XII [Fin de la segunda parte]

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«Huir Pt. 1»

El sonido de algo metálico impactando contra el suelo despertó inmediatamente a los adultos que dormían en el calabozo. Wei Wuxian sintió una ola de ansiedad correr por su cuerpo, Suibian en efecto había llegado a sus manos, a través de la pequeña rendija que hacía de ventana, Wen Qing había dejado caer la espada.

— No hagas ninguna estupidez y mantén a salvo a mi familia — dijo la castaña antes de alejarse y desaparecer en la penumbra de la noche.

Wei Wuxian se levantó de golpe y sacó del interior de sus túnicas una pequeña bolsita de tela de color blanco con detalles azules y desató el lazo que la mantenía cerrada, jaló la espada en el suelo y la guardo en su interior. Ni en el mejor de sus sueños se hubiese imaginado que los hermanos Wen realmente conseguirían la espada y la llevarían al calabozo. Lo cual forzosamente lo obligaba a pensar en la forma en que logró pasar los guardias que habían por todos lados mientras deslizaba la espada en la bolsita Qiankun.

Los ancianos Wen habían oído hablar acerca del mundo del cultivo, pero nunca habían apreciado ni sus habilidades ni su recién descubierta magnificencia, por lo que mirar al joven desconocido guardar una larga y reluciente espada en una bolsa de pequeño tamaño que incluso cupo de nuevo en las solapas de sus túnicas fue por demás impresionante. La abuela Wen hizo intento de preguntar, pero el gesto del joven discípulo de Yummeng le obligó a permanecer en silencio.

Wei Wuxian se acercó al par de ancianos y se agachó manteniendo la voz baja. — Abuela Wen, Tío cuarto, ¿Recuerdan que prometí que los sacaría de aquí?  — inquirió en un susurro tembloroso.

Ambos asintieron con un mal presentimiento en el pecho.

— Pues bien, saldremos de aquí, pero necesito que confíen mi... — añadió el ojigris intentando persuadirlos, sabía de sobra que no sería cosa fácil, después de todo, pasado tanto tiempo que un desconocido venga y de la nada te diga que te sacará del calabozo pues no es cosa de todos los días. ¿Cierto?

— No — replicó de inmediato la mujer negando firmemente con la cabeza — No tienes que cargar con nosotros hijo, estamos bien, vete — susurró sujetando sus pálidas manos entre las suyas, rugosas y maltratadas — No tienes que ocuparte de este par. — dijo la abuela Wen ya resignada al parecer a permanecer en el jodido cautiverio obligado en que había estado viviendo con una sonrisa melancólica.

— Ella tiene razón, no tienes que mirar atrás — añadió el Tío cuarto frunciendo el ceño apoyando a la Abuela.

Wei Wuxian negó. — No puedo dejarlos, y tampoco quiero hacerlo, perdí a mi familia y no puedo permitirme perderlos a ustedes también, además, A-Yuan es pequeño aún, y tiene toda una vida por delante. — replicó apretando los puños sobre sus rodillas y mirando la menuda figura del pequeño acurrucado entre las mantas deshiladas y sucias. Esa no era la vida que ningún niño debía tener.

La abuela Wen pareció comprender y palmeó su hombro como si fuesen viejos amigos. — Bien, pero debes prometer una cosa, si algo nos pasa, cuida de A-Yuan y A-Yang... No te preocupes por nosotros. — el ojigris quiso replicar pero la anciana le miró suavemente y dijo. — No hay excusas, de otro modo no iremos...

Wei Wuxian se tragó sus rebates y acabo por aceptar a regañadientes. Se tumbó en el suelo y espero pacientemente a que el sol del amanecer sé filtrara por las grietas del muro.

Había una extraña mezcla de ansiedad, adrenalina y temor instalados en su pecho, pero sinceramente rogaba a los dioses por salir bien librado y alcanzar aunque sea un ápice de justicia para él y para quienes no debían estar ahí siendo nada más que gente inocente y buena. Tal vez más tarde le preguntaría a Lan Wangji si podía emplear a estas personas, estaba casi seguro de que no iba a decirle que no y eso les haría felices a los Wen.

Máscaras de Cristal ⚔️ WangxianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora