35. Comienza lo que, se supone, será un día especial.

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[Joaco]

La hermana de Leo se fue en la madrugada del día siguiente, llevándose toda mi fortuna y mi anillo con ella.

Pero yo sé que la volveré a ver.

Y eso pasó hace un mes. Ayer fue el último día de colegio y hoy, qué creen... La Graduación.

El día que llevo esperando desde que tengo 7 años por fin llegó. Y cuando tenía 7 recuerdo que mi padre me dijo: "Seré el hombre más feliz cuando te lleve hasta la tarima del colegio y oficialmente seas un graduado, hijo".

Debo hacerlo ser el hombre más feliz y sé que él me llevará hasta la tarima, porque siempre lo tengo conmigo, aunque ya no tenga su anillo.

-Oye, ¿estás bien?

Yo estaba sentado en mi cama cuando Leo se sentó a mi lado y me rodeó con un brazo.

-Sí...- Dije- Solo pensaba en... mi padre. Él quería llevarme hasta la tarima en mi graduación.

Él me rodeó también con el otro brazo y me juntó a él.

-Sé que estaría demasiado orgulloso de tí, Joaco- Dijo- Así como yo lo estoy.

Lo miré a esos profundos ojos castaños que me encantan y lo besé con ternura.

-Te amo- Dije.

-Te amo más- Replicó.

-No, yo más- Dije.

-No, yo más y ustedes dos tienen que apresurarse si no quieren llegar tarde.

Mi madre apareció apoyada en el marco de mi puerta. Leo no me soltó esta vez.

-Claro, mamá- Dije y me levanté.

Leo se levantó conmigo, pero ambos nos quedamos ahí parados sin saber qué deberíamos hacer.

Mi madre soltó una risa desde la puerta y los dos la miramos.

-Les tengo una sorpresa- Dijo.

De atrás de la puerta sacó dos sobres grandes. Luego me dí cuenta que eran dos trajes de gala, uno para Leo y el otro para mí.

Abrí el cierre del mío: Era hermoso. El saco y el pantalón eran de una tela azul oscuro, una corbata a rayas azul y turquesa y una camisa de un celeste casi blanco.

Cerré el cierre otra vez y miré a mi madre. Sin decir nada más me acerqué a darle un abrazo.

-Gracias, mamá- Dije- En serio.

Leo se nos unió y también le agradeció.

Mi madre tenía unas cuantas lágrimas ya en sus ojos. Se dió la vuelta y se las secó con el borde de la polera.

-Bueno, mejor cámbiense- Dijo- Quiero conseguir un buen lugar.

Y luego salió de la habitación sorbiéndose la nariz.

-Bueno- Dijo Leo- A ponernos los trajes.

-Espera- Lo detuve- Yo me iré a cambiar a otro cuarto.

-¿Por qué?

-No quiero verte.

Me miró extrañado, una expresión que se me hizo casi divertida.

-¿Por qué?- Repitió.

-El novio no debe ver a su novio- Respondí sonriendo.

-Joaco, no es nuestra boda.

-Pero me imagino el momento- Repliqué- Así que no quiero verte hasta que estés perfecto... aunque siempre estás perfecto.

Con una sonrisita me dirigí a un cuarto de huéspedes.

Me arreglé con mucho cuidado. Todo encajaba perfecto con mi cuerpo. No era un traje ancho, pero tampoco muy apretado, como para que pueda moverme con comodidad.

Alguien tocó la puerta luego de un rato.

-Leo, no hasta que estemos listos- Dije.

-Joaco, soy yo- Respondió mi madre.

Me dirigí a abrirle la puerta.

-Estos son tus zapatos.

Me entregó un par de zapatos de cuero café terminados casi en punta. Olían como huele el cuero un poco gastado.

-Son perfectos, mamá- Dije y me dirigí a colocármelos.

Cuando me levanté de nuevo para verme en el espejo ella ya había salido del cuarto, supuse que para volver a llorar.

En fin, cuando estuve bien arreglado y peinado, bajé a la sala.

Luego de unos minutos, bajó Leo, a quien le faltaba un pequeño detalle.

-¿Sabes anudar corbatas?- Preguntó agarrando la suya.

Asentí y la tomé. La pasé al rededor de su cuello y comencé a anudarla.

-Mi padre me enseñó de niño- Dije.

Cuando estuvo lista me detuve a contemplarlo bien.

Era simplemente la persona más hermosa que había visto en mi vida, y no exagero.

Su saco y pantalón eran negros, con la corbata rojo oscuro y la camisa blanca. Sus zapatos también eran negros.

-Estás hermoso- Dijimos al unísono.

Nos reímos, nos acercamos y nos besamos. Coloqué mi mano en su cabello y lo removí un poco.

-No te peinaste- Apunté.

-Tú sí.

-Te queda precioso.

-A tí también.

Me volvió a besar cuando escuché suaves golpes en la escalera de alguien que bajaba.

Y la miré.

Mi madre estaba arreglada con un vestido de gala, un tono entre azul y verde oscuro, con un toque de plumas de pavo en un lado. Estaba con el maquillaje impecable y utilizaba zapatos negros de tacón, y su cabello castaño claro estaba peinado hacia un lado con ondas.

Nunca antes la había visto tan hermosa.

-Mamá...- Dije- Estás preciosa.

-Ustedes no se quedan atrás- Respondió sonriente.

Se nos acercó y nos miró.

-¿Quieren que les diga la verdad?- Preguntó con los ojos brillantes.

-¿Qué verdad?- Preguntamos Leo y yo.

Ella me miró y suspiró antes de decir:

-Ese traje era de tu padre, Joaco. Es el mismo que él utilizó en nuestra boda. Lo guardé todo este tiempo para este preciso día.

No sabía qué decir.

Después de todo sí podré utilizar algo que fue de mi padre en mi graduación.

Ella se volvió para girar a Leo a mi lado.

-Y, Leo... Ese traje también es de tu padre.

-¿Qué...?

-Tu hermana me pidió que te lo diera para tu graduación. Dijo que ese era el traje favorito de tu padre. Y la corbata es roja porque era el color favorito de tu madre.

Miré a Leo y estaba con la mirada perdida. Seguro para él era más sorprendente que para mí.

-Se ven hermosos- Dijo mi madre, comenzando a lagrimear.

-No, no llores, mamá- Dije.

-Ya es tarde- Replicó con la voz temblorosa- Mejor vamos al auto y comencemos esto.

Se dirigió a la puerta.

Yo miré a Leo.

-¿Listo?- Pregunté, levantando mi brazo.

-Totalmente- Respondió entrelazando su brazo en el mío.

Y ambos salimos hacia lo que sería un día demasiado especial para ambos.

3.- Siempre Serás TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora