Estamos Jesús y yo vistiéndonos los dos juntos en mi habitación, disfrutando de los últimos momentos que tenemos juntos ya que hoy es el día. Hoy nos vamos.
Me estoy poniendo la camiseta cuando Jesús me gira y al segundo noto sus labios contra los míos, su lengua jugando con la mía, sus brazos colocados con delicadez sobre mi cintura y mis dedos peinando su pelo una y otra vez.
*en el aeropuerto*
Estamos todos juntos, los mayores ya se están despidiendo y nosotros..nosotros nos estamos mirando como cuatro tontos sin saber que hacer. Ninguno quiere despedirse, pero en media hora sale el avión hacia Madrid y Calum y yo nos tendremos que ir.
Me acerco a Dani. Un abrazo y miles de lágrimas en su hombro. Dos besos en sus mejillas y otro abrazo seguido de más lágrimas y un "Nos volveremos a ver rubia".
Y ahora, ahora toca Jesús, lo más difícil. Me acerco a él con lágrimas que aún me quedan, ya que hace un minuto me he despedido de su hermano. Salto corriendo hacia él enrollando mis piernas en sus caderas y mis brazos fuertemente al rededor de su cuello.
-¿Es necesario dejarlo?-pregunto llorando en su oido-Siempre podemos..
-Mira, lo intentamos unos meses más así ¿vale?
Asiento levemente y lo miro. Esos ojos café que provocan que me pierda, esos labios gorditos que ahora mismo no sonríen, esa nariz chata que absorbe para intentar que más lágrimas no salgan, ese pelo que me encanta peinar una y otra vez. Todo, todo lo vivido junto a él se queda aquí. En Mallorca.
Junto nuestros labios por última vez, y hago que mi lengua entre en su boca para jugar con la suya. Coloco mis dedos por última vez en su pelo, como me gusta hacer y el me agarra fuerte de la cintura ya que sigo encima suya. Nos separamos por un momento y a milímetros de su boca digo:
-Oviedo, eres idiota.
Porque la clave de mi felicidad, es él.