REVELACIONES

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Después de que Kelsang la llevase a un estudio vacío y se disculpara con ella durante alrededor de media hora por haberla lastimado, le dijo por qué había perdido el control.

–Oh...– Kyoshi dijo en respuesta a las peores noticias que había escuchado en su vida.

Pasó los dedos por su cabello y echó la cabeza hacia atrás. La librería donde se estaban escondiendo era más alta que lo que era de larga, un pozo de minas, repleto de pergaminos, arrancados de los estantes y vueltos a poner sin ningún cuidado. Rayos de luz solar revelaron el montón de polvo que flotaba por el cuarto. Necesitaban limpiar bien el lugar.

–Estas equivocado– le contestó a Kelsang. —Yun es el Avatar. Jianzhu lo identificó hace casi dos años. Todo el mundo lo sabe.– Kelsang no parecía más feliz de lo que ella se sentía.

–No entiendes. Después de que Kuruk muriera, las tradiciones del Reino Tierra sobre la localización del Avatar se vinieron abajo. Imagina como si repentinamente las estaciones se negaran a cambiar. Era un caos. Después de tantos fallos, los sabios, Maestros Tierra especialmente, sintieron que los espíritus y sus ancestros los habían abandonado.– Kyoshi se hizo hacia atrás recargándose contra una escalera, sujetando con fuerza los peldaños. —Existió el rumor de que Kuruk era el último del ciclo, que el mundo estaba destinado a una era de conflictos, a ser destrozado por forajidos y señores de la guerra. Hasta que Jianzhu marcó a Yun como el siguiente Avatar. Pero la manera en que esto pasó no tuvo ningún precedente. Dime, con lo cercanos que son ustedes dos, ¿te  dijo Yun alguna vez los detalles?–

Ella negó con la cabeza. Era extraño, ahora que Kelsang lo mencionaba.

–Eso es porque probablemente Jianzhu se lo prohibió. La historia completa arrojaría una sombra de ilegitimidad sobre él.– El monje se tallo los ojos; estaba terriblemente polvoso ahí. –Estábamos en Makapu, vigilando el volcán. Honestamente nos habíamos rendido en encontrar al Avatar, como muchos otros. En el último día de nuestro viaje, notamos una multitud creciendo en una esquina de la Plaza de la ciudad. Se habían reunido alrededor de un niño que tenía un tablero de Pai Sho. Yun. Estaba estafando a turistas al igual que nosotros, y hacía bastante dinero con ello. Para darle seguridad a sus oponentes, estaba haciendo la apuesta de la bolsa ciega, que es cuando tu oponente juega normalmente, escogiendo sus piezas, pero tú pones las tuyas en un saco y las mezclas al azar. Lo que sea que saques en cada turno es con lo que tienes que jugar. Una desventaja insuperable.–

Kyoshi podía visualizarlo fácilmente. La lengua de plata de Yun podía sacar dinero de las carteras de la gente. Con algunas bromas y sonrisas brillantes. Él probablemente dejaría a alguien en bancarrota y aun así esa persona estaría feliz de haberlo conocido.

–Lo que la mayoría de la gente no sabe, y Yun tampoco, es que la apuesta de la bolsa ciega se supone es una estafa– dijo Kelsang. —Tienes que truquear las piezas o la misma bolsa para que tengas la manera de encontrar las combinaciones exactas que necesites. Pero Yun no estaba haciendo trampa. En realidad, estaba sacando las piezas al azar y ganando.–

–Puede que lo hayamos tomado como un niño que disfrutaba de una racha de suerte, pero Jianzhu notó que estaba jugando con las estrategias favoritas de Kuruk, turno por turno, justo hasta la colocación exacta de las piezas. Lo estuvo haciendo juego tras juego. Demostró trucos y trampas que Kuruk había mantenido en secreto para todos excepto nosotros.–

–Suena a que Kuruk tomaba el Pai Sho muy seriamente– le dijo Kyoshi. Kelsang bufo y después estornudo, enviando un pequeño tornado hacia eltragaluz.

—Fue una de las pocas cosas que hizo. Y él era inequívocamente uno de los más grandes jugadores de la historia. Dependiendo de las reglas que estés usando, tienes hasta sesenta piezas. Hay cerca de doscientos espacios en el tablero donde puedes colocarlas. El hecho de tomar piezas al azar y ejecutar una línea de juego tan precisa la cual únicamente Kuruk estaría tan loco como para usarla y ganar, como pasó hace ya tanto tiempo, las probabilidades son impensables.–

El Ascenso de Kyoshi [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora