Capítulo 3

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Esteban

¿Mami?

Aún no podía salir del todo de la sorpresa de ver a Hebe nuevamente cuando la niña pequeña entró en la sala. Se escondía detrás de Hebe, aunque su pequeño rostro pálido aún se veía.

Sus ojos verdes me miraban con desconfianza y no sabía muy bien cómo proceder desde ese punto.

Ver a Hebe ya había sido un maldito puñetazo a mi pecho.

Me había preparado todo el camino para ver a Maca y soportar todo lo que decidiera tirar en mi camino —estaba más que listo para aceptar todo—, pero ver nuevamente a Hebe no estaba en mis planes.

En lo absoluto.

Tenía pensado acercarme a ella con una disculpa si estaba dispuesta a escucharme, que tardaría un par de días en pensar. No quería que nada quedase fuera y quería ser lo más honesto y abierto posible.

Lo que no sabía es que no tendría todas esas horas para prepararme y tendría que enfrentarla con pocas horas de sueño, una crisis emocional a penas superada y pastillas haciendo efecto en mi cerebro.

Sin embargo, toda preocupación solo voló hacia la estratósfera en el momento en el cual de verdad la observé.

En mi mente ella aún se veía como la Hebe que había dejado y se me era difícil imaginarla más grande.

Ahora tenía la oportunidad y podía ver la madurez y los ocho años pesando en ella. Sin embargo, aún podía verla como la Hebe de tiempo atrás.

Tenía el pelo más corto de lo que tal vez se lo había visto nunca. Rozaba sus hombros y enmarcaba su rostro, el cual tenía signos de cansancio. Pequeñas ojeras bajo sus ojos y, mientras su mirada estupefacta comenzaba a transformarse en un ceño fruncido, me percaté de la pequeña línea de expresión entre sus cejas.

Pero lo que me hizo dar un paso atrás fue su mirada. Aquella tan llena de calidez que me atormentaba en mis sueños, ahora era un bloque de nada.

Una pared sin sentimientos ni emociones, y no supe que era peor.

Ver el odio o no ver nada en lo absoluto.

Antes de que abriese mi boca y dijese algo —era probable que dejase escapar su nombre nuevamente—, alguien me interrumpió.

—Vaya mierda.

Laura apareció frente mío y el odio que no vi en los ojos de Hebe, si los vi en los grises de mi amiga.

—Hola —dije, sin saber que más podía decir, y ella se cruzó de brazos.

—Sí, intenta algo mejor que eso, imbécil. —Ante mi silencio ella dejó escapar una carcajada seca—. Te recordaba más elocuente, Esteban.

Bueno, me lo merecía. Definitivamente. Pero eso no lo hacía más fácil de tragar. Menos cuando solo había estado esperando ver a Maca y me había preparado solo para enfrentarla.

Mis ojos nuevamente cayeron en Hebe y en su hija.

Bueno, eso era algo que no había esperado enfrentar al volver.

Sus grandes ojos, demasiado grandes para su rostro redondo, me miraban fijamente.

—Bueno, creo que podemos llevar esta conversación a otro lado —dijo Maca, acercándose con pasos mesurados. Su mirada estaba puesta en el cuerpo estático de Hebe—. Laura, puedes llevar a Cristal a ver las flores de nuevo.

Laura le dio una mirada estupefacta a Macarena.

—Esta conversación se termina ahora. No puedes pensar en dejar que Esteban se quede, ¿no? —Bufó, cruzándose de brazos—. No tiene ningún derecho a estar acá.

Sentirse Predestinados (#3 Sentirse Viva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora