Capítulo 1: ¡Santa Pantufla!

1.1K 112 179
                                    

Mariand

—¿Lista para nuestro primer día de trabajo? —Me preguntó emocionada Paulina, mi amiga.

—Estoy nerviosa, pero sí, creo —respondí, ansiosa—. Al menos estaremos juntas.

—Lo sé, dentro de poco entramos a la universidad.

—Pudiste haber pensado otra forma de pasar nuestro verano —sugerí.

—Ve el lado bueno, —acomodó su gorra, parte del uniforme—. Ganarás dinero —. Caminó hacia la caja registradora.

—Tienes razón —sonreí forzadamente y caminé detrás de ella—. En este momento estaríamos en la playa —murmuré malhumorada.

Pau me miró con cara de pocos amigos, pero no tuvo oportunidad de decirme nada porque justo llegó un cliente.

—Unas palomitas jumbo, por favor —pidió el chico, acompañado al parecer de su novia.

—Sí, claro.

Ella comenzó a aplicar todo lo que nos habían enseñado el día anterior cuando nos dieron la noticia de que habíamos obtenido el trabajo. Paulina aprendía rápido a comparación mía, podía verla mover sus dedos con maestría sobre el computador. Le dio sus cosas al chico que se alejó con una sonrisa hacia su novia.

—¿Qué tal? —preguntó cuando terminó—. Soy la mejor atendiendo. —Hizo una pose egocéntrica.

—Sí, la mejor vendedora de palomitas —me burlé.

—"Li mijir vindidiri di pilimitis" —habló, molesta—. Respétame, soy mayor que tú.

—Sólo por un mes —contraataqué.

—Aún así. Soy como tu hermana mayor.

—Desearías serlo —. Le saqué la lengua infantilmente.

Sí, a veces parecíamos dos niñitas, por algo éramos las mejores amigas desde hace ocho años, siempre caminábamos juntas a casi todos lados, teníamos una complicidad enorme llegando al extremo donde la gente dudaba de la verdadera relación que manteníamos, esos comentarios no nos molestaban, al contrario, no hacían gracia con excepcion de mis padres.

—Sin mis consejos no serías nadie —siguió molestándome.

—Sin mi carisma nadie te hablaría —me defendí.

—Pues sin mi belleza ningún chico se fijaría en ti como segunda opción.

Abrí la boca indignada.

—Retráctate —la miré con los ojos entrecerrados.

—Oblígame —dijo retadora.

—¡Oh, ya verás...!

—¿Terminaron? —interrumpió una voz grave.

Pau y yo saltamos asustadas.

—Quisiera disfrutar la función, que, por cierto, está a punto de comenzar y me la voy a perder por sus tonterías —se quejó de nuevo aquel chico.

Ambas nos quedamos calladas. Me quedé embobada con su físico, era alto, alrededor de una ochenta, su cabello era una mata de pelos desordenada color negro, sus facciones eran masculinas en todos los sentidos, pero sus ojos fueron los que me atraparon, esa mezcla de café y verde; me sentí intimidada y sin razón alguna, me sonrojé, en cambio, Pau fue más rápida y salió de ese trance.

—Ah...sí, lo siento —habló una vez encontró su voz—. ¿Qué vas a querer?

—Al fin algo de atención —murmuró.

Tornado ©   [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora