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EL DÍA ERA AMIGABLE Y perfecto, el cielo estaba despejado y estábamos en otoño, por lo que faltaba poco para que el invierno y la navidad se acercase

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EL DÍA ERA AMIGABLE Y perfecto, el cielo estaba despejado y estábamos en otoño, por lo que faltaba poco para que el invierno y la navidad se acercase.

El señor Ross me había invitado a tomar el té, así que ahora me encontraba con el hombre mayor en unas pequeñas mesas para pasar el día.

—Escuché que habrá un baile de navidad en el gran salón, ¿eso es cierto, señorita Azrael?

Según a lo que yo recuerdo, no había escuchado ninguna mención sobre algún evento en diciembre o algo parecido.

—No he escuchado mucho sobre ese rumor, Ross. Supongo que será una sorpresa, falta mucho para navidad.— Respondí, aún dándole más esperanzas al hombre de tez oscura.

—Espero que así sea; hace tanto tiempo que no voy a uno. El último que me invitaron a uno fue junto con mi esposa Helena, pero fue antes de que falleciera.— Su confesión era triste pero él lo hacía ver de una forma en la que eso lo animaba, un recuerdo feliz que lo mantenía con vida.— En esos tiempos, las personas negras no eran invitadas a prestigiosos bailes ni mucho menos a una fiesta. Pero nosotros dos bailamos en las cocinas sin importar en el lugar en el que estábamos, solamente éramos nosotros dos en esa pequeña cocina.— Sus ojos estaban ya cristalizados al recordar ese momento.

Era triste ver como alguien recordaba a la persona que más amó de esa manera, aunque de cierta forma era bello recordar a tu amada de esa manera.

—¿La sigue amando, cierto?

Una sonrisa se formó en su rostro cuando hice esa pregunta tan tonta.

—La sigo amando desde la primera vez que la vi.

Al parecer el único sentimiento que mantenía en tierra a Steven era el amor y sus recuerdos con Helen, la que pareció ser su amada y que lo sigue siendo sin importar los años que haya pasado.
La mayor parte de personas tenía una motivación para seguir viviendo pero yo aún no encontraba la mía.

Había dos horas y media al lado del hombre mayor hasta que cada uno se había ido por asuntos pendientes.

No sabía a qué lugar ir, por lo que opté por ir al lugar en donde pasaba el resto de mi tiempo.

Creí que el lugar estaba sin ninguna persona pero me retracté cuando vi a un hombre sentado en banca que estaba debajo del árbol.

Al acercarme, noté de quien se trataba y era nada más y menos que Jack, el cual tenía sus ojos cerrados y disfrutando de la leve brisa que había.

Su rostro estaba relajado y tranquilo, no tenía su habitual postura tensa y su ceño no estaba fruncido, simplemente tenía una expresión llena de paz.

—Creí que no te dejaban salir.— Hablé, tomando asiento en un lado suyo aún manteniendo mi distancia.

El mayor se sobresaltó, abriendo rápidamente los ojos se dio cuenta que era yo por lo que soltó un suspiro llevando su cabeza hacia atrás.

—¿Qué es lo que quieres?

Creí que me trataría con más amabilidad después de la charla que tuvimos ayer pero tampoco me sorprendía, era alguien frío.

—Fácilmente podría decirle a alguien que estás aquí y te harían tantas torturas hasta verte casi muerto, pero no estoy aquí para acusarte.

Jack soltó una risa llena de burla y sarcasmo, para después mirarme con una ceja alzada y acercarse a mi rostro hasta quedar a unos escasos centímetros.
Por unos momentos creí notar que su mirada había ido directamente a mis labios y que su rostro se había relajado por completo.

Era realmente atractivo de cerca y si fuese en otras circunstancias en donde él no me había hecho que pasara un infierno en el pasado, tal vez hubiese tenido algo interesante con él.

Pero su rostro volvió a ser el mismo de hace unos segundos, borrando por completo esos pensamientos que tenía hace unos breves segundos.

—Me importa una mierda lo que hagas.— Murmuró con su voz ronca y grave, alejando su rostro del mío y volviendo a la misma postura del principio.

Arqueé una ceja con una sonrisa ladeada.

—Aún así no me serviría de nada, necesito respuestas.— Ahora mi rostro al igual que mi voz estaba sereno, no había ninguna pizca de broma en ellos.— Me conociste en mi pasado, quiero saber quien soy en realidad.

El hombre que fue superintendente me miró brevemente y con determinación, tratando de buscar alguna mentira en lo que había dicho.

—¿Qué es lo último que recuerdas de mí? Antes de que nos peleáramos en ese callejón.— Su tono parecía esperanzado pero sabía disimularlo bien.

Inmediatamente, ese recuerdo en la Torre Meinkord vino a mi mente. Su arma disparando directamente en mi hombro e hiriéndome.

—Cuando me disparaste en la Torre Meinkord en mi hombro. Sabías quien era y aún así lo hiciste.

Su rostro se llenó de confusión por mi respuesta pero de repente cayó en cuenta de lo que se trataba y soltó un suspiro, para después tomarme de las manos con delicadeza. De cierta forma no rechacé su tacto, me sentía cómoda.

—Eres Heather Reed o más conocida aquí como la agente de Detroit. Naciste en Los Santos y te quedaste viviendo aquí, pero cuando estuvimos juntos te engañé con otra persona, eso provocó que te fueras a Michigan sin dar aviso a nadie y comenzar una nueva vida allá.

Fue ahí cuando comenzó a narrar mi historia y toda la verdad, desde mi historia junto a él hasta la última vez que habíamos tenido contacto sin necesidad de pelear. Había algo que omitía y sentía que destacaba en todo, pero decidí no preguntar hasta más tarde.

Entonces todo lo que había dicho Gavin fue más que una mentira, fue una maldita traición que había hecho al DPD.

Que grandísimo hijo de la gran puta.

—¿Puedo confiar en ti?

—Depende de quien seas ahora.

Reí ante su comentario y lo miré con gracia.

—Soy la agente Heather Reed de Detroit y nuestra misión es escapar de aquí y derrocar a estos hijos de puta.

Y era aquí en donde mi plan daba por inicio. Conway y yo escaparíamos de aquí sin importar los riesgos que implicaban.

𝐇𝐄𝐀𝐓𝐇𝐄𝐑; JACK CONWAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora