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Una hora indeterminada, el sol está fundiéndose con el horizonte, en un día irrelevante, de un mes cualquiera, en un año sin importancia.

******* mira por la ventana y observa una calle, a veces sucia, otras no tanto, de una ciudad olvidada, que pertenece a alguna nación, dentro de las fronteras que, indistintamente de la latitud y el meridiano en el que estén situadas, se reflejan cartográficamente en todos los rincones de los cinco continentes, del único lugar que se conoce, habitado y habitable en todo el universo.

El sol, ya ausente, traza su camino detrás de las montañas, a la par que ******* escribe estas palabras, reflexionando de forma continúa, planificando la siguiente frase con la que pretende que se sucedan las anteriores.

No tiene claro en absoluto lo que quiere expresar, pero continúa escribiendo, solo parando por unos instantes, para fumar lo que le queda de un maltrecho cigarrillo, en cuya calidad de objeto, se mantiene impasible sobre el cenicero, momentos previos a que una profunda calada, que su ansioso artesano le profiere, haga que combustione hasta la extinción.

Perdido en su propio mundo, ******* se cuestiona a sí mismo, pensando en las carencias de su talento, la misma cualidad que no alcanza para tan siquiera expresar, y ni mucho menos desarrollar sus ideas, esas ideas que está dispuesto a materializar a lo largo del tiempo que le resta.

Solamente alivia su desasosiego, imaginarse a sí mismo en el futuro, y más allá de ver cumplidos sus pensamientos, visualiza todo lo que le queda por aprender, que aún sin ser algo en concreto, será suficiente para llenar el vacío de su mente y servirá para que sus profecías vayan tomando forma de un modo lento pero inevitable, lo único necesario y lo más lógico, es ser paciente.

Por eso después de un punto, empieza otra nueva frase, otra oportunidad para adiestrar las palabras, dándoles vueltas, aprendiendo así el arte de transmitir las sensaciones y emociones, que por el momento es incapaz de demostrar.

Podría vivir feliz, sin necesidad de preocuparse por estas banalidades que a nadie importan, pero su miserable existencia en ese enorme y salvaje mundo, toma una forma mucho más agradable, cuando se pierde en sí mismo, buscando herramientas para desarmar el rompecabezas que se presenta, ignoto y enigmático, escondido entre las palabras.

******* nunca ha dejado de ser, alguien asustado por existir, obsesionado por comprender y ansioso por expresar todo lo que le intenta enseñar su breve existencia.

Sigue su personal narración, en otro párrafo, consciente de que nunca llegará a leer el definitivo, en el que se explique cómo es la realidad, sabiendo que ni tan siquiera siendo dueño de sus propias frases, llegará a comprenderse a si mismo tal y como es.

No cesa en el legítimo empeño de llegar a encontrarse en algún momento, proyectando su imagen a través de las palabras y las frases, volcándose por completo en los textos que nunca termina de escribir, mientras retroalimenta su fe en las palabras, creyendo que funcionan como el espejo, en el que la imagen proyectada no se puede alterar ni distorsionar, y en tal caso, se manifiesta con la forma que puede exteriorizar de sí mismo.

Continúa con la vista fija en cada palabra que asoma, solamente pudiendo hacer realidad, el querer de su ínfimo poder, ya que el poder de su querer, se hace inalcanzable, pudiendo compararse con perseguir el sol que hace rato ya que se ausenta inexorablemente.

Lo único que puede ******* hacer, es permanecer en penumbra el resto de la noche, y hacer una pequeña hoguera cuyo fuego, a duras penas se mantiene encendido contra todo pronostico, emitiendo una señal que además de ser como una llamada de auxilio, arroja una pequeña luz desde la lejanía, que revela a los que la ven donde se encuentra, en la anchura de un océano oscuro

Entonces cuando ****** termina la última frase, se dispone a leer lo que ha escrito hasta este momento y cuando termina, se queda petrificado antes de incorporarse lentamente y hacer un gesto extrañamente familiar, mientras escudriña las palabras y atraviesa las líneas entrelazadas ante sus ojos.

Está mirándome directamente, consciente de que se encuentra atrapado en una cárcel cuyos barrotes acabo de escribir, con las frases que estuve ordenando cuidadosamente para dar vida a su narración, en la que él narra otra al mismo tiempo, la misma que el narrador que ha creado está narrando, y la narración que su narrador narra la narra también el narrador del narrador del narrador del narrador del narrador del narrador del narrador...

Todos ellos escriben exactamente lo que estoy haciendo, y solo lo hago por un motivo, y ese motivo es que tarde o temprano descubrirás, querido narrador, que tu también estás siendo narrado.

TAQUIPSIQUIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora