Capítulo 14: Sentimientos Alerta

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Eros

Escuché que Guillermo estaba muy ocupado, ¿con qué?, no lo sé, su relación con su padre se quebraba cada vez más, no sentí lástima por él. El resto de sus perras hacían el trabajo sucio del que había desertado ser parte, no estaba en mis planes convertirme en un secuestrador ni delincuente, sólo quería una vida pacífica.

¿Por qué no me libraba de una vez de él si ya lo había intentado en el pasado? Bien, la cosa era que hice una promesa a mi familia; sería muy fácil para mí romperla y acabar con esto de una buena vez, pero no, cargaría con la culpa y rechazo de mi madre, perdería a mi hermano y a mis amigos. Además, tenía otros planes para hundirlo, planes que no me implicarían legalmente, después de todo Guillermo era un idiota, sólo esperaba que diera resultado. Perdí a mi hermana y a mi novia por su culpa, difícilmente me iba a quedar de brazos cruzados. 

—¿Nunca sienten culpa o arrepentimiento?

—Ya estamos manchados, Eros. Créeme que tú también llegarás a ese punto donde cometer cualquier crimen te valdrá una mierda —soltó Bruno con simpleza.

—Jamás haría algo tan retorcido —aseguré.

—Pero sí intentaste matar a Guillermo —comentó Damián, irónico.

Me apoyé contra la pared más cercana, mirando al susodicho con desdén.

—Secuestrar a chicas para prostituirlas no es algo que yo me sentiría feliz de hacer —dije ignorando al otro.

—Lárgate si es verdad que no quieres involucrarte en el negocio —espetó Tomás.

—Pero si al final ustedes no son más que lacayos del verdadero jefe.

Bruno me tomó por el cuello, estampando mi cabeza contra la pared, lo empujé haciendo que me soltara. Reí para mis adentros. ¿Así que le dolía ser un maldito esclavo?

—Vete, Guillermo no quiere hablar contigo, está ocupado —dijo Damián.

A regañadientes abandoné la casa descuidada. Había ido a buscar a Guillermo para negociar lo de la otra noche, debía conseguir que disminuyera su cuota o mínimo que me diera un año más. Mi hermano pronto iría a la universidad, no quería que él abandonara los estudios como yo, de mí valía que el tuviera el futuro con el que alguna vez tanto soñé.

Con la esperanza en el suelo me fui a mi casa, tampoco debía provocarlos, no quería meterme en más líos.



Mariand

Hoy, treinta de julio, se cumplían siete meses desde que se fue.

Lo extrañaba tanto, me hacía mucha falta. Los dos primeros meses me encerraba en la que era su habitación, llorándole; y en la primera semana de su partida, lastimándome. Sentí como si a un pozo me hubieran arrojado, como si alguien hubiera tapado la única salida, dejándome ahí, en la completa oscuridad, con mis demonios. De niña, no mentiré, muchas veces pensé en quitarme la vida, sin embargo, nunca lo hice, porque estaba él, estaba Pau, ellos me mantenían aquí, en el mundo. Después de que él se fue tuve miedo de volver a tener esos pensamientos suicidas, pero nunca pasó; Paulina siempre había estado a mi lado, ella me hizo ver la vida de forma positiva.

Actualmente, el recuerdo de él ya no dolía tanto, sólo quedaba la nostalgia.

Extrañaba tanto a mi abuelo.

—Sabes que no me gusta que te la pases aquí —expresó incómoda mi madre cuando entró a la habitación ahora vacía.

Abrí los ojos, tomándome desprevenida por su presencia.

Tornado ©   [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora