Capítulo 23: Coincidencias

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Tiempo atrás


Los chicos iban de un lado a otro, tratando de recomponer la vida del castaño, con dieciséis años se sentían agotados de todo. Pablo era como una esponja absorbente para Eros, con él a su lado el castaño sentía que la pesadumbre era menor, mucho más sencillo para él manejar con el dolor de su pérdida. Aunque no lo admitiera, Pablo sabía muy bien que su amigo estaba triste por lo de su padre, por muchos errores que hubiese cometido el hombre, nunca fue malo con Eros, simplemente se dejó llevar por la necesidad y, para qué esconderlo, también por el placer.

-¿Vamos? -preguntó Pablo.

-No lo sé -susurró Eros.

Un grupo de chicos los habían invitado a una pequeña reunión donde jóvenes de su cuadra se veían cada cierto tiempo, para Pablo no era la gran cosa, se llevaba bien con sus vecinos, pero no lograba congeniar por completo con ellos, por algo Eros era su mejor amigo desde hace tiempo. Por otra parte, a Eros le importaba poco conocer gente en esos momentos, su hermana había muerto, su madre estaba destrozada y él muchas veces deseaba desaparecer, se sentía culpable por pensar así, por querer huir de sus problemas cobardemente; al borde de la locura, era como él consideraba que mejor se definía, por momentos su cabeza le hacía creer que nada había pasado. Ella está viva, se decía cada noche antes de dormir, sólo para no tener que cerrar los ojos con el alma destrozada, no era la mejor forma de afrontar el dolor, lo sabía, y por eso cada que su mente se ponía fantasiosa, de golpe la regresaba a la tierra. Ella está muerta, ella está muerta, ella está muerta, repetía una y otra vez con lágrimas en los ojos.

-Tienes que distraerte, empezar a lidiar con esto -temeroso le dijo Pablo.

La amarga sonrisa que pintó en los labios de su amigo hizo que Pablo decidiera no comentar algo más.

-He estado lidiando con esto desde esa noche -dijo cabizbajo-. Estoy condenado a vivir este puto infierno.

-No lo estas, sólo debes ser paciente, algo así no se supera con facilidad, pero tienes que comenzar a hacer pequeños avances, así el tiempo será menos.

El castaño suspiró. Su amigo tenía razón, pequeñas acciones harían que su duelo fuera menor.

-Vamos -se levantó seguido por Pablo.

La reunión era un tumulto de adolescentes yendo de un lado a otro, algunos de ellos con bebidas alcohólicas en la mano y uno que otro cigarrillo para los más expertos. El único de los dos que conversaba con todos era Pablo, el chico hacía bromas con los otros, reía y se dejaba ver de un buen humor, cosa que Eros envidio, hasta que sus ojos avellana se toparon con unos marrones entre todo el gentío. Una chica estaba sentada en una esquina, sólo observando al igual que Eros. Hasta la fecha el castaño no sabe por qué lo hizo, pero se acercó a ella, sin ninguna intención más que compartir su apatía.

-Hola -saludó.

-Hola -recelosa lo miró la chica.

Estaba nervioso, la chica lo intimidaba demasiado, pese a que no se viera mayor que él.

-¿Eres nueva aquí?

La chica de largos cabellos hizo un mohín con los labios antes de responder, se había sorprendido al ver que el chico hacía las preguntas con precisión, sin rodeos, a él realmente le interesaba saber si era recurrente en ese tipo de reuniones, muchos otros chicos se acercaban con el propósito de cortejarle, y él era indiferente a eso.

-No.

Eros asintió despacio. La chica sintió la necesidad de hablar, no quería parecer borde y grosera con alguien que se había acercado a ella con ingenuidad.

Tornado ©   [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora