⇀𝘓𝘦𝘦 𝘏𝘦𝘦 𝘚𝘦𝘶𝘯𝘨↽

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"Para buen o para mal sigues llevándote gran parte de mis días. Para bien porque te amo y te necesito, para mal porque te odio pero también te necesito"

Leunam

—Si sigues mirándolo así le harás un agujero en la nuca—las palabras de la llamada mi mejor amiga resonaron en el salón, pero aquello no me distrajo, pues mis ojos no se despegaron del chico que sonreía con su grupo de amigos del otro lado de la v...

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—Si sigues mirándolo así le harás un agujero en la nuca—las palabras de la llamada mi mejor amiga resonaron en el salón, pero aquello no me distrajo, pues mis ojos no se despegaron del chico que sonreía con su grupo de amigos del otro lado de la ventana.

—Es que sólo míralo. Se ve tan...

—¿Atractivo?

—Imbecil— contesté con una mueca de disgusto. 

Atractivas mis nalgas.

—No entiendo por qué te desagrada tanto, parece ser un buen chico—replicó ella, tomando otra de mis galletas.

—Ese es exacto el problema. ¿Qué no lo ves? Actúa todo el tiempo como si nada estuviera mal, sonriendo como tonto— explico, aún mirándolo. Y es que aquel tipo de personas me ponían los pelos de punta, siempre fingiendo ser una persona distinta con el único propósito de agradar a los demás.

—¿Y eso qué tiene de malo? Tal vez no quiera incomodar a la gente con sus problemas.

—Pues a mi me incomoda que finja todo el tiempo—sentencié, reacia a ceder— Además, el me ha tratado mal desde la primera vez que nos vimos— agregué rápidamente, temiendo que mi argumento perdiera fuerza. Y aunque era consciente de que aquello sonaba infantil, estaba totalmente en lo correcto, pues así era.

Su aroma llegó a mi en cuanto hubiese puesto un pie en el lugar, llamando mi atención por completo. Hombros anchos, postura elegante, rasgos de ensueño. Pero, por supuesto, como descubriría luego, las dulces fantasías con Lee Heeseung no duran mucho. Y justo cuando nos imaginaba viviendo en una casa en el campo con tres niños y un perro, sus envidiables hombros me derribaron con fuerza.

¿Qué no ves por donde vas?— me cuestionó con rudeza. 

Maldito niño grosero.

¿Disculpa?—su actitud había arruinado toda expectativa que mi alocada mente hubiese creado y la burla en su mirada sumada con el dolor en mi trasero no hizo mas que enfurecerme— ¡Tú me chocaste!

Y tú estabas en mi camino— defendió con sorna. Y allí aprecié por primera vez una de las cosas que más odiaría del chico. 

Su sonrisa.

La manera en que sus ojos se cerraban en una pequeña línea y su nariz se arrugaba, casi queriendo ser una mueca inocente, pero que guardaba tanta maldad.

Pero lo que más detestaba, es que me había vuelto adicta a ella.

—Entonces, ¿me ayudarás?— los ojos de cachorro del castaño frente a mi buscaron los míos, rogando por una respuesta positiva.

—Shim, no soy la más indicada para ayudarte con matemáticas—contesté en cambio.

¿Cómo voy a ayudarlo cuando la que necesita ayuda soy yo?

—Tú amiga de por allí dijo que eras la mejor— insistió, mi mirada encontrándose con el punto que señalaba. La chica levantó ambos pulgares, moviendo las cejas. 

Desgraciada.

—Por supuesto que lo hizo—suspiré con cansancio, no perdía nada con intentar, ¿verdad? De todas maneras, los puntos por tutorías no me vendrían mal—Tal vez podría intentarlo.

Sin embargo, al llegar a la biblioteca, no había rastros del chico que buscaba. En su lugar, una desagradable sorpresa aguardaba.

—Debe ser una broma—solté en cuanto lo vi. ¿Es que el universo me odia?

—¿Qué haces aquí?— cuestionó, casi ofendido. 

Imbécil. La ofendida aquí debería ser yo.

—¿Tú que haces aquí?—interrogué, en cambio. Sus ojos me escanearon de pies a cabeza, como ya era costumbre. 

Maldito arrogante.

—Deberías irte, tengo una tutoría de matemáticas—soltó con calma, despidiéndome con un vago ademán. Rechiné los dientes, considerando que tan mala idea era romperle su bonita nariz allí mismo. Pero sus palabras me trajeron a la realidad de un tirón.

—Por favor, dime que no es con Jake— sus ojos me observaron con confusión, hasta que su pequeño cerebro de mosquito procesó lo que sucedía.

— Es ridículo, no lo entiendo—tres malditas horas tratando de ser una buena samaritana, y el idiota no lo ponía fácil. Suspiré con fuerza, intentando que pensar en los puntos que ganaría me diera la paciencia que me faltaba.

—No es como si te estuvieras esforzando por entender, idiota.

—No es mi culpa que no sepas explicar, idiota— guardé silencio, pero lejos de haber sido intimidada por sus palabras, intentaba encontrar mi paz interior.

Alinea tus chacras, inhala, exhala. 

—¿Por qué siempre es igual?—preguntó de la nada. 

—¿De qué diablos hablas?

—Siempre que intercambiamos palabras terminamos discutiendo— contestó, sus dedos jugando distraídos con los bordes de su manga.

—Quizá es porque siempre replicas todo lo que digo.

—¡Eso no es cierto! ¡Tú empiezas todo siem- —se detuvo abruptamente al notar que las cosas volvían a lo mismo— ¿Ves? Tal vez deberíamos empezar de nuevo. Ser amigos.

Mis ojos lo miraron como si le hubiera salido una tercera cabeza, ¿acaso se le fritó la última neurona? 

—Deja de ser ridículo, Lee. Esto no es una comedia romántica— repliqué, poniéndome de pie. Esto no iría a ningún lado y no podía quedarme ni un segundo más. No cuando mi corazón se había saltado un latido al oír sus palabras.

Deja de actuar como una niña, sigue siendo un imbécil.

—Oh, vamos ¿Tienes miedo a enamorarte?

Y ahí está otra vez. Tan irritante.

—Eres insoportable, de verdad—mis palabras no parecieron afectarle, pues con una dulce sonrisa me ofreció su mano. 

Jamás me había dirigido una sonrisa así, tan suave. Y me odié por permitir aquel cálido cosquilleo en mi pecho.

—Entonces, soy Lee Heeseung—aunque aquello no me parecía más que ridículo, acepté su mano. Sintiendo su tersa piel por primera vez y amando cada sensación al instante.

Acabo de enterrarme hasta la rodilla.

—Lee Heeseung- repetí, recibiendo otra sonrisa de su parte—, eres el bastardo más arrogante que he conocido nunca. Percibo que nos llevaremos bien.

Quizá, sólo quizá, las comedias románticas no son tan tontas.

Quizá, sólo quizá, las comedias románticas no son tan tontas

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