ADAPTACIÓN

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Jianzhu empujó las puertas de su casa para encontrarla en un caos estático y silencioso. Los sirvientes se alinearon en filas de izquierda a derecha, inclinándose al tiempo que iba entrando el maestro, formando un pasillo humano de defensa para que él pudiese caminar por el medio. Era demasiado formal, una práctica que él había descartado hace mucho tiempo.

No se había molestado ni siquiera de limpiarse así mismo antes de entrar, así que dejo un rastro de polvo y escombro. Había un dolor en su pecho mientras pasaba la abollada puerta de su estudio, un testamento de la gran fortaleza y convicción personal de su amigo Maestro Aire.

No tenía tiempo para sentirse mal acerca de lo que le sucedió a Kelsang. Así que se dirigió directamente al cuarto del Avatar en los alojamientos del personal, solo siguió el rastro de destrucción afuera del corral vacío de los bisontes y luego regreso a sus intimidados sirvientes diciéndoles repetidamente —¿Alguien me puede decir que diablos pasó aquí?– dijo en lo que pensó que fue un tono admirablemente neutral y pacífico dadas las circunstancias.

En lugar de responder los sirvientes encogieron sus hombros mientras temblaban de pánico. Quien sea que hablara primero estaría listo para tomar la culpa.

"Ellos me temen", pensó él. "Hasta el punto que ni si quiera pueden hacer sus trabajos correctamente." Maldijo el hecho de que la chica no tenía supervisor oficial que la vigilara y señaló a su cocinera principal, Mui. Él ya había visto al Avatar haciéndole favores a esa mujer en la cocina.

–¿Donde está Kyoshi?– dijo tronando sus dedos.

Mui se enrojeció y dijo –No lo sé, lo siento mucho Maestro, ninguno de nosotros la había visto actuar de esa forma antes. Ella... ella tenía un arma. Para cuando encontramos un guardia, ella ya se había ido.–

–¿Alguno de los huéspedes la vio salir?–

Mui sacudió la cabeza. –La mayoría de ellos se fueron temprano para intentar ganarle a la tormenta, y los demás estaban en sus dormitorios en la sección lejana.–

Él supuso que no era culpa de la cocinera de mediana edad que no pudiera ser capaz de detener a una furiosa adolescente portadora de un hacha, quien podría partir una montaña siempre y cuando se acuerde que posee la habilidad para hacerlo.

Jianzhu retiró al personal sin otra palabra más. Mejor tenerlos con la duda, temiendo por su siguiente mandato.

Corrió rápidamente por los pasillos de la casa hasta que se encontró en una parte de la galería mirando fijamente a su trabajo artístico pero no viéndolo realmente, ahí es donde Hei-Ran lo encontró luego de que regresara de una junta costa fuera con la delegación de la Marina de Fuego.

Ella frunció el ceño a su apariencia, siempre tan disciplinada. —Luces como si hubieras sido aplastado por un tejón-topo,– dijo ella.

Lo mejor sería arrancarse el vendaje de golpe. Él le contó la versión de los eventos sucedidos que ella necesitaba escuchar. Kyoshi siendo el verdadero Avatar. La desaparición de ambos, Yun y Kelsang, causada por un espíritu traidor. El Avatar teniendo rencor hacia el por eso.

Ella lo abofeteó en la cara. Lo cual fue el mejor resultado que creía podría obtener.

–¿Cómo puedes quedarte así nada más?– siseo y sus ojos cafés se oscurecieron con furia. –¡¿Cómo puedes quedarte parado ahí?!–

Jianzhu movió la mandíbula, asegurándose de que no estaba rota.

–¿Te molestaría si me siento?–

Una persona menos controlada que Hei-Ran hubiera sido tentada a gritar su incredulidad a los aires, revelando el secreto. ¿Atrapaste al Avatar equivocado? ¿Introdujiste un niño al mundo como su salvador y luego hiciste que muriera? ¿Dejaste escapar al verdadero Avatar hacia quien sabe adónde? ¿Nuestro más viejo y cercano amigo está muerto por tu culpa?

El Ascenso de Kyoshi [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora