Durante la comida, como debí suponerlo, ya que mi madre tenía años sin venir aquí, la conversación entre dos amigas que llevaban mucho tiempo sin verse no se hizo esperar.
Y como yo salía sobrando, me limitaba únicamente a escuchar todo lo que decían.
Mencionaban nombres de tíos, abuelos y otros parientes que jamás en mi vida conocí, porque la mayoría o vivían lejos o ya estaban muertos. Cuando querían introducirme a la plática, era para comentarme alguna anécdota que ellas vivieron de niñas, algo que quizá ahora les daría risa, pero que en aquel entonces era algo serio o vergonzoso, y acto seguido, volvían a ignorarme.
Pensar que la plática comenzó por el acta de mi madre.
De todos modos, mi tía se ofreció a acompañar a mi madre a ver aquel asunto por la mañana. Ahora ya era un poco tarde, el sol se estaba ocultando y comenzó a soplar un fuerte frio, uno muy intenso.
Ya que Yatareni era un pueblo situado en la sierra, debido a que estábamos a mayor altitud, el frio aquí resentía aún más.
Mamá mencionó que planeaba quedarse más días en el pueblo. Había pasado bastante tiempo desde la ultima vez que vino, así que quería recordar viejos tiempos.
Y también quería visitar el panteón donde estaban sus abuelitos.
Mi tía sugirió entonces algunos lugares de interés en Yatareni. Por ejemplo, una vieja hacienda de la época revolucionaria que yace abandonada a las afueras del pueblo.
Ella comentó que, durante la revolución, los hacendados ricos escondían su dinero, joyas y demás pertenencias valiosas, ya que era común que las tropas revolucionarias saquearan haciendas en busca de recursos para la guerra.
Y pues, muchos de esos "tesoros" siguen ahí escondidos, o eso dice ella.
Ella pasó por esa hacienda unas semanas antes y comentó que el recinto está lleno de agujeros por todas partes, desde las paredes hasta el suelo, ya que aún siguen buscando el "tesoro"
Contaron muchas otras anécdotas, pero la que llamó mi atención fue la siguiente:
Mi bisabuelo, el que crió a mi madre, cuando era un niño, estaba sentado a la sombra de un árbol cuidando un rebaño de ovejas, cuando, a lo lejos, pudo ver a varios revolucionarios a caballo moviéndose a gran velocidad.
Él se escondió detrás de un árbol y observó todo desde ahí.
Acababan de conseguir, es decir, robar un botín muy grande y planeaban esconderlo bajo tierra, algo así como los piratas de los cuentos infantiles.
Después de cerciorarse de que nadie más los estuviera observando, cavaron un agujero en el suelo y escondieron una caja enorme, seguramente repleta de dinero y joyas, y después se alejaron.
Mi bisabuelo siempre recordó el lugar exacto donde lo enterraron, e incluso, tiempo después plantó una mata de aguacate cerca de ahí para que no se le perdiera la ubicación.
Siempre quiso desenterrar el tesoro, pero nunca encontró a alguien que lo ayudara ya que no mucha gente le creía aquello, pero más que nada, era por miedo, o alguna clase de superstición.
Y esto lo digo porque, cuando mi madre y mi tía cambiaron el tema de la plática de anecdótica a sobrenatural, entendí a lo que se refería.
La gente, no solo de Yatareni, sino de todos los pueblos como este, que, por lo general, permanecen aislados de las grandes ciudades, tienen su propia idiosincrasia, sus costumbres y tradiciones intactas, a veces por siglos, y en muchas ocasiones incluso siguen creyendo en cosas sobrenaturales.

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Yatareni - Volumen Uno
Teen FictionEliseo es un egresado de la carrera de arquitectura que, por azares del destino, termina mudandose a un pequeño y remoto pueblo provinciano mexicano llamado Yatareni, para trabajar con el arquitecto del pueblo. Al inicio, el muchacho no está conten...