Cena

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Hugo paró antes de volver al piso en un supermercado a comprar varias cosas para llenar su nevera o moriría de hambre.

Al llegar a casa y dejar todas las cosas en su sitio decidió hacerse un salteado precocinado que había comprado para almorzar.

Mientras las verduras se hacían en la sartén, cogió su móvil y observó que tenía una llamada perdida de Bruno.

Inmediatamente se la devolvió.

- ¿Qué pasa? - contestó su amigo al otro lado de la línea.

- Nada, ya estoy en casa haciéndome algo para comer - respondió él.

- ¿Y qué tal ha ido todo? ¿Cómo estás?

- Mejor de lo que esperaba sinceramente - confesó el andaluz - Necesitaba de verdad esa charla con ella y a pesar de que nos ha costado mucho tenerla, ha merecido la pena.

Bruno sonrió al otro lado e hizo incapié en la segunda pregunta que antes había formulado.

- Pero tú, ¿estás bien?

- Genial la verdad. La vuelvo a tener en mi vida sin rencores y con todo aclarado. Estoy muy bien - aseguró.

Su tono de voz confirmaba estas palabras por lo que su amigo se alegró bastante de que así fuese.

- Ya era hora de volver a escucharte así.

- Yo también tenía ganas de sentirme así - respondió sin perder la sonrisa.

***

La semana pasó lenta. Muy lenta para gusto de Hugo que seguía pasando más tiempo en el estudio que en su casa.

Pero esto no le disgustaba, lejos de aburrirle adoraba madrugar para ir a hacer lo que más le gustaba, música.
Se sentía privilegiado por poder dedicarse a lo que realmente amaba y sentirse tan querido y arropado por el maravilloso fandom que tenía.

Llegó el sábado y con ello el cumpleaños de su amiga Samantha. Y no solo eso, el reencuentro con Eva después de la charla.

No habían vuelto a hablar estos días aunque por falta de ganas en ambos no sería.

Quisieron llamarse en esta semana varias veces simplemente para saber como estaba el otro. Pero no se atrevieron.

Hugo salió esa misma mañana a comprar el regalo de Samantha, ese que había encargado días antes.

Le iba a regalar una preciosa funda rosa pastel de guitarra en la que había bordada a mano una S en celeste con unas púas que él mismo había diseñado a través de una aplicación y que le habían quedado realmente bien.

Al volver al piso se encontró en el portal a Adrián.

Gracia no le hacía verle, para que mentirse, pero al fin y al cabo se llevaban bien.

- Hola - saludó alegremente cuando pasó por su lado - ¡Hace días que no nos vemos! - intentó sonar lo menos borde posible.

Pero algo le sorprendió bastante.
Al parecer, aquel chico tenía las mismas ganas de verle que él pero sin embargo, este, no lo disimulaba.

- Llevo prisa, nos vemos - contestó cortante el catalán para luego marcharse.

Hugo se quedó inmóvil en el portal, sujetando la puerta con su pie izquierdo y sosteniendo en sus manos la caja con el regalo de Sam.

Pensó que quizás eran imaginaciones suyas, que el chico no tendría un buen día o realmente llevaba prisa. Igualmente decidió no darle mucha importancia.

Pasó la tarde y con ello la hora de marcharse al cumpleaños.

Llegó temprano al restaurante, poco antes de la hora acordada, como siempre.

Hugo odiaba llegar tarde, le ponía nervioso y era superior a él.

Cuando entró al local y se dirigió a la mesa donde estaban sus amigos, pudo observar que aún faltaba mucha gente.
Solo estaba la cumpleañera y su novio; Nia y Jesús; y Bruno y Maialen.

- Hola bichito - le saludó cariñosamente la última.

Cuando ya todos se habían saludado, Hugo le entregó el regalo a Samantha.

- ¡Mare de déu rubio! ¡Me encanta! - gritó la valenciana emocionada abriendo la caja - Jo, te quiero mucho. Moltes gràcies.

- Ni darlas - sonrió el chico dándole un abrazo a su amiga.

Justo en ese instante entró al local Eva, tan preciosa como siempre.

Venía acompañada de Anne y las dos saludaron a todos los presentes y dieron sus respectivos regalos a Sam.

La gallega había dejado para el último al cordobés que aguardaba nervioso a que la chica se decidiera a saludarle.

Dos besos y una sonrisa fue lo poco que se dedicaron durante el resto de la cena.

Poco tardó esa enorme mesa que presidía el salón a llenarse de gente, comida y anécdotas.

Desde que salieron de la academia hace ya cinco años, habían coincidido todos juntos en pocas ocasiones, y hoy era una de ellas y en el ambiente se podía notar la alegría.

Después de cantar Cumpleaños Feliz a Samantha y disfrutar de una maravillosa tarta , los chicos decidieron seguir la fiesta en una discoteca disimulada de un barrio perdido de Madrid.

A eso de las doce de la madrugada de un sábado, poca gente quedaba ya por las calles cosa que los dieciséis chicos y chicas agradecían.

Durante el camino a pie hacia dicha discoteca, Hugo charlaba animadamente con Bruno y Rafa mientras no podía quitar la vista de Eva quien caminaba bromeando junto al resto de las chicas pocos pasos por delante de él.

- Tío, a este paso la desgastas - bromeó Rafa dándole una colleja para que espabilara.

Hugo no supo otra cosa que contestar que echarse a reír, y agradeció en silencio a sus amigos que no hicieran preguntas incómodas sobre sus sentimientos hacia la chica, pues a estas alturas ni él mismo los tenía claros.

Llegaron a la discoteca y pidieron un reservado bastante amplio lejos de la gente y de miradas indiscretas que pudieran llegar a grabarles o fotografiarles.

La madrugada pasó entre copas, música ensordecedora, bailes patéticos y muchas risas.

Sin duda alguna necesitaban este rato de desconexión todos juntos.

El reloj de la muñeca del rubio marcaba las tres menos veinte de la mañana.

Hacía un rato que varios de sus compañeros habían abandonado el lugar para irse a sus casas.

Él llevaba ya un par de cubatas de más por lo que había decidido sentarse a comer algunos frutos secos y rebajar un poco así el nivel de alcohol en su sangre.

Una mano se posó en su hombro poco después.

Se puso en pie para mirar de quién se trataba y se sorprendió cuando descubrió una mirada azul que le sonreía demasiado cerca.

Inconmensurable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora