Capítulo 10: El despido

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Pablo

No era alguien que odiara o le cayeran mal otros con facilidad, pero podía poner en la corta lista de dos a Simón y a Vanessa, casualmente ambos sufrimientos andantes de mis amigos. La chica había llegado con una seguridad absoluta que sinceramente estaba de más; Andrea le puso mala cara en cuanto vio lo presunciosa que se notaba, Eros no le había hablado de ella básicamente porque todo lo que tuviera que ver con su exnovia era un martirio para él.

—Claudia, hola. —Se acercó a saludar a la madre de mi amigo con tanta alegría.

—Vane, me da gusto que vinieras, ¿dónde está tu hermana?

Esa era la pregunta de la que todos esperábamos respuesta, no quise mirara a Eros, sabía cuál era su expresión. Vanessa sonrió, tensa. Esa podría considerarse como una señal divina. Crucé los dedos debajo de la mesa. 

—Se enfermó del estómago, no pudo venir —respondió.

—Oh, qué lástima, seguro a Eros le habría encantado verla.

No, Claudia, te aseguro que no.

—Descuida, ya habrá otra ocasión.

Oí a Andy resoplar.

—Seguro que sí, pasa, ponte cómoda, ¿quieres comer...?

—No, gracias —interrumpió—. Comí con mi hermanita, no podía dejarla comiendo sola —sonrió apenada.

—Qué falsa —murmuró Andy.

Apreté los labios conteniendo la risa, le di una patada suave para que se callara.

—Está bien, tranquila, te traeré pastel, entonces —dijo Claudia, amable.

La chica terminó sentándose a un lado de mis padres quienes estaban enfrascados en una conversación sobre política con mis abuelos y las amigas de Claudia. Terminó quedando frente a mí, Andrea hizo una mueca de disgusto, a ella generalmente le importaba poco si sus expresiones faciales decían más que sus palabras.

Vanessa la miró de mala gana al ver su reacción.

—Hola, Pablo —saludó.

—Hola —contesté con aire desganado.

Los ojos marrones de Vanessa miraron hacia su costado donde a unas cuantas sillas estaba Eros mirando hacia la mesa, Mariand desvió la vista, incómoda.

—¿Quién eres tú? —cuestionó Andy.

—Soy Vanessa, una amiga de los chicos desde hace años.

—¿De verdad? —asintió—. ¿Y por qué no los veo muy contentos con tu presencia?

La miré lentamente, aquello lo había lanzado con una sutileza propia de ella, Vanessa se enserio. Agradecía que mis padres se hubieran alejado un poco, habría sido demasiado tenso el que lo presenciaran. Le di una mirada rápida a Eros que miraba con el entrecejo fruncido a Andy.

—¿Cómo?

—Sí, ¿por qué los noto poco felices? Perdona si es mucha indiscreción, pero me da curiosidad.

Una risa corta salió de Vanessa.

—Andy, no creo que...

—No, esta bien —me interrumpió la chica con sonrisa vacilante—. Es normal la curiosidad y te responderé, pero antes me gustaría saber, ¿quién eres tú?

A Andy la risa sí que le salió genuina.

—Oh, ya sabes —hizo un gesto con su mano restándole importancia—. Una amiga de los chicos desde hace tiempo...

Tornado ©   [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora