LA CARA DE LA TRADICIÓN

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El momento había llegado. La luna estaba llena hasta estallar. Derramaba su luz sobre los campos que rodeaban el castillo de Te, afilando las esquinas y alterando los colores con detalles fantasmales. Mok sabía lo suficiente como para programar su incursión cuando sus hombres pudieran ver lo que hacían.

La Compañía Opera Voladora se abrió camino por la ladera rocosa.

–¿Todos saben ya el plan?–dijo Rangi.

Ella estaba preguntando a modo de formalidad. Rangi había grabado cada paso en sus cerebros. Habría sido satisfactorio ver a los demás obtener una probada de la disciplina de la Nación del Fuego en venganza por lo que le habían hecho pasar a Kyoshi.

Ir a ver a Mok antes del asalto era parte de la operación. Si él les dejaba moverse como querían y no se dejaba dominar por su temperamento y su vanidad, entonces, con la suerte de su lado, ellos podrían entregarle exactamente lo que él quería. Un prisionero, ileso.

La insensatez de Te se exhibía cada vez más, a medida que se acercaban al campamento de Mok al sur del palacio. Kyoshi contó al menos quinientos Daofeis preparándose para la batalla, afilando sus espadas y bruñendo sus lanzas. ¿Acaso ninguno de los guardias del hogar de Te se habían dado cuenta de todos aquellos hombres armados convergiendo a su ubicación? Jianzhu habría sofocado ese minúsculo levantamiento antes de que fuera algo peligroso.

Ella sacudió su cabeza. Por una noche, y sólo una, Jianzhu era inmaterial.

Pasaron de puntillas por un gran grupo de hombres con el pecho descubierto dispuestos en hileras ordenadas, en postura de montura, cantando galimatías al unísono. Su capitán caminó entre ellos sosteniendo un manojo de varillas de incienso en la mano. Él barrió los extremos humeantes, como en un ritual, sobre sus torsos, dejando rastros de ceniza sobre su piel. Kyoshi observó más de cerca y vio que cada hombre tenía los caracteres de "inmune" entintados en su frente.

–¿Quiénes son ellos?–le susurró ella a sus acompañantes.

–Ellos son miembros de la secta de Kang Sheng–dijo Kirima–Ellos no son maestros y creen que, llevando a cabo ceremonias secretas de purificación, podrán ser inmunes a los elementos. Mok debió haber reclutado a unos cuantos de ellos para que sirvieran en el frente.

–¡Eso es una locura!–dijo Kyoshi–¡Si ellos atacan directamente contra una formación de maestros tierra, serán masacrados!—los hombres que ella vio no tenían armadura ni escudo alguno. Muchos de ellos parecían ser peleadores a mano limpia, carentes de armas por completo.

–Es increíble, lo que puede conducir la mente a creer–dijo Lao Ge.

–Especialmente si estás desesperado–murmuró Lek–Dicen que la gente se va a la secta de Kang Sheng después de ver a un amigo o a un ser querido ser asesinado por un maestro de los elementos. Cuando te hacen sentir impotente de esa manera, harás cualquier cosa que te de coraje.

Ellos alcanzaron el centro del campamento. Mok era fácil de distinguir. Él había instalado un lujoso escritorio de madera a la intemperie, el cual no tenía ningún otro propósito que demostrar que él podía instalarlo. Se sentó detrás de este con los dedos entrelazados como si él fuera el gobernador de estas tierras y no Te. Wai se mantuvo cerca de él, como una imitación de pesadilla de un secretario.

–Mis queridos asociados–dijo Mok después de que ellos se inclinaron–Acérquense–ellos se miraron nerviosamente y arrastraron sus pies hacia el escritorio—Más cerca—dijo Mok. Ellos se agolparon a su alrededor. Kyoshi se dio cuenta de que Lek estaba en el flanco, bajo mayor peligro. Tenía la cabeza baja y quieta. Ella se arrepintió de no haber estado entre él y el líder de los Daofeis—No tuve la oportunidad de despedirme en Hu Jiang—dijo Mok—Se perdieron en la agitación–miró fijamente a Rangi y a Kyoshi. No había ninguna evidencia que las ligara al ataque del shirshu, pero un hombre como él no la necesitaría. Ellas eran las piezas que no encajaban y eso era suficiente.

El Ascenso de Kyoshi [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora