Capítulo 3: Enredos y más enredos

614 79 149
                                    

Mariand

Mis manos me estaban sudando, no sé por qué estaba tan nerviosa, es más ni siquiera sabía por qué estaba parada ahí frente a mis padres pensando en cómo pedirles permiso. Miré mi celular. Ya sólo me quedaban cuarenta minutos. Mordí mi labio.

—Voy a salir está noche —comenté de la nada.

Papá me miró incrédulo, alzando la vista de su celular. Recién el ambiente se había calmado entre nosotros, me aterraba regresar al punto hondo, volver al corazón del tornado que había arrasado hace unos cuantos meses. Cualquier reacción de él, como las de mamá, me asustaba.

—¿Con el permiso de quién? —preguntó en tono autoritario.

—De ustedes —sonreí nerviosa mientras jugaba con mis dedos.

—¿A dónde? —Está vez habló mi madre.

¡Demonios! El gruñón no mencionó eso, no quería decir tantas mentiras en un día, pero ni modo, me veía en la obligación de hacerlo, además no me sentía con la necesidad de serles sincera todo el tiempo, ellos no eran indicados para juzgar mentirosos, pese a ello, debía admitir que mi madre intimidaba.

—Al cumpleaños de Ricardo, un compañero del trabajo, le festejaremos en el cine, ya pidió permiso con nuestro jefe.

Ojalá y fuera cierto, ese señor que sea hace llamar el dueño del cine, no era más que un viejo amargado que le encantaba poner orden hasta a la más mínima cosa, como si su establecimiento fuese concurrido.

—¿A qué hora regresas? —cuestionó papá.

—No lo sé, antes de las once quizás. Debo volver temprano, mañana también trabajo —le recordé.

—Bien. —Papá se levantó de la silla, tomando una pose erguida—. Te quiero aquí a las once en punto.

Sonreí aliviada.

—Nada de consumir alcohol, ¿ok? —me advirtió mamá.

—No —sonreí, negando con la cabeza—. No se preocupen por eso, Pau irá conmigo.

—¡Claro que irá contigo! —comentó papá con obviedad—. Ustedes son inseparables.

—Demasiado —.Mamá le dio la razón a papá—. Incluso a veces dudo si...

—¡No soy lesbiana! —aclaré, adivinando sus pensamientos.

Mis padres se miraron y suspiraron prolongadamente. Ese tema estaba muy tocado ya, no le encontraba sentido ahondar en algo que nos les incumbía, me desgradaba que sacaran conclusiones apresuradas sobre mí, yo era libre de hacer lo que quisiera, pero con padre como ellos, hasta el más mínimo comentario me afectaba.

—Ya me tengo que ir —anuncié, entornando los ojos.

—¡Con cuidado! —gritó mamá cuando estuve cerca de la salida.

—¡Sí!

Durante mi trayecto al trabajo no pude evitar sentir un nudo en el estómago. Estaba demasiado nerviosa, aquel extraño lindo... ¡Me había invitado a salir! No lo conocía de nada, ¿qué tal si era una trampa para secuestrarme? Bueno, si fuera así, me iría secuestrada con Pau. Pero tampoco habría sido una forma inteligente de desaparecer, creo que me estaba influyendo demasiado por las historias que escuché antes de graduarme, donde todos salían a fiestas de cualquier tipo y se hacían amigos hasta de personas que no eran de aquí de la ciudad.

Tantos pensamientos pasaban por mi cabeza y en cada uno de ellos el protagonista era Eros, el malhumorado.

—Dime que sí pediste permiso porque ya le avisé a mis padres —fue lo primero que dijo Pau cuando nos vimos.

Tornado ©   [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora