Capítulo 18: Alejarse

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Tiempo atrás

El día era colorido, tanto como la vida de la chica de cabello negro. Desde que conoció al adolescente que tenía a su lado, su vida era tan feliz. Ambos se amaban o al menos ella a él. Todo parecía perfecto nadie podía arruinar su pequeña burbuja de felicidad.

—Eros...

—Dime —habló el castaño, con los ojos cerrados.

—Te amo —dijo la chica.

El chico se tensó ante sus palabras. No era la primera vez que se lo decía, pero le dolía no poder corresponderle.

Ella estaba consciente de eso y, aunque muy en el fondo le quemaba que él jamás le hubiera dedicado aquellas palabras llenas de significado, guardaba la esperanza de que algún día lo hiciera.

Lamentablemente eso nunca pasó.

—Yo también. —Eros sonrió forzadamente.

"Yo también." Esa era su fiel frase cada que la pelinegra expresaba sus sentimientos por él. Y no, no era que él no sintiera nada por ella; la quería, sí; amarla, no. Después de todo era la primera novia oficial que tenía.

En ese entonces la vida del castaño no era un jodido estrés, pero tampoco era perfecta. Todos los días el chico rogaba por que sus padres se divorciaran o por lo menos se dejaran. La situación económica hacía que las peleas entre ellos se hicieran comunes y él no soportaba verlos así.

Desde hace un año había comenzado a dividir su tiempo en estudios y trabajo, todo con tal de apoyar a sus padres; hubo un punto en el que la situación mejoró, de la nada su padre obtuvo un aumento.

Si tan sólo Eros se hubiera enterado de lo que en realidad hacía su padre, su hermana jamás hubiera muerto.

—Jamás lo dirás, ¿verdad? —La chica suspiró pesadamente.

—¿Qué? —vaciló el castaño. Sabía perfectamente de lo que hablaba.

—Nada —se recostó en su hombro. Estaban en los columpios que había en el patio trasero de la casa de ella—. Prométeme una cosa —pidió. Eros dirigió su vista a ella, esperando a que hablara—. Nunca te irás de mi lado.

Él no supo que decir. La miró confundido. No tenía intenciones de dejarla, no en ese momento; porque sí, quizás no la amaba, pero tampoco significaba que ella era sólo un pasatiempo.

—¿Por qué me pides eso? —cuestionó.

—Tengo miedo de que me dejes —confesó—. Es la primera vez que siento algo tan fuerte por alguien, no quiero saber lo que es tener un corazón roto.

—No te voy a dejar —aseguró.

La chica sonrió, sin embargo, no era una sonrisa que denotara alegría, al contrario, era una sonrisa triste. 

—Te quiero —dijo esta vez.

—Te quiero, Ingrid.



******************



Eros

—Lamento haberte incomodado —dijo apenada.

—Creí que nunca te volvería a ver —confesé.

—Yo también lo creí.

La cocina de mi casa se sentía más reducida de lo normal. Estaba demasiado incómodo con la situación. Odiaba a Vanessa, en serio que lo hacía.

—¿Qué has hecho de tu vida? —habló de nuevo.

—Nada —me encogí de hombros—. Sobrevivir.

Tornado ©   [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora