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JACK ESTABA ARRODILLADO CON LAS manos detrás de su cabeza afuera del gran hospital que jamás había visto

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JACK ESTABA ARRODILLADO CON LAS manos detrás de su cabeza afuera del gran hospital que jamás había visto. Ni siquiera se veía el nombre en el gran edificio.
El césped y la tierra ensuciaban los pantalones holgados blancos que llevaba, ya que llevaba un rato así sin poder bajar sus brazos.

Los pacientes pasaban de largo ante su presencia, ignoraban que estuviera arrodillado con un fusil de asalto apuntando a su cabeza, amenazando con disparar si es que era necesario.

Pocas veces el ruso que se encontraba detrás de él intercambiaba palabras con otro enfermero. No tenía ni idea a lo que se referían, no parecían hacer alguna referencia a alguien.

La puerta principal del hospital psiquiátrico fueron abiertas y de ellas salían dos mujeres de blanco, con la única diferencia que una de ellas era la inocente y la otra era la culpable.

Jack no se había dado cuenta de la mujer hasta que la colocaron frente suya y cuando vio de quien se trataba, era nada más y menos que la agente de Detroit.

—Heather...— Murmuró y trató de moverse pero fue detenido por el ruso, quien le gritó de manera brusca.

A la mujer se le veía en un grave estado. Tenía ojeras en sus ojos y había lágrimas rodeando su rostro, su mirada era opaca y deprimente.

—Debido a su mal comportamiento en nuestra institución y que dos de nuestros enfermeros salieron heridos, hemos decidido castigarlo durante su corto periodo en nuestro hospital.— Elizabeth tocó el cabello dañado de Heather y ésta inmediatamente se tensó ante su tacto, aunque no le dirigió alguna mirada de odio.— No toleramos ninguna falta de respeto, señor Conway.

—¡No!— Exclamó desesperado cuando notó que le habían tendido a la mujer una Glock 17.— Ella no tiene nada que ver en esto, no le hagáis nada.

La doctora Warren miró con frialdad a Jack y se acercó a él.

—Los enfermeros tampoco merecían eso, señor Conway.— Su voz fue severa, no había ninguna sonrisa traviesa en su rostro.— Pero no me deja opción.

—¡No!

Elizabeth rápidamente se dio media vuelta y disparó con certeza en la frente de la mujer rubia, la cual cayó en pocos segundos sin señales de vida.

Los ojos oscuros de Jack se agrandaron al ver el cuerpo de la mujer que amó en el suelo, muerta y con las lágrimas en sus mejillas. La mujer que amó durante tanto tiempo en secreto, la mujer que le enseñó a amar la había perdido, habían arrebatado la vida de aquella mujer de carácter fuerte.

Rápidamente se dirigió hacia el cuerpo inerte de la agente de Detroit y la tomó entre brazos aún sentado. Lágrimas empezaban a descender de sus ojos pero eso era lo menos que le importaba; perdió a la mujer que se había confesado un día antes, había perdido a su Heather Reed.

𝐇𝐄𝐀𝐓𝐇𝐄𝐑; JACK CONWAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora