Diecisiete

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El sábado siguiente, me dirigí a la iglesia del cerro, a una nueva reunión de la Sociedad.

Podría haber subido corriendo, pero, debido a la cuesta, me cansaría más rápido.

Y es que ya era algo tarde. Salí de la casa de mi tía un poco después del mediodía porque ella me dijo que comiera antes de irme.

¿Cómo podría decirle que no?

Y por almorzar su muy deliciosa comida, se me hizo tarde, así que asumí que ya estarían reunidos. Pero no era así.

Mayra también iba llegando al mismo tiempo. Parece ser que tuvo el mismo problema que yo, ya que se veía un poco agitada.

Solo que, asumo que ella en realidad acababa de levantarse.

Se supone que, en los pueblos, la gente tiene la costumbre de levantarse entre las cinco y seis de la mañana, cosa que yo no hago porque no estoy acostumbrado a eso.

Pero yo vengo de la ciudad, ella ha vivido aquí toda su vida.

De verdad que esta chica es rara.

En fin. Llegamos al mismo tiempo, se podría decir, y ambos vimos la iglesia, o, mejor dicho, la base de SPEED vacía.

Y con esto me refiero a que no había un alma aparte de nosotros dos ahí.

La iglesia aún permanecía cerrada, y, evidentemente no había nadie adentro.

─Que raro ─murmuré mientras veía el reloj de mi muñeca, confirmando que ya pasaban diez minutos después del mediodía─. Gibrán siempre es el primero en llegar.

Siendo el líder, Gibrán siempre llega unos diez minutos antes para acomodar las sillas y las mesas, ya que siempre que nos vamos al acabar una reunión, las dejamos apiladas.

─Esto definitivamente es raro ─me dije.

Mayra no dijo nada, sólo me escuchaba, ni se molestó en saludarme, aunque eso ya es una costumbre en ella.

─¿No lo viste? ─le pregunté como para tratar de iniciar una plática.

Ella sólo movió la cabeza negativamente.

Y justo en ese momento, vimos llegar a dos de las chicas.

Eran Guadalupe y Angelina.

Asumí al inicio que a ellas también se les hizo tarde, porque también venían jadeando.

Hasta que Angelina, después de reponerse, nos dijo:

─Gibrán no podrá venir, se enfermó y está en su casa.

─Y Claudio y Martina ya están con él ─completó Guadalupe.

─Nos dijo que viniéramos aquí por si venían a la base para que les avisáramos.

─¿Se enfermó? ─pregunté─. ¿Qué le paso?

─Un resfriado y tos ─respondió Guadalupe─. No está tan mal, pero su madre no lo dejó salir hoy.

─¿Entonces hoy no habrá reunión? ─preguntó Mayra.

─Nos envió porque quiere que vayamos a su casa ─respondió Angelina─. Ustedes son los únicos que no lo sabían, por eso venimos por ustedes.

Situada en el centro de Yatareni, frente a la plaza del pueblo, la casa de Gibrán no destaca mucho entre las demás, ya que, como todas, también está formada por adobe y techos de lámina principalmente. Sin embargo, algunas otras habitaciones tienen techo de losa maciza porque soportan un segundo piso.

Yatareni - Volumen UnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora