LOS DÍAS ESTABAN PASANDO CON rapidez y ahora Jack y yo estábamos perfeccionando el plan hasta el más mínimo detalle.
Nuestro plan consistía en provocar un incendio en el gran hospital, eso alarmaría a las autoridades y a los bomberos. Los pacientes saldrían con rapidez de ahí mientras que los doctores se quedarían atrapados y si tenían la suficiente inteligencia para arreglárselas, probablemente saldrían con quemaduras de gravedad.
Huiríamos de ahí pero no nos quedaríamos de brazos cruzados, tendríamos que deshacernos principalmente de la mafia.
Habíamos estado preparándonos haciendo explosivos y los colocaríamos en un lugar alejado de los pacientes, también encontramos combustible en uno de los almacenes de afuera, por lo que los ocultamos en lugares clave en donde causaría todo el caos.
Faltaba menos de cuatro días para dar el golpe y estábamos ya casi listos, solamente faltaban las armas que usaríamos por sí las cosas se tornaban más serias.
Estaba con las ropas blancas de todos los días, parecidas a la de los pacientes de ahí y agradecía que éste mes fuera de descanso ya que no soportaba usar un traje blanco todos los días, era insoportable.
Estaba junto al señor Ross tomando nuestro té habitual mientras conversábamos hasta que el tema con el que estaba trabajando salió.
—¿Cuándo será el movimiento?
—Menos de cuatro días para el plan. Lamento que sea justo el día del baile, pero le prometo que después de que usted y yo salgamos, iremos a todos los bailes posibles.
Le había prometido hace un par de días a Ross que lo llevaría conmigo el día del movimiento. Quería agradecerle eternamente por no haberme delatado y porque era alguien de gran confianza, no quería dejarlo varado junto a los demás pacientes.
—Tienes un gran corazón, Heather, no dejes que alguien te lo destroce tan fácilmente. Eres fuerte.
Con el tiempo, me había dado cuenta que las palabras de Steven eran siempre ciertas y sabias. No dejaría que alguien lastimase a la persona que estaba cubriendo todo mi plan, estaba decidida asesinar a cualquier persona que quisiese hacer daño a las personas que quería.
No quería cometer el mismo error dos veces.
La condena aún no se le había afirmado a Lilith, por lo que por ahora estaba en esa celda desde hace un par de días. Era alguien silenciosa, no hablaba y hasta parecía que su presencia era inexistente, era muy cautelosa.
Por ahora estaba sentada en el suelo, con sus ojos cerrados meditando y evitando los comentarios de su compañero de enfrente, el cual la molestaba constantemente.
—¿Podrías callarte de una vez, imbécil de mierda?— Preguntó con cansancio abriendo sus ojos y mirando al hombre con sombrero de pescador roja.
El hombre desconocido para ella sonrió, apoyándose en los barrotes de hierro.
—Oh venga, es un poco aburrido estar en silencio y tenerte a ti sin decir nada.
—Porque no me interesa mantener una conversación contigo.
Lilith cerró de nuevo sus ojos, dispuesta a finalizar la conversación pero ahora la había interrumpido el hombre que estaba a cargo de la comisaría como suplente.
—Deja de molestarla, García.
El mencionado bufó ante la petición del ruso y se tiró de nuevo en su cama, aburrido y dispuesto a dormir.
Viktor se dirigió hacia la celda de la mujer, colocándose frente a ella y ésta, con cansancio, abrió los ojos encontrándose con el ruso.
—¿Qué es lo que quiere, Viktor?
El cuerpo de Volkov se tensó cuando escuchó como la menor lo nombraba por su primer nombre. Normalmente, siempre le decían Volkov u otro apodo por parte de Horacio, pero el nombre de Viktor no le pertenecía en su totalidad, éste le pertenecía al cabrón que tuvo como padre.
—Es la última oportunidad para que confiese todo, Bravo.
La menor soltó un suspiro con cansancio, levantándose del suelo y dirigiéndose hacia el hombre más alto.
—Lo diré todo con una condición.— Cuando vio que el hombre de cabello plateado no hablaba, prosiguió.— Quiero una identidad nueva y un boleto a Hong Kong...— De reojo, miró al hombre que se encontraba detrás del hombre de dos metros y con una sonrisa, regresó su mirada al ruso.— Y también quiero la libertad de ese hombre: García.
El hombre de cabello negro se reincorporó levantándose de la cama y dirigiéndose hacia los barrotes, apoyándose en éstos con una sonrisa.
—Temo que eso no es posible, señorita...
— Entonces tampoco es posible brindarle mi información, Viktor, y la última esperanza que tiene es buscarlos por toda la ciudad antes de que termine muerto.
El contrario se encontraba entre la espada y la pared, quedándose en silencio y pensando acerca de la oferta que le proporcionaba la chica menor.
Acabar con una mafia a cambio de liberar a Segismundo, propinarles una nueva identidad y pasajes a Hong Kong.—Hablaré con mi superior sobre eso.— Fue lo último que dijo antes de irse del lugar, dejando a la mujer con una sonrisa de satisfacción.
Segis miró a la mujer con curiosidad, dispuesto a conseguir respuestas sobre la razón por la que había pedido eso.
—Eh tu, ¿por qué me acabas de ayudar?— Cuestionó a la mujer descansando en la incómoda cama.
—¿Acaso no estás agradecido?
— ¡Claro que lo estoy! Digo, pensé que no te agradaba y...
—Ah eso.— Chasqueó su lengua.— Te ves como alguien que ha pasado por muchos problemas económicos y personales, me haces pensar que quieres ser libre y ser una nueva persona...
—Segismundo.— Terminó por ella con una sonrisa.— ¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
Bravo soltó un suspiro, levantándose de la cama para así encarar al más alto.
—Ninguno de los dos quiere regresar al mundo de la mafia y esas mierdas, ¿me equivoco? aún así, se ve que eres un buen hombre. No quiero verte pudriéndote en perpetua.
—Ni siquiera me conoces.
—Pero tengo el resto de mi vida para conocerlo, señor García.
A pesar que Lilith era una persona callada y serena, podía sacar su encanto a la luz cuando se trataba sobre alguna misión sobre seducir a un hombre para después asesinarlo, eso era lo que hacía en el Ejército Celestial.
Había algo en Segismundo que llamó la atención de Lilith pero aún no sabía lo que era específicamente, había convivido lo suficiente para aprenderse de memoria lo que García siempre hacía en su celda. Era incómodo tener a un hombre delante de su celda, pero al menos éste era respetuoso con ella.
De repente, la presencia del comisario Viktor Volkov se unió al lugar, dirigiéndose directamente a la celda de la mujer joven.
—Su petición ha sido aceptada.
ESTÁS LEYENDO
𝐇𝐄𝐀𝐓𝐇𝐄𝐑; JACK CONWAY
Hayran KurguNadie puede romperme ahora. Nadie puede enamorarme. Nadie volverá a hacerme daño. Nadie sabe lo que pasé. ¿Entonces por qué me siento así? El miedo y los nervios vuelven. Prometí no volverme a sentir así. El trabajo es más importante. La misi...