–Sabes, esto es mucho más difícil cuando estás aquí.– Kyoshi le dijo al Avatar.Ella y Yun estaban sentados en uno de los innumerables recibidores. Los biombos ya se habían doblado y empujado contra las paredes, las macetas habían sido movidas afuera para hacer espacio para las enormes pilas de regalos que habían traído para el Avatar.
Yun estaba recostado sobre su espalda, ocupando el valioso espacio libre que quedaba. Tranquilamente movía por el aire una espada jian forjada a pedido, como si agitara una olla imaginaria colocada al revés con ella.
–No tengo idea de cómo usar esto– confesó. –Odio las espadas.–
–¿Un chico al que no le gustan las espadas?– le dijo Kyoshi con fingida sorpresa. —Ponla en el montón de la armería, y le diremos a Rangi que te enseñe en algún momento.–
Había un montón de suposiciones alrededor de la villa de lo que hacía Kyoshi exactamente en la mansión. Dado su estatus de huérfana, y no querida, los hijos de los granjeros asumían que se encargaba de lo más sucio, de los trabajos más impuros, lidiar con desperdicios y cadáveres y cosas parecidas. La verdad era algo diferente.
Lo que ella realmente hacía, su rol primario, era arreglar lo que hacía Yun. Limpiar sus desastres. El Avatar era tan haragán que necesitaba una sirvienta de tiempo completo siguiendo su camino, de lo contrario el caos abrumaría todo el lugar. Un poco después de recibirla, el encargado del personal, descubrió la fuerte, compulsiva necesidad de Kyoshi de poner las cosas en su sitio correspondiente, minimizar el tiradero, y mantener el orden. Así que la pusieron en deber de contención de Avatar.
Ahora, el montón en el que estaban sentados y que les llegaba hasta la cadera no era culpa de Yun. Visitantes ricos constantemente lo bañaban con regalos esperando algún favor, o simplemente porque lo amaban. Tan grande como era la casa, no había suficiente espacio para darle a cada objeto un lugar de honor donde se pudiera exhibir. Algunas ocasiones Kyoshi tenía que escoger y empacar las reliquias, antigüedades y obras de arte que parecían hacerse más lujosas y numerosas con el paso del tiempo.
–Oh, mira,– le dijo ella, mostrándole un círculo lacado en un patrón entrecruzado con gemas luminosas. —Otro tablero de Pai Sho.–
Yun le dio una mirada. –Es bonito.–
–Este es, sin exagerar, el tablero número cuarenta y cuatro que tienes ahora.... No te lo vas a quedar.–
–Ugh, acertaste.–
Ella lo ignoró. Él podría ser el Avatar, pero cuando se trataba de sus obligaciones oficiales, ella estaba por encima de él.
Y ahora Kyoshi necesitaba de eso. Necesitaba de esa normalidad para enterrar lo que Kelsang le había dicho. A pesar de sus mejores esfuerzos, seguía subiendo de las profundidades, el pensamiento de que estaba traicionando a Yun y absorbiendo lo que le pertenecía.
Mientras él descansaba sobre sus codos, Kyoshi notó que Yun no estaba usando sus sandalias de casa bordadas. —¿Esas son botas nuevas?– le preguntó, señalando hacia sus pies. El cuero del que estaban hechas era hermoso, de un tono gris claro con una orilla de piel suave como la nieve que cae por la mañana.
"Probablemente echas de piel de foca-tortuga bebé." Pensó con repulsión.
Yun se tensó. –Las encontré en la pila hace un rato.–
–No te quedan. Devuélvelas.–
–Preferiría no hacerlo.– Se arrastró hacia atrás pero fue detenido por más cajas.
Ella se agachó para ver sus botas más de cerca. —Qué es lo que...
¿rellenaste el espacio extra con vendajes? ¡Son ridículamente grandes para ti! ¡Quítatelas!– Se puso de rodillas y tomó su pie con ambas manos.
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El Ascenso de Kyoshi [EN EDICIÓN]
AdventureLa historia del Avatar más longevo en este amado mundo, El Ascenso de Kyoshi traza el viaje desde una niña de orígenes humildes a la despiadada perseguidora de la justicia que todavía era temida y admirada siglos después de convertirse en el Avatar...