Era evidente que la única que no estaba cómoda con ese tema era la más pequeña de la Sociedad.
─No tengas miedo ─le dije a la niña─. Son sólo historias, nada de lo que contarán será cierto.
Pero todos me miraron como si me tuvieran lastima, y de cierto modo, también Martina.
─No todo lo que contaremos serán meras fábulas ─anunció el líder de SPEED mientras se acomodaba los lentes oscuros de una manera seria─. Muchas historias que contaremos son verídicas.
Se me había olvidado que aquí, todos creen en esas cosas a tal grado que les parece algo cotidiano.
─Miren, no es que no les crea del todo lo que me cuentan ─comenté─. Mi tía y mi madre también han hablado de esas cosas, y ellas también asumen que todo eso es verdad. Pero para alguien como yo, que no proviene de lugares como este, le es difícil creer, quizá porque jamás he visto ese tipo de cosas.
─Porque lo es ─argumentó Guadalupe─. Tú quizá como vienes de la ciudad lo entiendes diferente, pero aquí en el campo las costumbres y creencias de la gente son distintas.
Lo que creo que sí debería de sorprenderme es que, todos aquí creen que ese tipo de cosas son verdaderas, y parecen estar tranquilos con eso, pero la única a la que le da miedo es a Martina.
Ella, que ha vivido toda su vida aquí, parece que aún no está acostumbrada a ello, pero creo que será más porque es la más pequeña.
Me recuerda un poco a mi hermana, aunque creo que las dos son muy diferentes en cuanto a personalidad. A mi hermana no le darían miedo esas historias, todo lo contrario, sería la primera en armar una expedición para investigar si todo eso es cierto.
─Bien ─preguntó Gibrán─. ¿Quién comienza?
─Yo primero ─Guadalupe levantó la mano y comenzó su relato:
─Durante los días en los que le estuve ayudando a la madre de Gibrán en su Fonda de Comida Económica, salía un poco tarde de trabajar y, me tenía que ir en bicicleta a Calkini, ustedes saben, en esa parte hay muchas vueltas que bordean los cerros lo que hace que el camino sea aún más largo.
─¿Calkini? ─pregunté.
─Es el pueblo donde vive Guadalupe.
─El último día ─la chica reanudó su relato─. Como teníamos que preparar comida para 100 comensales para una boda que se celebraría al día siguiente, salí más tarde, a las nueve y media de la noche, y me regresé en bicicleta a mi pueblo.
Aunque toda la carretera está iluminada por los postes de luz, hay una parte en la que aún no ponen los postes porque creo que se quedaron sin presupuesto, y los pocos que hay, no sirven. Esa parte se extiende por más o menos un kilómetro, así que andar por ahí de noche es muy peligroso porque no se ve nada y puedes caer por el borde de la carretera hacia el acantilado o un auto que pase de improvisto puede atropellarte. Pero como conozco muy bien el camino porque paso todos los días por ahí, decidí irme rápido.
Nada más entrar a esa parte oscura, la temperatura bajó de golpe, no sabía por qué. Entonces llegó un momento en el que estaba tan oscuro que decidí mejor detenerme por un momento e irme caminando. Total, sólo era un tramo chico y cuando entrara de nuevo a la parte iluminada de la carretera, volvería a montar la bicicleta.
Entonces comencé a oír un ruido. Eran cascos como de caballos golpeando el pavimento, se oían detrás de mí y cada vez aumentaban su intensidad, lo que indicaba que se acercaban a mí. Supuse que era una carreta jalada por unos cuatro caballos quizá, aparentemente nada paranormal.
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Yatareni - Volumen Uno
Teen FictionEliseo es un egresado de la carrera de arquitectura que, por azares del destino, termina mudandose a un pequeño y remoto pueblo provinciano mexicano llamado Yatareni, para trabajar con el arquitecto del pueblo. Al inicio, el muchacho no está conten...