IV

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Los párpados de la rubia se encontraban dulcemente cerrados, su respiración era lenta y tranquila, su suave cama se amoldaba a su cuerpo de una manera en la que podía dormir cómo un bebé, su corazón latía a un ritmo lento y sus suaves cabellos que desprendían un dulce aroma por haberlo lavado la noche anterior, caían tapando su rostro, sin embargo no la incomodaban, más bien, recordaba la suave textura de su piel al sentir el roce de ambos.

O por lo menos fue así hasta que llegó su papá y le tiró un vaso de agua fría en su rostro.

—¡Levantate mujer! —Gritó con molestia para notar cómo ella se sentaba de golpe con los ojos abiertos de par en par— ¡Ya te dije que los Leonhart despiertan antes que el sol! —Salió de la habitación dando un portazo que, nuevamente, sobresaltó a la chica.

Ella miró su oscura habitación, nisiquiera el sol había salido a pintar el cielo, pues su ventana era iluminada sólo por las luces de las calles.

Miró la hora en su teléfono, notando que apenas eran las cuatro con cincuenta y tres de la madrugada.

Con pereza salió de su cama, no había posibilidad de que volviera a dormir, pues aquel mini-baño la dejó completamente despierta.

Annie nunca logró comprender la necesidad de su padre por levantarla tan temprano, cada vez que se lo reclamaba el sólo respondía ''es tu deber''.

Se tomó un baño y se vistió con lo de siempre, casi todo su armario consistía de lo mismo.

Preparó su mochila con lo que necesitaría en el día y alzó su cabello en un moño, al terminar, bajó a desayunar.

Su padre, como siempre, degustaba jugo de banana con avena, con su misma cara de pocos amigos de siempre.

—A partir de ahora, saldrás a la misma hora que yo salgo para trabajar, ¿Oíste? —Exigió el mayor.

—¿Qué?, ¿Por qué? —Con el ceño fruncido, preguntó la rubia— Tu horario de entrada es a las seis, el mío a las siete, es demasiado ilógico.

—Cuándo yo no estoy, tú podrías traer a un chico a la casa, ¡Y no pienso permitir que una niñata falte el respeto a mi hogar! —Razonó el mayor— Espero que hayas disfrutado salir tarde ayer, no volveré a permitir que suceda.

En ese momento, Annie lamentó profundamente haberse dejado descubrir por su padre en plena acción el año pasado. Desde entonces el era bastante desconfiado con su hija, todavía más que en años anteriores.

A la ojiazul le estremeció por completo el recuerdo de los golpes que recibió ese día y la manera en la que le gritaba que su existencia era asquerosa, que era una prostituta y que nadie nunca la iba a amar, entre otras cosas.

Sin embargo eran palabras que con el tiempo dejaron de afectarle tanto, ¿Para qué quería ella amor?, el amor no te alimenta, ni te compra un hogar, un teléfono, no te paga la electricidad ni el agua.

Terminó su desayuno y ambos, padre e hija, salieron de la casa, siendo el primero quién llaveó el lugar. Tomaron caminos distintos, uno iría al supermercado a cumplir su trabajo de limpiador y la otra iría a la Universidad.

La rubia pasó de largo la casa de sus amigos, sabía bien que no habría esperanza de que ya estén listos, así que sólo siguió su camino.

Llegó a la ruta principal, dónde los edificios eran más comunes y mientras más se acercaba al centro de ésta, más aumentaban su tamaño. Se detuvo en la entrada de un callejón entre dos edificios al escuchar el seco sonido de una patada, miró al interior y notó figura de un rubio arrodillado en el suelo mientras otro estaba en posición defensiva.

Crazy Over You  ||Aruannie||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora