⇀𝘑𝘢𝘬𝘦 𝘚𝘩𝘪𝘮↽

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"Todo fue tan espontáneo, tan natural, que a ninguno de los dos nos pareció nada raro que, de pronto, su mano estuviera en mi mano y que nos miráramos a los ojos como dos tontos."

Mario Benedetti

—¿Estás loca? ¡Son las 3 de la mañana!— gritas entre susurros en cuanto me ves

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—¿Estás loca? ¡Son las 3 de la mañana!— gritas entre susurros en cuanto me ves. Y no te culpo, en realidad. Estoy completamente segura que de verte entrando por el balcón de mi habitación a esta hora de la madrugada, te lanzaría un zapato.

—¡Vayamos por helado!—tu rostro se desfigura en una mueca de indignación ante mi ridículo pedido, y te limitas a mirarme por un largo minuto, como si de mi cuello hubiera crecido una segunda cabeza. Pero aún así, con molestia y todo, me sigues hacia el frío de la noche.

Por supuesto, aunque parezca una locura y cada vez estés tentado a matarme, esta siempre fue una tradición nuestra. O al menos una mala costumbre que mi insomnio provoca.
Por ello, no era sorpresa para nadie el vernos caminar por el parque a altas horas de la madrugada, tomados de las manos y hablando sobre todos aquellos pensamientos que nos impiden conciliar el sueño.

Forma parte de la relación que tenemos, de nuestra irrompible conexión.

—Creo que lloverá—me dices mientras miras el cielo. Tu cabeza descansa sobre mis piernas, sentados debajo de aquel árbol, nuestro lugar favorito. Y como siempre lo he hecho, permito que mi mano acaricie tu cabello en un tranquilo vaivén.

Pues aunque tus palabras son muy ciertas, y las nubes sobre nosotros amenazan con desatar una tormenta, no me preocupa en absoluto. Ya que la nubla de sentimientos en la que me encuentro hundida es lo suficientemente fuerte como para hacerme olvidar de todo, menos de ti. Y allí, mientras las primeras gotas caen sobre mi cabello, tus ojos sobre los míos me regalan la calidez que he estado esperando.

Los primeros truenos resuenan sobre nosotros pero ninguno tiene la intención de moverse. E incluso aunque la posibilidad de terminar con un gran resfrío es muy segura, nuestros cuerpos no abandonan su posición.

Pues aunque el cielo se caiga sobre nuestras cabezas, mientras nos tengamos el uno al otro, cariño, no habrá nada que temer.

Pues aunque el cielo se caiga sobre nuestras cabezas, mientras nos tengamos el uno al otro, cariño, no habrá nada que temer

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