Esteban
—¿Cuándo te vas? —preguntó Mia de la nada, en medio de nuestra tarde de películas.
Alejé mi vista de las calles de Nueva York, para enfocar mi mirada en mi hermana pequeña.
—Auch —dije, un tanto divertido por su pregunta—. ¿Ya echándome, hermanita?
—Para nada. Estoy contenta de que hayas vuelto luego de tanto. Lo sabes. —Apoyó su cabeza en mi hombro—. Pero sé que tienes que volver. No puedes estar acá mucho tiempo.
Así era. Mi tiempo en casa era limitado. Tenía que volver y preocuparme de todo lo que dejé cuando tomé el primer vuelo que encontré de vuelta, luego de enterarme por mi padre que la abuela había muerto.
No era digno de mí irme sin planificación previa. Había aprendido a organizar todo y así evitar dejar cabos sueltos. Eso me cercioraba que todo andaba a la perfección.
Irme tan abruptamente había traído consigo interminables llamadas que había atendido ese día. Para cuando había terminado, sentía el inicio de un dolor de cabeza apretar mis sienes.
Pero, si era sincero conmigo mismo, no me emocionaba volver.
El responsable en mí golpeaba constantemente en mis pensamientos para volver y hacerme cargo de todo lo que dejé atrás.
Mi corazón por otro lado no quería dejar mi hogar. Y cuando decía hogar, me refería a todo lo que una vez consideré un lugar donde estar seguro. Todo lo que consideré personas cercanas con las cuales podía contar, sin importar qué.
Y aunque todo había cambiado y lo que era en un pasado no era la realidad, estar ahí me hacía estar más cercano a todo lo que dejé atrás cuando me fui.
Me hacía estar más cerca de mi familia. Me hacía estar más cerca de mis amigos. Y me hacía estar más cerca de Hebe.
Aún cuando podía ver claramente que ella todavía guardaba rencor por lo que había hecho, eso no cambiaba el cómo mi corazón se retorcía en mi pecho con anhelo y expectación.
Casi esperando a que algo sucediese. A que algo llenase el vacío que había estado habitando mi pecho por tantos años.
Suspiré, volviendo mi mirada hacia la película.
—Estaré acá otra semana, máximo dos, y volveré. Hay cosas que tengo que hacer de vuelta en Dinamarca —dije y sentí a Mia asentir contra mi hombro. Nos quedamos en silencio por unos minutos y, lo que había estado amenazando con salir de mi boca, finalmente se deslizó de mi lengua—. Conocí a la hija de Hebe ayer.
Silencio le siguió a mis palabras y Mia se sentó mejor en el sofá. Me volví hacia ella, encontrándome con su mirada fija en la mía.
—¿Cómo sucedió eso?
—Cris me invitó a comer a su casa y ahí estaban las dos. —Me encogí de hombros, recordando a la pequeña de cabello como el oro y ojos como el césped recién bañado con la luz del sol—. No sabía que tenía una hija hasta ayer. Supongo que también debe de tener una pareja.
Mia arqueó una ceja.
—Eres terrible para socavar información con sutileza —dijo ella, apoyándose en el apoyabrazos—. No había razón para que supieses de Cristal ni nada de la vida de Hebe. Te fuiste y la dejaste. —No había reproche ni ira en sus palabras, solo un hecho, pero eso no evitó el sentimiento de culpa cubriéndome como una manta asfixiante—. Eres mi hermano y te amo, pero Hebe también es mi amiga. No iba a romper su confianza para darte información que era irrelevante para tu vida que tenías en Dinamarca.
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Sentirse Predestinados (#3 Sentirse Viva)
RomanceOcho años han pasado desde la última vez que Hebe vio a Esteban y, como tanto él se lo pidió, no lo esperó. Con la vida que siempre deseó y más feliz que nunca, el dolor que una vez sintió por su perdida es un mero recuerdo. Todo hasta que él vuelve...