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Wei Wuxian se despertó con un punzante dolor en el abdomen, su primera reacción fue maldecir entre dientes, lo cual únicamente provocó que una nueva punzada de dolor sacudiera su cuerpo. Abriendo lentamente los ojos, la luz que se filtraban por las rendijas le hizo parpadear. Frente a el dos guardias con las túnicas de Qishan estaban de pie, luciendo arrogantes y estúpidamente confiados. Fue entonces que dedujo que que la sensación anterior era producto de algún puntapié que fue a para directo a su abdomen sacando el aire de sus pulmones.
A duras penas se levantó del suelo recomponiendo su postura. — ¿Ahora qué? ¿Wen Chao por fin se animó a cortarme el cuello?
Los guardias sujetaron fuertemente sus brazos y los rodearon con pesadas cadenas. Wei Wuxian soltó una risa seca.
A su espalda la voz rota y con un toque nasal le hizo recapacitar. — Wei-Gege...
Wei Wuxian sacudió sus brazos y volteó mirando al pequeño A- Yuan sorbiendo su naricita mientras gruesas lágrimas se escurrían de sus pequeños ojos. — A-Yuan, esta bien, solo me iré unos minutos y volveré para que podamos jugar, ¿Bien?
El pequeño corrió, pero la Abuela Wen lo sostuvo entre sus brazos intentando retenerlo y a su vez frenar su llanto. De ese modo, el corazón de Wei Wuxian se oprimió.
¿Cómo era posible que en el mundo existiese gente tan maldita como para no importarle un niño? Los niños eran y serán siempre tan solo pequeños inocentes que no saben nada de la vida, que no tienen culpas ni razones suficientes para pasar injusticias y penurias. Sin embargo, allá afuera, había más niños de los imaginados sufriendo, siendo víctimas de abusos y malos tratos, viviendo en la miseria sin ninguna razón y pagando por acciones que no cometieron. Cómo A-Yuan, quien simplemente estaba ahí gracias a la parentela de mierda que le tocó, y era tan solo un ser de seis años, ¿Que pudo haber hecho para merecer esto? Nada.
La respuesta es nada.
Una completa y jodida mierda.
El par de guardias sacaron a Wei Wuxian de la pequeña celda y lo arrastraron en términos literales escaleras arriba. El ojigris intentó avanzar por su propia cuenta lo más que pudo. Sin embargo estaba comenzando a hartarse, el constante murmullo que le inundaba la cabeza le hacía perder la paciencia. Ganas de dejarse caer por las escaleras no le faltaban, total estaba convencido de que la vida como fantasma no debía a ser tan mala, al menos no parecería con el teatro de vocecillas que había en su cabeza. Pero por otro lado, la necesidad de hacer pagar a los Wen por todo lo que le habían hecho a sus padres no le permitía darse por vencido.
No les dejaría en paz tan fácilmente.
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