Si sus ojos no le engañaban, tenía a escasos metros a una chica que por suerte o por desgracia conocía demasiado bien.
Cuatro años. Exactamente cuatro años y poco más de tres meses llevaban sin verse, sin hablarse, sin buscarse.
Estaba bloqueado. Ella no le había visto pero él sí, y aunque su mente le gritaba que saliera de aquella cafetería antes de que fuese demasiado tarde, su corazón le exigía lo contrario.
Estático de los nervios fue testigo del momento en el que otros brazos que no eran los suyos le rodeaban cuidadosamente la cintura y otros labios que no le pertenecían bebían de la boca de la chica.
Y se sintió raro. No estaba celoso, no estaba enfadado y mucho menos la culpaba de nada. Pero algo dentro de él se había roto un poco al presenciar aquella imagen.
La cabeza ganó al corazón y antes de ser visto ya había recogido sus cosas de aquella diminuta mesa que ocupaba y se había marchado disimuladamente.
***
Diciembre se presentaba frío y en las calles de Madrid se notaba.
De las farolas de la ciudad colgaban luces navideñas y un bullicio de gente se concentraban en las tiendas de la Gran Vía.
Un recuerdo fugaz se le vino a la mente y se visualizó en su cabeza junto a su padre bastantes años atrás.
Se recordó aferrado a la mano de su progenitor abriéndose paso entre la muchedumbre de las calles centrales de Córdoba. Le daba miedo perderse pero sabía que su padre no dejaría que aquello ocurriera. Pararon frente a una joyería y observó a su padre mirar con detenimiento una preciosa pulsera de plata.
El hombre lo cogió en brazos y le preguntó señalando la joya.
- ¿Te gusta?
Recordó como asintió rápidamente y como, sin pensarlo, entraron en la tiendecita a comprarle a su madre esa preciosa pulsera que su padre había jurado que era casi tan bonita como ella.
Volvió a la realidad cuando una chica se paró a pedirle una foto que amablemente le concedió. A esa chica le siguieron un par de personas más pero no le importó, en cierto modo le gustaba conocer a la gente que le había ayudado a llegar donde estaba hoy.
Llegó a su piso minutos después. Se había mudado hace poco solo, compartió piso con Bruno y algunos colegas unos años pero había conseguido ahorrar lo suficiente como para poder permitirse el suyo propio.
Soltó la guitarra en su habitación y tras deshacerse del abrigo se duchó rápidamente para entrar en calor y ponerse cómodo.
Se asomó al balcón con la intención de fumarse un cigarro. Apenas eran las ocho de la tarde y ya había oscurecido.
No le dio tiempo a acabar de fumar cuando su móvil reclamó su atención.
"Llamada entrante Mamá"
Leyó en la pantalla.
- Hola mamá, ¿qué tal? - respondió descolgando la llamada.
- Genial Hugo, ¿tú como estás?
- Bastante bien. Me han dado unos días libres y te iba a llamar en un ratito. Voy a bajar el finde ¿te parece?
- Claro que sí, ¡qué bien! Mañana mismo te preparo el cuarto.
Hugo río.
- ¿Qué tal en la peluquería? - preguntó tomando asiento en su sofá - ¿Y Rafa?
- En la peluquería bien, un poco atareada porque a la gente le da por salir en estas fechas, pero oye que mejor para mí - la oyó reír al otro lado - Y Rafa bien, como siempre. El abuelo lo metió hace unas semanas en el taller con tu tío, no sé si te ha dicho algo.
La verdad es que era la primera noticia que tenía pero se alegraba bastante. Su hermano, al igual que él, no se llevaba bien con los estudios, pero saber que a pesar de eso ponía empeño en sacarse adelante le hacía sentirse orgulloso de él.
- Pues no sabía nada pero me parece estupendo. ¿Qué te parece si seguimos hablando mañana por la tarde?, saldré temprano de aquí para llegar a mediodía o así.
- Muy bien hijo. Ten cuidado con el coche y avísame cuando salgas. Te quiero.
- Y yo a ti mamá.
Colgó el teléfono y fue a preparar una pequeña maleta para el fin de semana.
Le vendría muy bien volver a casa.
***
Llevaba un rato buscando el pequeño neceser que compró a juego con la maleta de viaje. Se decantó por mirar en las cajas que aún no había abierto de la mudanza y se dijo a si mismo que si no estaba ahí lo daba por perdido.
Abrió una de ellas sin encontrar lo que buscaba. Fue a abrir la segunda y allí sí tuvo suerte.
Sacó el neceser pero antes de cerrar la caja sus ojos observaron unas fotografías que no recordaba tener.
Al final de aquel trozo de cartón había unas imágenes impresas en formato polaroid que debían tener unos años.
En la primera aparecía abrazando a Samantha. Sonrió recordando el origen de esas fotos.
En su 21 cumpleaños alguien le regaló una cámara instantánea a la que acabaron el carrete esa misma noche.
Siguió pasando las fotos. Una él solo, otra con Bruno y Rafa haciendo el tonto y la última le borró la sonrisa.
Eva y él se abrazaban cariñosamente tumbados en un sofá.
Recordó aquel momento. Él le fue a dar un beso a ella cuando Samantha apareció con la cámara y un par de copas de más pidiéndoles una foto juntos. Rió al recordar pero en su mente se desvaneció aquel instante mientras se sobreponía la imagen que presenció hace apenas unas horas.
Eva pedía algo en la barra cuando un chico alto y moreno llegaba abrazándole por la cintura suavemente para después depositar un suave beso en esos labios que alguna vez probó él.
Sacudió la cabeza y volvió a poner las fotos donde estaban, no debía haberlas mirado.
Eva ya no formaba parte de su vida, él la había superado y todo iba bien hasta ahora. No podía echarlo todo a perder por una simple escena de la que no debería haber sido testigo si hubiera escuchado a su cabeza cuando debía haberlo hecho.
Definitivamente necesitaba salir de Madrid.
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Inconmensurable
FanfictionUna efímera relación inefable. Dos almas etéreas que acabaron dañadas. Un destino sempiterno.