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El metrónomo sonaba. Agitando su péndula de lado a lado. El pequeño reloj con forma de un pentágono tallado en madera color marrón, estaba colocado en los dos únicos escalones frente al pedestal dorado de la iglesia. Ahí, a su derecha, se encontraba Gulf Kanawut arrodillado, orando. Sus palmas unidas. Esos ojos que no brillan y parecen bolinches negros, cerrados.

Él era un sacerdote así que vestía una chaqueta negra encima de una camisa del mismo color con unos pantalones negros y zapatos finos de punta afilada con elegancia. Dejo de rezar cuando el metrónomo detuvo su péndula. Abrió esos viles oscuros ojos que no revelaban alma alguna.

-Gracias, Dios.- Gulf dice en una voz ronca alzando su mirada.

Las puertas de la iglesia se abren por una monja que caminaba con sus muñecas cruzadas en su espalda. Mirando divertidamente alrededor cuánto más se acercaba al sacerdote. Su velo negro cubría todo su cabello marrón. Ella vestía un traje negro con unos zapatos de tacón bajo.

-Padre Kanawut.- Ella llama, deteniéndose a unos pasos de él con su sonrisa de labios divertida con las cejas alzadas.

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-¡Ah! ¡Ah!- Ella no tardó en estar atada de muñecas, inclinada sobre el escritorio del sacerdote de espaldas al padre con el traje alzado sobre su espalda. Su largo cabello castaño ondulado era visible porque el velo se le fue quitado. El padre la follaba desde atrás sujetándola fuertemente de las caderas mientras que embestía ese trasero de melocotón que rebotaba con cada azote. La pequeña boquita de la asiática se abría en una sexy "O" mientras retorcía sus muñecas atadas vilmente contra su espalda. Con una corbata negra.

Gulf sólo gruñe durante las embestidas. Él la mira sin emoción alguna. Como si ella fuese una simple muñeca que emite sonidos. La chica sigue gimiendo hasta que se corre con un gemido aliviado. El padre tarda unas cuatro embestidas más hasta que gime internamente para correrse en ese trasero de melocotón.

-Ah... Eso fue sensual, padre.- La mujer dice con la respiración entrecortada en una sonrisa. El hombre sale de ese trasero de melocotón por lo que ella se restaura.

El padre no le responde. Solo le quita la corbata que ataba sus pequeñas muñecas. La chica hace un puchero al no ser respondida y se da la vuelta con una sonrisa: lista para decir algo pero el hombre le tira el velo en el rostro. Ella lo sostiene de caer. Se lo baja para en orden de finalmente hablar pero el padre sale de la oficina como si nada.

-Siempre tan frío.- Ella rueda los ojos cruzándose de brazos. Mira abajo y encuentra sus bragas tiradas. Se pone de cuclillas para tomarlas pero se detiene.

-Un momento. Puede que se haya ido a recibir a los de inspección... Qué escándalo crearía si... ¿Encuentran unas bragas en la oficina del sacerdote?

Ella murmura mientras se pone de pie ahora sonriendo de manera maliciosa para salir de la oficina moviendo ese trasero de melocotón orgullosamente hacia los lados.

Al salir por la puerta, ve al padre ahí mirándola de manera feroz. -Oh. Padre. Pensé que ya se había ido.

Ella dice. El padre toma su traje y lo alza, viendo la parte íntima de la chica al descubierto. Esa piel suave iluminada completamente al expuesto.

-Tus bragas. Ahora.

-Oh.- Ella ríe nerviosa. Su morboso plan había fallado. -Lo buscaré enseguida.

Se da la vuelta para entrar a la oficina de nuevo, rodando los ojos. -Nadie nunca puede sacarle información a este hombre.- Ella murmura irritada. Se dobla para tomar las bragas.

OH PADRE QUE ESTÁS EN LA IGLESIA•MewGulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora