Todo

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El día amaneció despertando a los dos jóvenes que yacían dormidos enredados en sábanas, cuando los primero rayos de sol se colaron por la ventana.

Eva se removió gruñiendo pidiendo entre quejidos más tiempo para dormir. Hugo, que llevaba despierto unos minutos observando con detenimiento la imagen de la chica dormida por si no fuera real todo lo que estaba viviendo, rió ante el despertar de ella.

Decidió llenar su cara de besos arriesgándose así a recibir algún manotazo de la gallega que no solía tener buen despertar.

Para su sorpresa, la chica recibió cariñosamente este gesto y se dejó hacer mientras se abrazaba a él.

- ¿Nos hemos levantado con ganas de mimos? - preguntó Hugo sonriendo sin dejar de besar su cara.

La chica achinó los ojos dejando ver una sonrisa y asintió cual niña chica enterneciendo al cordobés.

- ¡Es que es muy chica, madre! - exclamó marcando su acento andaluz.

- ¿Qué tal? - preguntó ella abriendo los ojos y acariciándole la cara.

- Genial - respondió él sincero - ¿Cómo has dormido?

- De maravilla - contestó ella - Lo siento, no me puedo aguantar - confesó para luego devorar los labios del rubio quién la recibió gustosamente.

Se pasaron un buen rato entre besos y mimos hasta que Hugo le informó, muy a pesar de ambos, que debían bajar a desayunar y dejar la habitación.

El camino de vuelta a casa de Eva lo hicieron charlando y riendo sobre cualquier tema.

El andaluz aparcó frente al portal de la chica pero no le dio tiempo a despedirse cuando ella le preguntó:

- ¿Quieres subir? A Laura le hará ilusión verte.

Hugo asintió sonriendo, lo cierto es que llevaba bastante tiempo sin ver a la otra gallega y no podía negarse a cualquier plan que implicara pasar tiempo con la que ya, oficialmente, era su chica.

Cruzaron la calle agarrados de la mano sin importar que nadie pudiera verles, y entraron al edificio igual.

- ¡Hola! - gritó Eva entrando en su casa.

- ¡Estoy en la cocina! - avisó Laura.

La pareja se dedicó una mirada cómplice y avanzaron de la mano hasta la cocina del piso donde Laura cocinaba algo que suponían, sería para comer.

- ¡Hugo! - gritó la chica cuando le vio allí.

La gallega se lanzó a los brazos de aquel chico al que aún consideraba su amigo.

- ¡Cuánto tiempo! Me alegro de verte - sonrió separándose.

- Lo mismo digo, ¿qué tal? - preguntó con una sonrisa el chico.

- Genial, y por lo que veo vosotros también - sonrió pícara mirando a su amiga.

Hugo y Eva soltaron una carcajada algo incómodos.

- ¿Te quedas a comer? - le preguntó Laura al chico.

Este buscó la mirada de la otra gallega quién le sonreía pidiéndole que aceptara.

- Claro.

- Me voy a dar una ducha, os dejo solos un momento - informó Eva dejando un beso en la mejilla de ambos.

Los otros dos se quedaron solos, en un principio el silencio que reinaba en la cocina era algo incómodo, aunque Laura se encargó de amenizar el ambiente.

- ¿Cómo habéis pasado la noche? - le preguntó.

- Bastante bien la verdad - respondió él amablemente pero escueto.

La chica le miró analizándolo y al comprobar el nerviosismo que desprendía pudo probar su teoría.

- ¿Le has pedido salir a que sí?

Hugo rió por lo directa que había sido, y asintió.

- Dudo que te haya dicho que no, porque si estás aquí...

El chico volvió a reír asintiendo.

- Me alegro por los dos mucho, lo ha pasado mal estos años y supongo que tú más de lo mismo. Os merecíais estar bien y todo el mundo sabía que tarde o temprano ibais a volver. Si se trata de vosotros, esto es un círculo - confesó sincera.

Hugo sonrió.

- Yo creo que en el fondo, aunque lo hayamos pasado mal, ambos sabíamos que esto que has dicho es cierto.

- Se llama amor, Hugo. Vuestra relación siempre ha sido muy sana y recíproca, cargada de amor y respeto; allí donde uno se siente bien, siempre vuelve. Y vosotros vais a volver siempre uno al otro, solo hace falta miraros para saber que llevo toda la razón del mundo.

El cordobés, emocionado por las palabras de la chica, le dedicó una sonrisa y un leve gracias.

- Eso sí - advirtió ella señalándole - Me la cuidas, ¿eh? Que si no la vamos a tener tú y yo - bromeó.

El rubio rió y contestó:

- Es mi vida desde que la conocí, que no te quepa duda que mientras esté en mi mano, voy ha hacer todo lo posible por hacerla feliz.

En ese momento apareció Eva tras la puerta. La chica había escuchado esto último y se le encogió el corazón enamorándose más si podía del chico.

Laura les dejó solos excusándose en poner la mesa, situación que la otra gallega aprovechó para abrazar por el cuello a su chico.

Sus caras estaban a escasos centímetros, las manos de él sobre la cintura de ella y las de ella tras el cuello de él.

- ¿Soy tu vida? - preguntó susurrando.

Hugo se sonrojó, no se esperaba que la chica le hubiera escuchado, pero aún así, no le daba vergüenza admitir que ella era su todo y así se lo hizo saber.

- Tú lo eres todo.

Sellaron está confesión uniendo sus labios en un dulce beso para después acompañar a Laura en el salón.


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