Era el cementerio más grande de los alrededores del Paraíso. El humo de la reciente guerra aún flameaba de las grietas y los sepultados dejaban escapar miembros de la tierra que fue corrida por la lluvia. Era el primer día de un nuevo diluvio. Los ecos del sufrimiento que la batalla entre un pueblo pequeño y las fuerzas del cielo causaron, aún podían escucharse para una presencia que estaba construyendo un cerco.
Un hombre corriente hubiese necesitado herramientas y materiales para levantar pocos metros de un pequeño muro con sus barrotes soldados encima. Hubiese necesitado tiempo y talento para darle forma al diseño sombrío y gótico que presentaba el cercado. Habría hecho falta intervalos de descanso y división de tareas con otros hombres para la pesada labor de rodear el gran cementerio de Leviatán. Generalmente, una persona encontraría desagradable y escalofriante el escenario con cuerpos asomados de los incompletos sepulcros. Sentiría pena por los difuntos, en especial por los más jóvenes y por los niños que sólo trataron de refugiarse. Sin embargo, el rey de Betania no era ningún hombre corriente. Con su influencia espiritual sobre el plano real, hizo aparecer el cerco que delimitó para siempre la necrópolis más grande de la región. Con su voluntad, obligó a la tierra a que tragase los cuerpos para que gocen de un sepelio digno. Lejos de sentir pena por los caídos de la guerra, el rey Tirnáh los saludó con total respeto, con dignidad y hasta con envidia, a aquellos que abandonaron un mundo lleno de penurias.
Estaba siendo acompañado por un grupo de seguidores, criaturas de las tinieblas como él. Demonios que juraron tomar su parte en el objetivo del rey, quien por tantas adoraciones de parte de humanos y espíritus, se había convertido en el más poderoso de los seres oscuros. Cada uno de ellos presentaba características propias, aunque todos eran aterradores con sus miradas muertas, de ojos negros y ojeras moradas. De colmillos en vez de dientes y piel curtida de distintos colores apagados. Humanoides que vestían prendas de diferentes épocas, algunos más parecidos a bestias. Uno de ellos se acercó a un elemento que le resultó de sumo interés. Era una estaca clavada en el suelo y atravesando un cráneo. Observándolo, revivió algunos episodios de quien fue el antiguo rey de Betania, antes de Tirnáh. Era el rey Sánchez II, quien había sido decapitado por Magdalena, el Leopardo de la Horda, varios años atrás. El demonio fue testigo de aquella escena y, ante tan patética derrota, comenzó a burlarse de la cabeza de Claudio Sánchez II. En medio de carcajadas, abofeteaba el cráneo y le dedicaba señas obscenas hasta que fue interrumpido por su sucesor. Tirnáh, el actual rey, sostuvo a su burlón lacayo. Su enorme mano ocupó el rostro entero del demonio, quien explicaba su conducta con la adoración al actual rey y por ende, el repudio a los antiguos. Pero para Tirnáh no fue suficiente. De su palma se asomó un enorme clavo, cuyo extremo salió por la nuca del demonio. Su cuerpo entero se llenó de púas que aparecieron desde su interior, provocándole grietas de donde se desprendía el negro vapor de los seres oscuros. El demonio burlón cayó en pedazos antes de desaparecer. El rey de Betania dio media vuelta y enfrentó al resto de sus seguidores con las siguientes palabras:
—Respeten a los muertos o únanse a ellos.
Las gotas de lluvia caían intensamente, como así cayeron de rodillas los seguidores del rey. Entre la neblina del horizonte, acompañando con una danza en su caminata a lo lúgubre del clima, una esbelta mujer se acercó cuidadosa, intentando no irrumpir el sueño de los durmientes de la guerra. Tirnáh fue a su encuentro con hostilidad.
—Pero si es aquella quién me utilizó para traer a su amigo y luego abandonó mi causa.
—Pobrecito, sigue ofendido con eso —sonó la melódica y frívola voz de Kidema.
Los lacayos del rey desenvainaron sus armas, algunos dejaron salir garras de sus manos, pero se retractaron enseguida al ver la poderosa arma de la esbelta mujer. La guadaña que le fue otorgada, larga y de gran filo, con una energía que evidenciaba haber sido tocada por los espíritus antiguos.
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A la sombra del Paraíso
Fantasía"Era el único hombre vivo en aquel aterrador y oscuro pantano. Los árboles torcidos y sin hojas, la poca vegetación, los restos de lo que alguna vez fueron criaturas vivientes. Componentes perfectos para la imagen de un escenario donde no muy regula...