.
Ojos desilusionados y llenos de miedo.

𝐇𝐄𝐀𝐓𝐇𝐄𝐑; JACK CONWAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora