Capítulo 19: Problemas

399 45 97
                                    

Mariand

Amasar, amasar y amasar. Podía ser una tarea cansada, pero no, era lo contrario. Era relajante. Desquitaba mis emociones negativas ahí, sobre todo cuando el gruñón se había portado un tanto distante, quería creer que no era por mí, lo veía demasiado callado. ¿Había dicho algo que lo hizo enojar?

—¿Te sientes bien? —le cuestioné cuando nuestros amigos salieron de la cocina, dejándonos solos.

—Sí.

—¿Por qué casi no me hablas? ¿Tienes problemas? ¿Pasó algo?

Tenía que lanzar todas mis teorías y que él me confirmara alguna. Si no era conmigo debía de ser por algo más su borde actitud. 

—Te estoy hablando ahora —dijo en tono obvio.

—Sabes a lo que me refiero, ¿te hice algo? —pregunté con desespero.

—No, tú no has hecho nada.

—¿Entonces?

Eros dejó de pasar el cortador de dona por la masa, torció los labios antes de hablar, imaginé que estaba buscando la forma de decirme las cosas.

—Yo... —se interrumpió a sí mismo y empezó de nuevo—. Tengo un problema, sí, y... será mejor que no hablemos por ahora, me refiero a no hacerlo en público, aunque quizá sería mejor para ti si cortáramos todo contacto. Ser sólo compañeros de trabajo, ¿entiendes?

¿Me cuidaba de algo? Yo no estaba en ninguno peligro, a no ser que él fuera una especie de asesino y por eso no me lo había dicho. Estaba sumamente confundida.

—Pues si me explicas mejor te entiendo.

—Te prometo que te contaré —me miró directo a los ojos—. Dame tiempo, lo haré, sólo debo asegurarme de algo antes.

—¿De qué?

Sonrió a medias.

—Dame tiempo —repitió con calma.

—Bien —hablé entre dientes.

El resto del día transcurrió de manera monótona y cuando el momento de irse a casa llegó me fui un tanto cabizbaja. Me había acoplado a la presencia de Eros, a que fuéramos a ese lugar tan nuestro ya. ¿Nuestro?

No te ilusiones Mariand, escuchaba su voz en mi cabeza. Tal vez era lo mejor, no crearse falsas esperanzas sobre... algo. Éramos amigos, eso debía bastar.

Suspiré apesadumbrada.

¿Qué escondía Eros? ¿Y por qué no me contaba desde ahora? ¿Acaso era algo muy malo?

Me daba mucha curiosidad y miedo al mismo tiempo. Mi abuelo alguna vez dijo que saber mucho era malo, pero que también no tuviera miedo de explorar todo lo que me causara curiosidad.

¿Me lo debía tomar en serio o era sólo un decir?

—¿Qué te pasa, Mariand? —cuestionó papá.

Iba a ignorarlo, sin embargo, recordé que habíamos llegado a un acuerdo de hacer las paces, acuerdo al cual yo había sido forzada a aceptar. 

—Nada. —Me llevé a la boca un poco de la ensalada de manzana que había preparado mamá.

—Has estado muy pensativa, ¿te has metido en problemas?

Mamá escudriñaba cada movimiento que hacía. Evité entornar los ojos. Una cosa que odiaba de ellos: que se metieran en mi vida preguntando por mi bienestar. Era gracioso, siempre fantaseaba con la idea de que ellos procuraran mi estabilidad emocional, sin embargo, ya era tarde, casi dieciocho años tarde para que tomaran la responsabilidad de su rol.

Tornado ©   [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora