Capítulo 7

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Hebe

—Profesora, ¿tiene tiempo?

Subí mi mirada de las evaluaciones que estaba juntando luego de que el timbre que marcaba el receso hubiese sonado, y me encontré con el rostro de Michael.

De todos mis estudiantes, él era el que más preguntas siempre tenía, así que no era una sorpresa que se hubiese quedado en vez de ir a almorzar como el resto de sus compañeros.

—Sí, claro, Michael. —Dejé lo que estaba haciendo y le di toda mi atención—. ¿En qué puedo ayudarte?

—Ya comencé a hacer la guía de ejercicios opcionales que dejó para las vacaciones, y tengo un par de dudas —dijo, un tanto avergonzado y yo solo pude sonreír.

Sabía que la física no era para todos, menos con las exigencias que cada año había por parte del ministerio. Por eso, mis alumnos que de verdad disfrutaban de mis clases y lo que les enseñaba eran un tesoro.

Como Michael.

Desde que había comenzado a impartir física electiva el año pasado a su curso, que había demostrado cuán interesado estaba en todas las cosas que pasaba.

Y nunca se detuvo de hacerme ver sus dudas.

Que él viniese con dudas acerca de unos ejercicios que había dejado para las vacaciones que aún no comenzaban, no me sorprendía.

Es más, me alegraba.

—Veamos esas dudas entonces.

Pasamos los siguientes minutos en la sala resolviendo sus dudas y en un punto llegó Karina, la encargada de limpiar las aulas. Cuando nos vio solo negó con diversión y entró en silencio, para barrer.

Al terminar de resolver todas sus dudas, las cuales no eran menores, Michael me sonrió.

—Gracias, profesora —dijo y yo asentí, con una sonrisa.

—Para eso estamos. Recuerda preguntarme cualquier duda que tengas antes de vacaciones porque no estaré respondiendo correos.

Él asintió, mientras guardaba su cuaderno y guía, y cerraba su mochila.

—Está bien. —Colgando su mochila en su hombro, me dio una despedida con su mano—. Adiós, profesora. Que tenga un buen día.

—Adiós, Michael. Nos vemos el miércoles.

Cuando desapareció por la puerta, yo comencé a ordenar mis cosas.

—Nunca terminas de trabajar, Hebe —dijo Karina, mientras pasaba un paño húmedo por una mesa—. Deberías ir a almorzar. Los lunes siempre son largos.

Asentí, viendo mi reloj de muñeca y viendo que tenía todavía media hora para comer algo.

—Eso haré. Tú también almuerza cuando termines, Karina. Los lunes son pesados para todos, más para ti —dije y ella asintió.

—Lo haré. Provecho.

—Gracias. Nos vemos.

—Nos vemos.

Saliendo del aula con mi bolso lleno de evaluaciones y el libro de clases en mi otra mano, caminé hacia la sala de profesores para hacer un poco de papeleo antes de ir a comer algo.

La verdad es que los últimos días había tenido mi estómago en un nudo y era poco lo que comía. El nerviosismo y la inminente amenaza de que René se haría ver en cualquier momento me había tenido tensa todo el fin de semana.

Sin embargo, como Karina había dicho, los lunes eran de mis días más largos y no quería desmayarme en medio de una clase por falta de comida en mi organismo.

Sentirse Predestinados (#3 Sentirse Viva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora