Capítulo 20: Paz

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Capítulo 20: Paz

"¿Quién? Lo siento, no tengo ni idea de quién o de qué estás hablando" - mentí mientras mirada alrededor de la habitación para que no pudiera detectar mi mentira. Sin embargo, me entraron nauseas y por siguiente se me puso la cara pálida, vi mi reflejo en el espejo de la pared.

"Son los vampiros más poderosos que han existido jamás, son tres: Aro, Caius y Marcus. ¿Te suenan de algo?" Preguntó Emmett, su mirada curiosa y cortante. Cada palabra que salió de su boca hizo que mi cuerpo se estremeciera. Los recuerdos de ese dia volvieron rápidamente a mí mientras cerraba los ojos y me preparé mentalmente para protegerme de lo que vería. 

"¿Te gusta? Es el símbolo de los Voltuti. Dime jovencita, ¿te gustan las leyendas antiguas? " Asentí con la cabeza.  ¿Por qué me estaba comprometiendo con este hombre?

"Entonces tengo una historia para contarte, pequeña. Los Volturi son un grupo de hombres mayores y sabios. No son hombres en realidad pero inmortales." Jadeé. James pareció complacido con mi reacción. "Y a lo largo de los siglos se ganaron la confianza de los otros inmortales que voluntariamente se convirtieron en protectores, servidores y guardias de los tres líderes. ¿Quieres saber por qué te estoy diciendo esto?" Asentí de nuevo, sin confiar en mi voz. 

James sonrió pero no fue una sonrisa de satisfacción, fue más bien una sonrisa malvada.

"Te conté esta historia porque sé que la recordarás... También sé que recordarás que si hablas de este tema o de esta historia, no seré el único que te persiga."

"Yo... no tengo que responderte" tartamudeé, mi voz se quebró de miedo mientras me desplomaba en la cama blanca del hospital. Esme todavía estaba frotando mi frente con el paño húmedo cuando la mirada dorada de Alcie me atravesó como lo había hecho Emmett. 

"No estamos pidiendo mucho" comentó  Emmett, cruzando los brazos tercamente. 

"Emmett, ten cuidado" replicó Alice, mirando de su hermano a la puerta en caso de que mi padre regresara inesperadamente. "Bella, no estamos tratando de obligarte a decir nada. Solo queremos saber lo que sabes sobre ellos. Eso es todo" insistió con frialdad, mis ojos penetraron en los de ella e instantáneamente los rompí con mi tono. 

Suspirando, Alice se pellizcó el puente de la nariz en derrota. ¡Finalmente les había ganado por una vez! Estúpidos chupasangres... "Mira, nosotros solo..." En ese momento Charlie decidió hacer su gran entrada.

"Hola Bells. Firmé los papeles y dicen que eres libre de irte. ¿Estás lista?" Preguntó mientras Charlie caminaba hacia mí lento pero seguro. 

"Lista como siempre" mencioné, levantándome de la cama lentamente y parecía estar bien. Sin mareos, sin entumecimiento de las extremidades, nada. Acababa de tener una pesadilla horrible, eso es todo. Charlie y yo salimos de la habitación y salimos del hospital sin que los Cullen nos interrumpieran. Mirando por encima de mi hombro por Dios sabe qué razón, nadie nos estaba siguiendo, ni un Cullen a la vista. Tal vez me los hubiera quitado de encima. Probablemente ya no me molestarían más. 

"¿Estás segura que estás lista para irnos, Bella? Quiero decir, todavía te ves un poco pálida y todavía estás sudando" preguntó Charlie preocupado una vez que llegamos a su coche y entramos. 

"Papá, prefiero curarme en casa. Sabes cuánto odio los hospitales" Y vampiros entrometidos, pensé para mis adentros mientras Charlie arrancaba el coche y nos dirigíamos a casa en poco tiempo. Charlie no me insistió más ya que sabía que no diría nada más sobre el tema. Ya era bastante difícil saber que la abuela había muerto y los Cullen no necesitaban saber nada de mí.

Regresamos a casa y nadie dijo una palabra más. Charlie tenía demasiado miedo de decir algo que me molestara. "Me voy a dormir un poco. ¿Te importa?" Le pregunté temblorosamente.

"Para nada Bells. Si... si necesitas algo, avísame, ¿de acuerdo?" Preguntó, sus penetrantes ojos marrones llenos de preocupación paternal. Una sonrisa brilló en mi rostro al ver a mi papá tan preocupado por mí. Debe ser más difícil para él, sabiendo que perdió a su esposa y a su madre en poco tiempo.

"Por supuesto papá. Solo estaré arriba" mencioné meintras subía las escaleras hacia mi habitación. Al entrar, me di la vuelta, cerré la puerta detrás de mí y apoyé la frente contra la puerta fría. "¿Cómo pueden las cosas empeorar?" Me pregunté apenas en un susurro. 

"Conozco algunas formas" dijo una voz detrás de mí. Dándome la vuelta, me encontré cara a cara con Alice Cullen.

"¡Oh Dios! ¿Te importa no acercarte sigilosamente a mí? Realmente odio cuando los de tu clase solo asustan a gente inocente"

"No tendría que hacerlo si respondieras nuestra pregunta honestamente. Es realmente por tu propio bien" dijo Alice mientras mantenía sus ojos dorados en mí. Oh claro, sabía que los Voltuti podían matarme, que podrían matar a cualquier ser querido con tal de avisarme...

"Honestamente, no sé de qué estás hablando" mentí mientras caminaba hacia la cama. Alice me detuvo en seco agarrando mi muñeca. Intenté liberarme pero no funcionó. Ella era muy fuerte. "Mira, ¿me vas a dejar ir o simplemente estaremos así todo el día?"

"Estamos tratando de ayudarte y nos estás alejando como si fueramos basura. Sabes, podrías ser un poco más amable con nosotros" insistió Alice.

Una burla estalló en mi garganta. "Sí claro. Como si eso fuera a pasar. No necesito la ayuda de nadie, simpatía ni nada. Mira, les he pedido que me dejen en paz desde que llegaron aquí y sois vosotros los que siguen molestandome. Ese vuestro problema. Si dejaran de molestarme, entonces serían felices, yo sería feliz. ¡Todos seríamos felices! ¿Me entiendes?" Pregunté, mirándola directamente a los ojos. Ella se quedó allí con la boca abierta. Tenía tantas ganas de decirle que cerrara esa boquita suya para que no entraran moscas pero eso solo me conduciría a más discusiones. Muy pronto, Alice soltó mi muñeca. "Gracias" le dije mientras me sentaba en mi cama y la miraba fijamente. Un sonido de culpa resonó en mi corazón mientras miraba al pequeño duendecillo.

"Bien, no tendrás noticias nuestras" dijo antes de caminar hacia la ventana y saltar con gracia. Finalmente, me deshice de ellos. Con suerte, ahora me dejarían en paz. 


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