Hebe
—¡Buela! —gritó Cristal como saludo, entrando como un huracán a través de la puerta de la casa de mi tía—. ¡Mila, mila! ¡Flol linda!
Antes que doblara, en dirección a la cocina, mi tía apareció con una mirada sorprendida, pero en cuando vio a Cristal correr hacia ella, con el macetero entre sus manos, una sonrisa se perfiló en sus labios.
—¡Princesa! Que sorpresa. —Me dio una mirada, antes de arrodillarse—. ¿Qué traes ahí?
—Mi flol. Tía Maca me la dio.
La tendió en dirección a mi tía, la cual acercó su rostro y observó la flor como si fuese mucho más que una pequeña planta, para luego volver su vista hacia mi hija.
—Que linda. ¿La dejarás en tu habitación junto a las otras? —Cristal asintió, lo que provocó que el gorro del impermeable tapara su rostro. Mi tía se lo sacó, dejando ver su cabello claro trenzado—. ¿Qué color te falta ahora?
—Mhm. —Cristal se quedó en silencio y se volvió hacia mí. Sus ojos verdes y grandes se encontraron con los míos—. ¿Cuál falta, mami?
—Un azul y un morado.
—¡Sí! Uno del colol del mal y otlo como los sapos feos.
Mi tía se rio y yo solo negué divertida.
Tenía su impermeable amarillo con sapos morados hace cinco meses, pero solo me dejó vestirla con él una vez. Decía que los sapos eran muy feos y no soportaba verlos.
—Bueno, estoy segura de que el abuelo Erick puede comprar uno del color de los sapos feos.
—Y que solo sea uno, por favor —dije, detrás de Cristal—. Tenemos ocho flores rosadas luego que él se ofreció a comprarlas.
—Pero Cristal las ama, ¿no es así, mi princesa?
—¡Sí! Floles bonitas.
Mi tía me miró, mientras se paraba.
—La princesa gana.
—Solo porque ustedes no son los que se encargan de regar las flores y que les pegue el sol suficiente —me quejé, pero sonreí ante el rostro sonriente de Cristal—. Ya, basta de charla. Hora de comer.
—¡Sí! ¡Comel!
Mi tía me ayudó a llevar la mochila y la bolsa tejida a la cocina, mientras yo le quitaba el impermeable de Esteban y el azul a Cristal. Cuando se sintió libre, ella corrió tras mi tía y yo me acerqué a la sala de estar, dónde Erick había instalado una estufa el invierno pasado.
Dejé ambas prendas en la rejilla de metal cercana, para que se secaran, y en vez de darme media vuelta e ir hacia la cocina, me quedé viendo el impermeable negro.
No había dejado que el hecho que Esteban había vuelto rondase demasiado en mi cabeza. La charla animada de Cristal de camino fue de gran ayuda. Sin embargo, sin tener el parloteo constante de mi hija como distracción, era difícil que todo lo que había pasado minutos atrás no se filtrasen en mis pensamientos.
Verlo fue como si las compuertas que habían mantenido todos esos feos y dolorosos recuerdos se rompiesen, llenando cada centímetro de mi cuerpo con aquellos sentimientos que hace años no había sentido con tanta potencia.
Y también sentí el calor. Ese calor que solía envolver mi cuerpo cada vez que lo miraba o me tocaba. Un calor que me envolvía como una manta sin llegar a ahogarme.
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Sentirse Predestinados (#3 Sentirse Viva)
RomansaOcho años han pasado desde la última vez que Hebe vio a Esteban y, como tanto él se lo pidió, no lo esperó. Con la vida que siempre deseó y más feliz que nunca, el dolor que una vez sintió por su perdida es un mero recuerdo. Todo hasta que él vuelve...