Capítulo 21: El Narciso y el Mapache

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Capítulo dedicado a la bella personita de Alloapp, gracias por seguir aquí. <3




Eros

Estaba nervioso. Me sentía como un chico en plena pubertad que estaba a punto de declarársele a la chica que le gusta, o sea, un jodido estúpido.

Andy me había avisado que habían salido desde hace una hora y media, lo que quería decir que no faltaba mucho para que llegaran. Jugueteaba con la carta de mi amiga entre las manos, la había escondido en el ramo muy bien, me había aguantado las ganas de leerla, no sé por qué, pero quería tener la mente más despejada cuando lo hiciera. Me dediqué a contemplar su caligrafía tan cuidada, desde siempre Andy había tenido la habilidad de escribir tan preciso.

Transcurrieron los minutos cuando Pablo se asomó por la ventana anunciándome que habían llegado.

Por instinto me levanté del sofá, Pablo se fue en dirección a la puerta trasera. Antes de desaparecer mi amigo me guiñó el ojo y levantó su dedo pulgar. Volteé los ojos y negué con la cabeza, divertido. Se iría a divagar a fuera con Santiago el resto del día.

—Espera aquí, iré a buscar a Eros —escuché decir a Santiago.

Guardé la carta en mi bolsillo trasero, no la había perdido de vista desde que Andy se había ido.

Santiago apareció con una expresión de cansancio y con un gesto de su cabeza me indicó que Mariand estaba en el pasillo. Asentí y tal cual lo habíamos pactado se fue en busca de Pablo.

Muy bien, no sabía que hacer.

¿Para qué la cité aquí?

No había planeado nada realmente, solamente quería cumplir esa tonta promesa de pasarla con ella en su día especial.

¡Genio!

Bueno, fuera lo que fuera tenía que recibirla. La chica de los ojos verdes se encontraba de espaldas, observando una de las pinturas que había en la pared. Se veía tan ensimismada que me acerqué cautelosamente. Cuando estuve lo suficientemente cerca le toqué el brazo, apenas rozándolo. Mariand parpadeó y rápidamente volteó en mi dirección. Su cara de susto fue sustituida por una enorme sonrisa. 

Es que las pecas le daban un toque que no podía explicar.

—Hola —saludé alegre.

—¡Narciso! —su sonrisa se esfumó cuando vio el manchón verde de mi cara—. ¿Qué te pasó?

A ella sería más fácil engañarla que a Andy, a quien por cierto debía agradecerle el que me enseñara a curarme el maldito moretón, aunque también estuve molestando a Pablo para que lo hiciera, se había enojado diciendo que esa era una escena típica entre dos personas con tensión romántica y que él y yo éramos como hermanos y le resultaba asqueroso.

—Me golpeé por accidente —zanjé.

—¿Con qué?

—Una puerta —le resté importancia al tema—. ¿Quieres dejar tu mochila en la sala o prefieres dormir un poco?

Mariand pareció distraerse de mi cara y negó.

—Se me ha esfumado el sueño —dijo—. ¿Es en serio que sólo estaremos tú y yo?

La inseguridad de que no estuviera cómoda del todo conmigo me hizo pensar que había sido una mala idea quedarnos a solas, no debí hacerle caso a Pablo, él y sus jodidos planes cursis y yo de pendejo siguiéndole la corriente. Debí aferrarme a mi plan de haber hecho especial su día con todos. Repito. Todos.

Tornado ©   [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora