⇢𝑳𝒆𝒆 𝑯𝒆𝒆 𝑺𝒆𝒖𝒏𝒈⇠

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"No es un juego, hay algo que por dentro me obliga a recoger el infierno y dejarlo habitable para tu sonrisa. Cada noche que no estás se me hace tarde entre fantasmas y poesías. Porque mientras tú sueñas, yo me quedo escribiendo mis pesadillas."

Escandar Algeet

Tu cuerpo se retuerce en mis brazos de repente, y lucho por vencer mi cansancio para finalmente abrir los ojos

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Tu cuerpo se retuerce en mis brazos de repente, y lucho por vencer mi cansancio para finalmente abrir los ojos. Te veo ahí, a mi lado, con el ceño fuertemente fruncido, apretando las sábanas a tu alrededor con las manos hechas puños.
No dudo en pasar mis dedos por tu rostro, acercándote a mi, en un intento desesperado de calmar los quejidos que sueltan tus labios.

Y me quedo así, por minutos que se vuelven horas, meciéndote contra mi pecho. Esperando que mi cobijo sea consuelo suficiente para calmar tu agonía. ¿No puedo tomar tu dolor? Deseo poder arrancarlo de ti y permitir que me consuma, si eso significa borrar esa expresión de tu rostro, si seca esas lágrimas que se deslizan por tus mejillas, si calla tu lamento.

Tus dedos aprietan con fuerza mi camiseta, en un desesperado pedido de auxilio. Lo siento, cariño, pero despertarte es demasiado peligroso y jamás me perdonaría el hacerte daño.

Cierro mis ojos, tarareando una melodía, anhelando que despiertes y la angustia que tortura mi corazón, cese. Como si por orden divina se tratase, tu agarre en mi cintura cede y escucho tu intento de detener el llanto que te acomete.

—Heeseung-ah—llamas con la voz entrecortada.

—Shh... está bien—me permito acariciar tu cabello, buscando que la calma te alcance—. ¿Lo mismo de siempre?—cuestiono en un susurro, aún conociendo la obvia respuesta.

Tu cabeza asintiendo contra mi pecho me contesta, y te separas para mirar mis ojos antes de hablar.

—Lo vi otra vez, escuché sus gritos—mis dedos se mueven hacia tu rostro tan pronto como veo las lagrimas que descansan en tus pestañas, limpiándolas con suavidad. Cierras los ojos ante mi tacto y te inclinas hacia mi mano cuando esta acuna tu mejilla.

—No pienses más en ello, ¿si?—te limitas a asentir y te regalo una sonrisa, esperando que invite a la tuya, pero no sucede. Por supuesto, no permito que esto me decepcione, sé que estás asustada. Puedo verlo en la manera que tus manos que ahora toman las mías, tiemblan intensamente. Tu rostro se acerca al mío y siento como deslizas la nariz contra la piel de mi mandíbula, un gesto cuyo significado sólo nosotros comprendemos. Me limito a responderte posando mis labios en tu frente, aún con una sonrisa plasmada en ellos.

—¿Crees que... debería conseguir ayuda?—te miro a los ojos una vez más, intentado transmitir en mi mirada el orgullo que escucharte me causa, porque entiendo lo difícil que es para ti decir aquellas palabras.

—Depende de ti, cielo. Pero si así lo quieres, aquí estoy para apoyarte con ello, ¿está bien?—asientes una vez más, y esta vez si me dejas verla. La causante de las mariposas en mi estómago, del amor que te tengo, del calor que se apodera de mi pecho. Esa hermosa sonrisa que transforma todo tu rostro, que hace brillar tus ojos y resaltar tus adorables hoyuelos.

No tienes idea de todo lo que estoy dispuesto a dar para verla más seguido, y borrar esa pena que cicatriza tu alma. Porque se supone que el dolor debe ser compartido, y te juro, que por verte sonreír, soy capaz de cargarlo todo sin quejas.

—Canta para mi—pides, y por supuesto que no puedo negarme. Así que dejo que mi voz inunde la habitación en una suave melodía.

Tal vez sea imposible tomar tu pena entera, quizá no pueda sufrir tus miedos para que tú no tengas que hacerlo. Pero, mientras siento la tensión de tus hombros disminuir con mi canto, entiendo que aunque mi garganta duela, si así lo deseas, cantaré para ti hasta el fin de mis días.

 Pero, mientras siento la tensión de tus hombros disminuir con mi canto, entiendo que aunque mi garganta duela, si así lo deseas, cantaré para ti hasta el fin de mis días

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